Raidō se llevó la mano a la boca del estómago intentando aliviar la acidez con la que había despertado, sus entrañas gruían molestas por haberse intoxicado con más alcohol de lo que debería haber tomado, pero luego del tercer vaso de cerveza se sintió sediento y su garganta estaba seca. Tampoco ayudaba sentir a la morena a su lado: el aroma de su cabello negro, la forma de sus labios cuando esbozaba su sonrisa y su voz, la forma en que resonaba en sus oídos era intoxicante. La manera más rápida de evitar querer tocarla y besarla en medio de la taberna era cerrar su mano fuertemente alrededor del vaso, beber de él y esperar lo mejor. Él era bueno para contenerse, o al menos eso había pensado hasta ese día en la taberna. Nunca había experimentado una desesperación como esa antes, parecía que algo de él había despertado en frente al lago en las tierras Akimichi cuando la cercanía y la intimidad con ella hizo aflorar el deseo que estaba enterrado hace tiempo, como si fuera hambre o instinto.
El capitán quemado se detuvo a medio de la escalera para tomar un respiro de su malestar. Cerró sus ojos y llenó sus pulmones de aire fresco, necesitaba que sangre pudiese circular mejor por su cuerpo adolorido y que llegara limpia a su cerebro para permitirle pensar mejor. Debía enfocarse en lo que diría la carta que escribiría a Genma, aun si nunca se le habían dado las palabras. Al mandarla con el cuervo más rápido de la aldea, podría dar rienda suelta a sus impulsos, esos que cada vez eran más difíciles de reprimir.
Miró sus manos apoyadas en sus rodillas mientras descansaba y recordó lo que había hecho con ellas. Sonrió, esa misma hambre incontrolable lo había llevado a besarla en la barra mientras Anko gritaba en medio de la taberna, algo de lo que nunca pensó que sería capaz. Luego, llevó una mano a su brazo y el simple tacto hizo que le doliera el pequeño mordisco que Shizune le había impreso en la piel la noche anterior. Sabía que estaba torturándose por el recuerdo de ella entre sus brazos, tan húmeda y vulnerable, por lo que se llevó la mano del brazo a la boca para ocultar su felicidad. Decidió que debía dejar de soñar despierto con ella y seguir caminando, o sus pantalones empezarían a sentirse ajustados otra vez.
Con pesar vio que Tonbo estaba esperándolo al final de las escaleras con una postura que le daba a entender que estaba molesto, pero cuando vio la sonrisa burlona en sus labios, se confundió.
—Deja de dar pena, pareces un viejo —le dijo el hombre de las vendas apenas llegó a la cima, parecía una frase practicada, como si lo hubiese visto caminar trabajosamente desde el principio de la escalera—. ¿Tuviste una buena noche?
Había un dejo de ironía en su voz, pero Raidō sí había tenido una excelente noche. Había estado junto a Shizune en la taberna, pensando en todo lo que haría cuando se le estuviera permitido tenerla. Había estado tan cerca de cumplirlo, ya habían fijado el día para enviar la noticia y solo debía esperar un día más para empaparse en ella, pero el deseo y la borrachera pudo más y terminó accediendo fácilmente a su propuesta de ir al Distrito de los Infieles con ella. Estaba casi hecho, se había dicho varias veces apenas abrieron la puerta de esa habitación y ella empezó a liberarlo de la ropa que le pesaba tanto.
—Sí... —murmuró sin muchas ganas de hablar con Tonbo.
El capitán quemado caminó hacia el puesto de vigía, buscó la silla y se sentó pesadamente ahí. Solo necesitaba revivir un poco para ese medio día de trabajo y podría irse a dormir el resto de esa tarde de sábado, quizás Shizune podría acompañarlo. Sonrió vagamente, parecía un imbécil. Apoyó su cabeza en la pared y cerró los ojos, y con un suspiro sonoro, intentó enfocarse en relajar los músculos del cuello y hombros, pero el chunin parecía que no quería irse a su apartamento ya que lo siguió al umbral de la puerta del puesto y se le quedó mirando desde ahí.
Luego de unos segundos, que al quemado se le hicieron eternos, aclaró la garganta para hablar.
—Toma —dijo con gracia y con el pie le acercó la basura—. En caso de que quieras hacer un desastre aquí dentro.
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La Reina de los Fracasados
FanficShizune se ve a sí misma con treintaiún años de edad y decide que es mejor dejar el sofá de Tsunade para comenzar a vivir. Tiene miedo, ya que la morena esconde un secreto que nadie sabe, ni siquiera la rubia: ella es virgen. Al no saber cómo enfren...