Capítulo 4

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Eros se queda unos cuantos días más. Thena le cuestiona acerca de pagar la renta por ella, pero el fotógrafo tan solo ríe y deja pasar el tema. Sus visitas constantes al departamento de Stella hacían enervar los nervios de Ikaris, justo como lo hacían las constantes visitas a galerías, museos y diferentes lugares de los cuales el joven era consciente que encandilaban la atención de la castaña.

Él intenta hacer lo mismo, pero no tiene idea de lo que hace. Su especialidad era diseñar las construcciones futuras, no reconocer a los mejores pintores. Sin embargo, por Stella es que gasta dos noches enteras aprendiéndose la biografía de Van Gogh y Miguel Ángel, algo que la castaña nota en cuanto comienza a narrar detalle a detalle desde su nacimiento hasta la muerte de ambos en una de las tantas salidas que tuvieron. Adwell se carcajea, pero está enternecida de su esfuerzo.

Ikaris había cambiado.

No habían pasado más allá de los besos. Tan solo eran salidas casuales tomados de la mano, algunas caricias en el cabello del otro con esos aires de inocencia, y ni mencionar los momentos a solas en que ninguno decía nada, tan solo escuchaban los suaves latidos de sus corazones bombear al unísono, tal cual caja musical.

Se encuentran en su casa, pero Ikaris no intenta tocarla, tan solo pasa sus dedos por su larga melena castaña, deslizando con cuidado cada uno con la intención de no encontrarse con algún nudo. El cabello de Stella solía esponjarse bastante cuando estaban acostados, así que era gracioso cómo se recostaba con sus ondulaciones perfectamente formada y se levantaba con una almohada portátil en la cabeza.

—¿Crees que algún día podamos ir al zoológico? —Está recostada sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón.

—Claro, ¿por qué no? —Sonríe extrañado sin dejar los movimientos de su mano—. Dime el día y le digo a Misty que cancele mis juntas.

—No hace falta —Stella se acurruca más, buscando el calor que había necesitado de él por tanto tiempo—. Vayamos un sábado —Levanta ligeramente el rostro.

—Podemos ir el día que quieras —Tiende su mano para tomarle del mentón, apreciando cada una de sus facciones detalladamente—. ¿Por qué eres tan hermosa?

Las mejillas se le tiñen de un encantador carmín y sus pestañas aletean. Por primera vez ya no ve frialdad en esos ojos azulinos, sino que ve el brillo de un alma sincera. Ikaris se inclina para rozar las narices de ambos, depositando besos sobre su frente, pasando al bozo y terminando en sus labios. Se había vuelto tan suave con ella, como si no quisiera romperla de nuevo.

—Ikaris —ríe Stella de pronto.

—Juro que eres la estrella más hermosa que alguna vez haya visto —murmura sobre su boca antes de unirlas.

Sostiene su rostro con devoción en su mano izquierda, paseando el pulgar sobre sus pómulos y delineando los mismos sin abandonar el beso. Sus otros dedos se hunden de manera delicada entre las hebras castañas de su nuca mientras ella busca abrazarlo con fuerza, deseando congelar este momento dentro de una pequeña bola de cristal, temerosa de alguna vez ser capaz de olvidarlo.

Puede sentir su corazón agitarse conforme los besos continúan. El calor ascendía nuevamente por su cuerpo mientras la sesión de besos prosigue y, es la primera vez que Ikaris también siente su corazón conmoverse de la misma manera que el de ella. Es este momento en el que sabe que su lugar pertenece junto a Stella después de todo el caos vivido durante los últimos meses y la peor metida de pata que alguna vez pudo hacer, porque el hombre de los mensajes de texto con Sersi no era él.

Siempre fue un adolescente tranquilo. Se sentaba en la esquina y entregaba las tareas a tiempo. Nunca fue popular con las chicas por no tener esos aires de chico malo que tanto les enloquecía en ese entonces. Los otros chicos lo molestaban por no dejarles copiar las tareas, y para no hacer demasiado larga su historia de secundaria: fue un asco.

Exile [Ikaris]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora