🛐Capítulo 24🛐

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—Sucedió hace mil años atrás, cuentan las historias de terror que esto nunca podría haber formado parte de nuestra religión...

Maianec observa tras la muralla.

El fuego de las antorchas apenas ilumina su rostro de piel tostada, pero se aleja cada tanto, lo suficiente como para no ser vista.

Observa con atención la procesión de dos mil hombres que marchan desnudos ante el frío demencial que azota la costa oeste.

Los observa tiritar, pero muchos no presentan ni un atisbo de temblor. Por el contrario, algunos sudan y la mayoría andan con el mentón en alto, el pecho hacia afuera y a paso firme.

Los guerreros wari permanecen a los costados con grandes lanzas en sus manos y armaduras de metal cubriéndoles el pecho, el abdomen, la cabeza y la cintura. Algunos con gruesos abrigos de piel de oso. El de ella tiene piel de llama, igualmente otorgándole algo de calor.

—¿Guerreros Wari? ¿Qué es eso?

—En el inicio de los tiempos y de las civilizaciones...

—Oh. Ya. ¿Por qué se esconde Maianec?

—Porque su pasión está prohibida. Ha descubierto la fuerza del exo en sus entrañas...

La contextura delgada de la joven Maianec le ha servido para camuflarse en la oscuridad de la noche que les ha regalado . No imagina la furia que ha de estar sintiendo su dios al saber que todo su pueblo estaba siendo destrozado.

Pero ella estaba ahí con otra finalidad.

La soga en cada uno de los hombres que andan indica a la joven muchacha que lo que se observaba en los grandes montes era cierto: los wari estaban ahí para terminar con todo y quedarse con cada una de las pertenencias de su pueblo. Con sus tierras, sus hijos, sus dioses, sus armas. Con todo.

Aun así, ella aguarda entre medio del desfile de hombres en busca de su amado Kaehn. Los ve andar, todos parecen muy similares, pero está segura de que ninguno tiene los ojos color de luna de su amado ni las facciones doradas por el baño de sol que cada día les ha recibido.

Los hombres pasan. Y pasan. Y pasan. Cada uno de ellos es señal de que su amado no está. Comienza a desesperarse. Corre al otro lado de la muralla de piedra buscando ser evadida por los sujetos que suben la pirámide cuesta arriba en el monte.

Aguarda en la última entrada de la pirámide antes de que sus paredes de piedra impliquen un impedimento para la chica de poder ingresar.

Murmura algunas palabras en voz baja pidiendo al ánima de su padre permanecer a su lado y protegerla en todo momento. Implora a la de su madre, tener el valor con el que trajo al mundo a ella y sus seis hermanos de sangre. Una lágrima asoma por el rostro de Maianec y se la quita con el dorso de su mano derecha. Sólo debe tener una parte al menos de la fortaleza que tuvieron las personas que admiró toda su vida.

Los wari atacaron su pueblo más de mil amaneceres atrás. Devastaron todo, se apropiaron de cada cosa que les vino en gana. Su cultura siempre fue la que logró tomar tierras y asirse con el apoyo de . Hasta que fueron castigados con la furia de los mares, del aire y de la lluvia. La noche duró más que nunca y, según el relato de sus antepasados, nunca volvieron a tener la misma fortaleza. Según cuentan, perdieron a sus mejores hombres. Pero ella sabe que no al más valiente de todos ellos. Kaehn. Nunca conoció a alguien que se sacrificase por su familia como lo hizo él.

Maianec y los suyos estuvieron escondidos en una aldea, mezclados entre la espesura de la selva, sobreviviendo y preparándose para resurgir, entrenando a todos los varones mayores de dos mil amaneceres y mujeres con honor a su tierra. Hasta que todo terminó el día que una lluvia de flechas cayó sobre ellos. Kaehn dio la vida por la chica y dos de sus hermanos distrayendo a tres soldados. Se lo llevaron junto con otros miles para ser entregados al dios decapitador.

Pero ella no lo piensa permitir.

Guarda en grandes recovecos de sus abrigos, puntas de lanza y de flechas para liberar a su amado.

El inconveniente es que marchan, sin tener noción de qué está sucediendo dentro de la pirámide que ingresa a la tierra.

La chica espera con impaciencia hasta que el reflejo de sus ojos pálidos como una cara de la luna, destellan entre todos los demás. Ella lo ve. Es inconfundible.

Maianec se adelanta, incorporándose justo en uno de los pilares detrás de unos de los guerreros wari y observa su cuello justo la zona libre entre el casco y la armadura. Luego a su amado. Quien está a unos cien metros atrás.

La chica se arma de coraje y toma al guerrero por sorpresa, clavándole con fuerza la punta de una flecha y volviendo tras la muralla. El acontecimiento altera a todos los hombres esclavos que andan desnudos con la soga sobre sus cuellos. Otros guerreros también observan el hecho. Y empieza el revuelo.

Algunos se intentan soltar y sólo logran tensar la soga, ahorcándose entre sí y a otros. Waris corren para retener a los sujetos que intentan escapar y otos hacia el punto desde el cual provino el ataque.

Kaehn observa con atención y su corazón golpea como tambores al unísono.

Hasta que la soga en su cuello también se tensa y observa al frente, dos hombres intentando liberarse también de la opresión que los mata.

Cuando siente que sus huesos están a punto de romperse y morir, algo corta la soga que lo retiene a los otros y logra desatar el nudo que lo retiene. Cuando observa en dirección al punto donde vino quienquiera que lo haya liberado, se encuentra con una persona cubierta por el abrigo de piel de llama y el cráneo seco de un caballo cubriéndole la cabeza y apoyado en sus hombros. Le hace un gesto para que corra. Él observa a todos lados el enorme revuelo y lo hace.

Se alejan de la columna de hombres que marchan hacia el degollador y se mezclan entre los árboles más próximos. Una vez que están los suficientemente alejados, su captora se quita el cráneo del animal y descubre su hermoso rostro.

—Maia—suelta él en un suspiro y une sus labios a los de ella, quien lo recibe con regocijo y dulzura.

El beso perdura y el frío azota sus cuerpos. Maianec cubre a Kaehn también con la piel de llama y recibe al muchacho.

—Creí que...no volvería...a verte—suspira sobre los labios de ella.

—Aquí me tienes, amor mío. La luna quiso que nos encontrásemos una vez más.

Él sonríe sobre los labios de ella y vuelve a besarla.

Hasta que un golpe en su cabeza lo marea y el mundo se oscurece.


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¿Hacemos nueva maratón de capítulos? 20 comentarios y les va :3


Líbrame del mal (+21) | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora