Exile [Ikaris]

Capítulo 2

—¡Ikaris! ¡Ikaris! ¡Mmm! —Se escucha por toda la habitación junto a la ruidosa cabecera del hombre.

Su brazo derecho estaba apoyado en el mueble mientras las estocadas aterrizaban de forma agresiva contra el húmedo coño de la chica, provocando varios alaridos de placer escapar de entre sus labios. El aludido aprieta la madera entre sus dedos, acentuando sus bíceps perlados en sudor contra la vista esmeralda que se mantenía debajo de él. Una de sus manos viaja al cuello de la castaña, presionando suavemente éste mientras se inclina a besarle los labios de forma dulce, ahogando cada uno de sus gemidos.

Stella enredó sus piernas con fuerza alrededor de la cintura del mayor, atrayéndole aún más en búsqueda de un contacto más íntimo, deseando el sentirle lo más profundo dentro de ella con su mojada entrepierna soltando chorros mientras sentía el orgasmo cada vez más cerca. Suspira en medio del beso, llevando sus manos al cabello del hombre, deshaciéndolo una y otra vez entre sus dedos.

Sus orbes jades se encuentran con los zafiros de un momento a otro, admirando entre la ternura y el deseo las facciones acentuadas del mayor, dedicándose unos cuantos segundos a apreciarlas, hasta que una estocada le hizo arquear la espalda, clavando las uñas con fuerza sobre la tonificada espalda de Ikaris.

—¡Uh! ¡M-Más! —Sus piernas temblaban, comenzando a perder el sentido de las mismas por cada embestida.

—Stella —gruñe el otro tal cual bestia, alejando su mano del cuello para pasarla a su trasero, cogiendo el mismo con fuerza, empujando con vehemencia contra su coño, escuchando el chorreante sonido que hace eco dentro de la habitación—. Mierda...

—¡Ikaris! ¡Aaah! —gime sin prudencia ella, aferrándose con fuerza a él, de pronto abrazándose más fuerte del castaño—. ¡Dios, Dios, Dios! —chilla mientras sus piernas se sacuden con nervios, encogiendo los dedos de los pies, por fin viniéndose sobre la aún erecta polla del hombre.

Ikaris embiste un par de veces más, sujetándola de forma necesitada al momento que sus labios se unen con los ajenos entremedio de un beso torpe y humedecido, permitiendo que sus lenguas se encontrasen, hasta que él termina por correrse dentro del preservativo, disminuyendo la velocidad de sus estocadas de pronto hasta detenerse completamente. Permanece quieto durante unos cuantos momentos con las pequeñas manos de la chica peinando los mechones empapados que se habían atascado sobre su frente, en especial aquel blanco, a causa del sudor. Es incapaz de guardar la sonrisa que se asoma a sus labios, mordisqueándose el labio inferior.

—Te quiero —De pronto ella musita.

Su brazo sobre la cabecera se aprieta tras aquellas palabras, de pronto reaccionando a lo que estaba sucediendo. Se separa ligeramente de la castaña, admirando sus expresiones ingenuas, esa sonrisa inocente por la que había caído de manera tan fácil en sus encantos. Analiza la mirada pura que Stella continuaba dedicándole, apretando una sonrisa en sus labios para acercarse y unir las frentes de ambos.

—También te quiero —devuelve él con cierto temblor en su voz.

Las manos de ella viajan a sus mejillas, acariciando las mismas mientras sonríe, sintiéndose completamente a salvo estando con aquel hombre, deseando permanecer de esta manera con él para siempre. Las mariposas en su estómago revoloteaban de manera escandalosa, agitando sus alas hasta hacerle sacar este tipo de palabras melindrosas de forma involuntaria de su boca.

Habían pasado alrededor de dos meses desde que comenzaron a salir. Ikaris había descubierto un montón de cosas acerca de Stella, como que adoraba pintar todo el día después de su jornada laboral en la cafetería, que amaba los hámsteres, y su película favorita era Love and other drugs. Cuando estaba triste tenía una extraña forma de agitar la nariz antes de comenzar a llorar, y eso lo descubrió después de la escena donde Jake Gyllenhaal espera a por Anne Hathaway en aquel viejo auto, superando las expectativas que cualquier ente masculino mortal podía ofrecer.