La puerta se abre y la hermana Niam ingresa con mi bandeja para cenar. Observo y hay un cuenco con verduras y trozos de carne asada. Acompaña un vaso con agua y un trozo de pan.
Le sonrío.
Ella conviene y se retira. La hermana Niam se encuentra en medio de un retiro de silencio mientras sirve a las tareas asombrosas que realizan en la guarda.
Nuestras puertas no se cierran en la noche.
Pero hay otras que sí.
Cuando le conté a Heist lo que me estaba pasando, ofreció traerme a la Guarda de la Paz Interna. No entendí muy bien a qué se refería, pero fue suficiente con que diga "te apartarás de todas tus obligaciones durante diez días y así, volverás a ser tú misma" para ponerme como loca.
No podría estar lejos de mis cosas bajo ningún término. Mi vida es agitada, con muchas tareas y no podría retroceder ante unas vacaciones sólo porque estaba un poquito estresada.
Bueno, quizá no solo un poquito.
—La guarda no es un lugar donde ir de vacaciones. Antes de ir, podrás ver a un médico quien dictamine la posibilidad de que te apartes por un tiempo. Vivirás en aislamiento durante días, tomarás contacto con la naturaleza, te desconectarás de tus redes y serás servida por personas honorables que estarán encantadas de recibirte.
—¿Algo así como empleadas?
—No—Heist soltó un gesto divertido mientras siguió explicando con atención—, ellas no son empleadas de nada. Son voluntarias. Muchas están atravesando un retiro de silencio, que tú también deberás hacer cuando te encuentres con ellas. Además, dedicarás horas a meditar, a orar si es que eres religiosa y nos encontraremos todos los días para hablar.
—¿Algo así como una confesión?
—Podríamos decir que podrás limpiar todo lo que te ha hecho mal durante todo este tiempo.
—Vaya—murmuré cabizbaja—, realmente se oye tentadora la idea, me haría muy bien, pero...
—¿Pero?—él pareció preocupado—. Mira cómo te he encontrado, no puedo dejarte ir así nomás. Eres una persona afable y con un corazón enorme. Estudias con intensidad, debes responder a un nivel de exigencia bastante alto, ¿no crees que es hora de que puedas hacer algo por ti misma? ¿Cuánto de lo que haces a diario es por los demás?
La cena está en un escritorio frente a la cama, pero la vela junto a mi cama retrata exactamente cómo me siento al pensar en él.
Encendida, humeante y derritiéndome lentamente.
Pero unos pasos se acercan en la habitación, por lo que me obligo a dejar el diario y acomodarme contra el cabezal de la cama.
Santo cielo.
Conozco esas pisadas como la palma de mi mano.
Conozco la luz de la vela que se acerca mientras mi interior se convierte en una maraña sensaciones eléctricas y expectantes.
Cuando llegué, me costó mucho acomodarme a no llevar mis manos a los bolsillos inmediatamente en busca de mi celular o a no palpar las paredes en cuanto ingresaba en una habitación en busca de la perilla para encender las luces.
—¿Por qué no usan electricidad?—le pregunté, al notar que además, eran intensas productoras de sus propios alimentos, andaban con alegría por todos los pasillos y muchas de ellas, estudiaban asiduamente en la biblioteca, cosa que jamás me hubiese esperado.
—Porque sería una tentación enorme que llevaría a romper todos los retiros que cada una se encuentra realizando.
—Lo mío no es un retiro de silencio.
—No todas las personas aquí se encuentran haciendo retiros de silencio. Aunque la mayoría sí. Otras solo lo hacen a modo de oración, ofrenda, bienestar, sabiduría o con objetivos específicos.
—¿Hay más personas como yo, entre todas las..."hermanas"?
—De hecho, no. Intentamos que sea de a una persona por vez, para dedicarle todo el amor que merecen.
—No querré abusar de su hospitalidad.
—Pierde cuidado, que notamos cuando alguien intenta abusar de nuestra atención genuina. Creemos que dar amor implica que éste vuelva multiplicado a nuestras vidas.
—Vaya.
No sabía si tenía su lógica.
Pero esa vez bastó para que me interesase en él y en su saber. También en su experiencia.
La luz se acerca.
La sombra de un hombre está cada vez más al filo del umbral en la entrada.
Veo primero sus zapatos marrones, sus vaqueros, su camisa cerrada en el cuello y su maravilloso gesto iluminado por la vela.
No trae su insignia religiosa.
Heist me envuelve en sus ojos dulces y luego contempla mi comida.
—¿No piensa cenar hoy, señorita Dana?
Señorita Dana.
Esa soy desde que me involucré en este lugar.
Pero en su habitación soy simplemente llamada por mi nombre.
—En un momento, padre. Gracias.
Luego me mira nuevamente.
Contempla mis pantalones cortos que no debiera estar usando ahora, mi camiseta con hombros al descubierto y la brisa fresca que ingresa por la ventana en esta noche de verano.
—Luego lleve las cosas a la cocina—dictamina.
Y su mirada me transmite el mensaje implícito.
Él estará ahí.
Cada noche pasa a saludarnos, a despedirse y marcharse.
Pero la segunda noche que lo hizo, opté por seguirlo. Ya estaba un poco aburrida de lo monótona que era la vida aquí, aunque había mejorado considerablemente mis bestiales niveles de estrés.
Me hallaba sumamente agradecida con lo que estaban haciendo por mí, aunque el ocio despierta la curiosidad.
Así que me levanté y seguí su sombra a medida que las entradas a las otras habitaciones eran sumergidas en la oscuridad.
Heist giró por un pasillo, bajó escaleras e ingresó en la sala de estudios. No entendí muy bien lo que ocurría hasta que conseguí distinguir la biblioteca. Aún no tenía permitido el ingreso, pero esa noche tenía un pase libre por ser una mala espía.
Él de inmediato se dio cuenta de que estaba al otro lado de la puerta vidriada cuando captó que lo estaba siguiendo y se volvió para abrir.
—¿Dana?
Caray, casi me vuelvo loca en ese momento, no sabía dónde esconderme, estaba todo oscuro y podría matarme si intentaba subir rápidamente las escaleras.
Me encogí de hombros.
Heist abrió la puerta y me confrontó.
—¿Qué haces aquí?
Que le haya quitado el término "señorita" me demostró cómo eran realmente las cosas.
—Yo...—tragué saliva y solté lo primero que se me vino a la mente—. Padre, deseo confesarme.
Nunca creí que terminaría diciendo eso...
Opté por echar leños a un fuego que ya estaba ardiendo.
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Líbrame del mal (+21) | COMPLETA
General FictionCuando el Padre me acarició la nuca e hizo descender mi cabeza, quedé asombrada por la sabrosa sensación. Venía acumulando ganas desde hacía tanto tiempo que la culpa y el morbo hicieron añicos mi sentido común. En lugar de confesarle mis malos acto...