La semana siguiente, Thena se encarga de ir a su estudio todos los días en un pequeño intento de animarla viendo sus películas favoritas, llevándole helado o haciendo el súper por ella. Sin embargo, Stella no paraba de llorar durante las tardes que llegaba del trabajo. Incluso sus clientes en la cafetería le preguntaban constantemente del por qué se le veía tan apagada estos últimos días.
Él se encargó de desvanecer su brillo.
Continuaba preguntándose por qué lo hizo, qué fue lo que le orilló a mentirle con tal hipocresía, si ella lo único que había hecho fue entregarle su cariño de la manera más sincera en que su alma pudo hacerlo. Es su mejor amiga quien le sostiene entre sus brazos frente al televisor, pasándole los dedos por esa larga cabellera ondulada, aguardando en silencio con la cantidad infinita de maldiciones que aspiraban a salir de su boca en contra el imbécil.
—Y-Yo no le hice nada malo, Thena —Hipa de manera ruidosa, acurrucándose tal cual ovillo entre sus brazos, provocando que el dolor de verla de aquella manera fuese insoportable.
Aquellas palabras salían constantemente de su boca, era como si en su interior sintiera que lo que sucedió había sido provocado por ella. Era como si Stella se estuviera culpando de las acciones de un cabrón, cuando su único error fue haber confiado su dulce corazón en las manos del idiota que no poseía uno.
Y el peor día fue San Valentín, cuando Stella no vio a su príncipe azul cruzar por la puerta del trabajo con su gran ramo de flores ni los chocolates a los que ya se había acostumbrado. Era como si los últimos meses hubieran transcurrido en un sueño que ahora solo podía rememorar en un caleidoscopio que tan solo dolía con el paso de las imágenes a través del mismo.
Sin embargo, a su móvil llegó un mensaje muy particular, contra el cual luchó a la tentación de responder. No sabía exactamente qué hacer, y si pedía el consejo de Thena, ésta le diría que debió haberlo borrado de sus contactos desde el instante en que descubrió todo. Los orbes verdosos de Stella se mantienen sobre la pantalla en el taxi que había tomado para ir a su departamento, sopesando qué era lo que debía hacer.
"¿Puedo pasar a tu trabajo mañana? Necesitamos hablar"
Se mordisquea el labio inferior con cierto nervio mientras tamborilea sus dedos sobre la pierna, pensando exactamente en qué hacer. El nudo se instala nuevamente en la boca de su estómago, tan solo recordando todo lo que leyó aquella noche y la forma en que dolió para ella, como si hubiese sido nada más y nada menos que un juguete con el que cualquier cachorro podía jugar.
Guardó de nuevo el aparato y esperó a llegar hasta su sillón para buscar Love and Other Drugs y llorar de forma incontrolable, sonándose la nariz mientras tomaba paquete de galletas tras paquete de galletas, únicamente cuestionándose cómo es que no había podido conseguir esa clase de devoción por parte de alguien hasta ahora, especialmente, de Ikaris.
Era la primera vez en que alguien le dolía de esa manera. Ni siquiera el novio con el que entregó su primera vez le había descompuesto de aquella forma. Era como si una parte de su corazón le hubiera sido arrebatada con la mayor insensibilidad en que alguien podía hacerlo. Jamás había llorado tanto por un hombre, y es que había tantas preguntas que quedaron el aire, las cuales solo provocaban que se sofocara aún más en su dolor.
Sus cuadros coloridos habían adquirido tonalidades más oscuras, de las cuales sus propios seguidores comenzaban a cuestionarle en sus redes sociales, encontrando el trasfondo sombrío más atractivo, necesitando una respuesta para ver la belleza en los nuevos toques de Stella a su arte.

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Exile [Ikaris]
FanfictionSersi termina con Ikaris después de once años juntos. Éste no sabe cómo vivir sin el amor de su vida, hasta que una chica de dulce sonrisa y gestos ingenuos le hace creer nuevamente en el amor. O, al menos, de esa manera es como quiere engañarse. Po...