Prólogo

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Perdiste.

El susurro se extendió como un lamento por todos los pasillos del recinto. Madera vieja crujía y rechinaba a cada paso, imitando extrañas carcajadas inhumanas.

Avanzaba, ansioso por encontrar a su presa, podía escucharla correr por todas partes, internándose en una oscuridad absoluta.

Internándose en ella misma.

Perdiste. Perdiste. Perdiste.

—¡¡DÉJAME EN PAZ!!

Delicioso. Sentía su desespero, sus jadeos incesantes llegaban para causarle gran regodeo. ¿Por qué escapaba? Sabía que eso era imposible. Una vez que perdías el juego, nada se podía hacer más que aceptar la derrota.

Sangre brotaba de las paredes como nacimientos de manantial. Escuchar como escapaban, pisando cada charco del líquido oscuro erizaba la piel. El olor impregnó sus sentidos, y entonces la escuchó resbalar. Su víctima soltó un grito de pánico.

¡¡Perdiste!!

Era su oportunidad. Atravesó pasillos, subió escaleras y derribó varias puertas, todo sin preocuparse por la marea de horror que danzaba y chillaba a su paso.

Aquel era su juego, y había ganado otra vez.

La encontró en el suelo, echa un ovillo. La sangre sobre ella mezclada con el líquido expulsado de su riñón provocaba una esencia muy divertida. Tenía miedo, el suficiente para no ser capaz de levantarse de nuevo.

—¡¡No!! —gritó la chica con desespero total—. ¡NO, POR FAVOR!

Perdiste~

—¡¡DAME OTRA OPORTUNIDAD!!

Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste. Perdiste.

Mil voces no paraban de recordarle su destino. Todas hablando al mismo tiempo, todas burlándose, todas generadas con el odio y rencor de muchos que antes habían tratado de desafiar a la suerte. Las voces la rodearon, la abrazaron, disfrutando sus alaridos de súplica, extasiándose con el hedor a muerte; Una muerte que ya estaba sobre ella, ofreciendo cobijo, pero no salvación.

—¡¡AYUDAAAAA!!

Nadie la escucharía jamás.

En una pesadilla se solía estar en completa soledad.

Finalmente, como si recordara esto, Hikari despertó.

Sintió el frío apoderarse de su cuerpo. La ventana de su habitación estaba abierta, y el viento entrante hizo volar hojas en todas direcciones.

Yacía en su cama, temblando de pies a cabeza. El sonido de su impresora la puso en alerta, la devolvió a su realidad y le brindó paz.

Una pesadilla, solo eso...

La impresora continuó. Se dio cuenta entonces de que seguía encendida, tratando de imprimir muchas más hojas. Su ordenador encendido mostraba una página inexistente, y de esta la orden de impresión se había mandado hasta agotar todas las hojas del aparato.

No se molestó en recoger ninguna, eran las dos de la mañana.

Apagó el ordenador con solo desconectarlo de la fuente de luz, cerró la ventana sin atreverse a mirar por ella y, aún agitada por los desagradables sueños, regresó a la cama donde se cubrió con las sábanas por completo.

Cinco minutos más tarde navegó en nuevos sueños, olvidando por completo el primero.

Sanashigawa [Pausado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora