7. You were my town

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Las lágrimas no abandonaron su rostro al segundo día, ni al tercero.

Su pecho dolía conforme las horas pasaban, así como el hecho de no recibir siquiera un mensaje de él continuaba lastimándola aún más de lo que pensaba. Su ausencia hería mucho más que su presencia, como jamás pudo imaginar el dolor del amor. Ella había crecido con las ideas de los príncipes y los bailes con las princesas, el final feliz y todas las mierdas que le pintaron de pequeña.

Stella jamás imaginó que el amor podría sentirse tan oscuro, tan sangriento.

—¡Thena! —chillaba a diario entre los brazos de la blonda, quien la consolaba por segunda vez.

Todos los días era la misma pregunta.

La. Misma. Jodida. Pregunta.

—¿Por qué no me quiso amar? —sollozaba sin control contra el cuello de su mejor amiga, acurrucada entre sus brazos.

Su cabello castaño ya no era mas que una maraña similar a un nido de pájaros, sus ojos estaban hinchados como los de un pez, y el aseo personal había gritado por su ausencia desde hace una semana. Thena intentaba ayudarla a recoger la basura de comida en el departamento, pero diariamente encontraba comida chatarra en el suelo o algunas botellas de agua sobre el mismo, hasta que todo esto desapareció de golpe y dejaba a una Stella tirada en el sillón o la cama por horas sin probar alimento.

Eros era el segundo preocupado por la joven, así que dejaba alimento de vez en cuando para ella, turnándose con su prima para cuidarla y consentirla, aunque sabía que era lo que Stella menos deseaba en estos momentos.

Su brillo se había desvanecido, de la misma manera en que hizo la preciosa sonrisa de su rostro junto con el júbilo que liberaba con solo respirar. Ahora parecía una muerta andante con su pequeña anatomía paseando por el departamento tan solo envuelta en una sábana bajo la cual llevaba oculta por días.

Tuvo que justificar sus ausencias en el trabajo, excusándose de haberse enfermado gravemente, aunque comenzaba a desear que un corazón roto fuese considerado una justificación para no ir a trabajar por tiempo indefinido. Las películas de Hollywood lo reflejaban de la forma más irreal, pues nunca vio a Sandra Bullock en este estado en la pantalla. Todas lucían lindas en su etapa depresiva después de una ruptura.

Ella ni siquiera se reconocía frente al espejo sin echarse a llorar de nuevo, cuestionándose si tal vez esa fue la razón por la que Ikaris no pudo amarla de la misma manera en que ella había hecho. Su alma estaba hecha pedazos y su mente se fundió en añicos tras todos los pensamientos que le atosigaban día tras día, simplemente terminando por compararse con cualquier chica que veía en televisión o veía pasar por la calle en las pocas veces que asomaba la nariz por la ventana.

Quiere devolverle las llaves del estudio, pero eso implicaría verle de nuevo.

Ella quería verlo de nuevo.

Entre todo su dolor, había un trozo masoquista que no le soltaba la mano, y gritaba anhelando que Ikaris cruzara por la puerta suplicándole perdón para hacer que todo volviera a la normalidad. Ese tenía que ser su corazón, a quien no le bastaba estar internado después de la forma en que le destrozaron aquella noche.

Por otro lado, su racionalidad entendía la magnitud del daño y la forma en que le había afectado, tan solo deseando no volver a verlo en su vida, ni siquiera encontrárselo por mera casualidad. Su cerebro intentaba salvar la vida de su estúpido corazón, pero el segundo era ciego cuando se trataba de Ikaris y esa profunda mirada azulada.

Eros se encuentra con ella esta tarde. Está preparando algo de sopa, según puede olfatear en el aire. No tiene hambre, pero Thena y el castaño le obligan a comer por su bien.

Exile [Ikaris]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora