Adán y Eva.

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27112021
edición: 27062024

Pasaron días desde que Yoongi y Jungkook tuvieron aquellos dos días llenos de emociones y pensamientos confusos.

Pasaron cuatro meses desde que Yoongi trabajaba en aquel lugar. Diariamente, seis de cada siete días. Diez de cada veinticuatro horas. Su vida había pasado a formar parte de la de Jungkook, y la de Jungkook había pasado a formar parte de la suya propia.

Tras su primera paga, Yoongi había comprado nuevas prendas de ropa para poder ir a trabajar de una forma algo más decente, había comprado jerséis de cuello alto que tapaban mejor los golpes cicatrizantes, pantalones sin rasguños que cubrían aquellas aboyadas piernas. Sus dedos, todavía con tiritas que le había puesto semanas atrás Jungkook, eran cubiertos por oscuros guantes que lo resguardaban del frío.

Había comprado comida, pagado el alquiler de aquel minúsculo cuarto en el que vivía y había sobrevivido un mes más. Para su fortuna o desgracia, dependiendo del punto de vista.

No se había vuelto a tocar de forma profunda aquella medio confesión de Jungkook, pero el menor no desaprovechaba ninguna oportunidad para poner en evidencia a Yoongi, avergonzándolo o poniéndolo contra las cuerdas, retando su paciencia, su autocontrol y sus hormonas. Se había dedicado de forma diaria a romper los esquemas de Yoongi uno a uno con pequeños gestos e insinuaciones.

Manteniendo un contacto visual profundo, rozando la palma de la mano de Yoon y metiendo sus dedos entre la tela y la piel del mayor. Utilizando sus dientes para jugar a retirar el guante de entre sus dedos. Susurrando cotidianidades en su oído y soltando ásperas risas. Ofreciéndole caramelos mientras se sienta en su regazo; una rutina a la que Yoongi tuvo que acostumbrarse día tras día.

Definitivamente Jungkook se tiraba a la piscina, con ropa, desnudo, con el celular, con los lentes y los zapatos también. Se tiraba con todo y con nada, aprovechando cada vez que no había corriente para sumergirse y probar su propia respiración, retar a sus pulmones segundo tras segundo. Y de la mano, llevaba a Yoongi, obligándolo a hundirse en una burbuja de agua, provocando que al pálido le faltara el oxígeno, tomando su mano con fuerza y aferrándose a él. Retando la resistencia del mayor y probando.

Sí. Probaba. Probaba poco a poco, iba tanteando el terreno de forma lenta y con cuidado, viendo hasta dónde podía llegar con él. Hasta qué punto podría llevarlo.

Y, dioses, le encantaba verlo al límite. Nada podría nunca equipararse a aquel pensamiento que invadía a Jungkook cada vez que Yoongi reaccionaba ante él. Un pensamiento egoísta y ridículamente masculino que le hacía sentirse especial y único por poder ver aquella faceta de Yoongi. Sí. Definitivamente se le subía el ego, a pesar de no saber cómo era Yoon con las demás personas.

Pero algo dentro de él le hacía pensar que no habían otras personas. Y quizás se auto engañaba, porque para él —que no tenía una facilidad psicológica para socializar— Yoongi sí que era el único. Es decir, tuvo varios amigos, no era alguien asocial, sin embargo, siempre se alejaba. Sobre todo tras la marcha de su padre; el tiempo, sus hermanos, el trabajo, los estudios, no había lugar para afrontar sus problemas.

Pero ahí estaba él, aquel hombre que lo había hecho, no sólo querer tantear sus límites, sino querer llevarse al extremo a sí mismo. Porque, para Jungkook, cada vez que se acercaba de aquella manera a Yoongi, era un paso más a la libertad mental. Con el escuálido había hecho y se había comportado de formas totalmente nuevas. Inexploradas.

Sus límites los tenía claros. Le gustaban los abrazos, sí, le gustaban mucho los abrazos, pero sólo de algunas personas. Los apretones de manos, los saludos formales, o las presentaciones eran una línea que detestaba cruzar.

ultraviolence || kookgi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora