6. So, what am I defending now?

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Mayo transcurre en un abrir y cerrar de ojos, de la misma forma en que llega junio con sus temperaturas calurosas. Las piernas de Stella lucían constantemente descubiertas y las coletas altas pronto hicieron presencia en su atuendo diario. Los helados compartidos comenzaron a ser más frecuentes, y ni mencionar las salidas al parque con el idiota de Eros.

Ikaris se había acostumbrado a verlo casi diario afuera de la puerta de la castaña, pero cuando ésta se despedía de él para darle paso a su departamento, la sonrisa guasona aparecía triunfante en su rostro mientras le hacía suya una y otra vez sobre el amplio colchón repleto de cojines. Su roce se había vuelto un poco más tosco, al igual que sus besos más posesivos, pero no era algo que molestara a la menor. Al contrario, parecía gustarle esta fase de su novio en la cama.

La manera en que le toma con fuerza de la cintura tras cada estocada y los gruñidos que dejaba escapar sobre su boca le ponían en sobremanera, provocando que sus piernas se abrazaran de sus caderas sin pudor, clamando por su nombre sin importarle si alguien era capaz de escucharlos o no, o si la cama hacía mucho ruido al moverse contra el suelo.

La realidad era que estaban viviendo los mejores meses de su relación. Siempre tomados de la mano y con la expresión juiciosa de Thena. El círculo de Ikaris también se había acostumbrado a la presencia de la castaña entre ellos, adorando cada vez más su chocolate caliente y la manera en que tenía de ser atenta con todos en su mayor posibilidad.

Sin saberlo, los mensajes de Sersi y las fotos provocativas tenían frecuentando el celular de su novio desde aquel día del café. Sin embargo, el castaño se las había arreglado perfectamente para mantener su cordura y fuerza de voluntad para borrar esas imágenes y algunos de los mensajes insistentes, todos atrofiándole la cabeza a cada instante que podía imaginar a su exnovia con lágrimas tras ser rechazada una y otra vez por él.

Sostiene, con sus mayores deseos, una sonrisa diaria para su chica, para ese pequeño querubín sonriente que alegraba sus días con solo verla, riendo y pintando sobre los lienzos que tenía regados por todo el estudio. Ikaris disfrutaba demasiado de la presencia de Stella en su vida. Cuando ella estaba, el recuerdo de Sersi se desvanecía en una nube de recuerdos, pero cuando esos ojos esmeraldas desaparecían, las pesadillas comenzaban.

—Ya que vas a comprarle un anillo de promesa, ¿por qué no le compras de una vez la casa? —Druig se guarda las manos en los bolsillos, acomodándose a espaldas del más alto.

—Aún es muy pronto —responde el hombre del mechón, contemplando la joya perfecta para la menor.

—¿Y para un anillo no? —La ceja del otro castaño se enarca.

Noup —replica sencillamente—. Quisiera ver ese —Señala uno de los tantos modelos, dirigiéndose a la empleada.

Ni siquiera sabía por qué le había arrastrado con él hasta una joyería, no es como que él tuviera los mejores gustos en ese tipo de cosas, y Makkari se lo había hecho saber durante la infinidad de veces que intentó regalarle algún collar de su verdadero gusto, pero todos se los terminaba colocando tan solo para no hacerle sentir mal por tener tan poca finura y elegancia.

Si alguien sabía de regalos costosos, ese era Ikaris. Por lo que su buen ojo para los anillos que estaba escudriñando en este momento le ayudaría lo suficiente a escoger el modelo perfecto para Stella. Un modelo de Alex Monroe era soñado por cualquier chica, considerando la alta gama de su joyería, sin embargo, él era consciente de que eso era lo que menos le interesaba a la castaña.

—Ikaris, ¿siquiera sabes si ella quiere estar de esa manera contigo? —continúa preguntando el más joven, observando con detalle las elecciones del otro. Posiblemente tomaría nota de sus gustos para cuando decidiera hincarse sobre una de sus rodillas frente a su novia.

Exile [Ikaris]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora