All eyes on him.

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Unos ojos verdes cual peridoto se abrieron con rapidez para analizar frenéticamente su alrededor con desconcierto y con preguntas dando vueltas por su mente como lo haría un correcaminos. Su pecho retumbaba a una velocidad que no creía posible, amenazando con salir de su caja torácica; un latido sordo en sus oídos. ¿En dónde estaba y por qué se encontraba allí? Paredes de colores vacíos como el blanco y gamas de celestes acompañados de grises lo rodeaban, haciendo sentir aquella habitación tan vana como su pecho, por más que había una cama, un par de muebles y su presencia. Aún así, ¿qué importaba esto último? Si su existencia misma se sentía tan hueca como cada palabra, cada acción y cada respiración que podía concretar.

Aquella habitación se sentía tan fría, tan desolada, cuestionándose la realidad del momento, cuestionándose la verasidad del aire que estaba respirando en ese preciso instante. Sus ojos escanearon la habitación en busca de aquella persistente sensación de observación. ¿Dónde estaban? ¿Desde dónde lo vigilaban? Se levantó de la cama en la cual yacía, sintiendo el frío contacto del suelo con sus pies desnudos, con la intención de buscar aquella mirada que lo observaba desde que se había despertado en aquella habitación, aunque unos pasos hacia adelante fueron suficiente para que ahora sienta los ojos clavados incluso en su nuca, espiándolo. Lo están observando, susurros entraban por sus oídos que lo afirmaban. Habiendo observado el liso suelo por unos momentos, notó ojos que brotaban y lo miraban fijamente, penetrando su mirada verde hasta llegar a su inexistente alma. Sintió aquellas brillantes canicas espiando lo más profundo de su ser, susurrando cada paso, cada momento, cada aliento; juzgándolo, siguiéndolo y estando atentos a cada pulso y respiración del chico. Podía escuchar los murmullos que aumentaban de intensidad desde atrás mientras miradas comenzaban a aparecer también en las paredes.
Retrocedió lentamente, lo que hacía contraste con su pulso acelerado y cerró los ojos, sus palmas sudorosas contra su cara tratando de negar aquellas palabras, risas, sonidos y quejidos que martillaban su cabeza. "Préndelo fuego todo." "Te están observando, yo lo sé." "Ojalá te ahogues entre estas cuatro paredes." "No hay escapatoria." "Sirve de algo por una vez." "Me sofoco." "Te voy a matar." "Estúpido." "Los insectos están dentro de ti, sácalos, ¡sácalos!" "Esto no es real."

Sollozos. De la nada se escucharon sollozos que se mezclaban con las voces en una de las esquinas de la habitación. ¿Había alguien? ¿Podría ayudarlo? Todo esto no es parte de su realidad, entonces, ¿por fin habría alguien que lo ayudaría a salir, o se encuentra en la misma situación que él y por eso está llorando? Estaba dispuesto a averiguarlo pero le daba miedo voltear y ver todas esas miradas sobre él, siendo el protagonista de aquella sala. Retiró sus manos de la cara, lentamente volteó su torso y cabeza, decidido a averiguarlo... Pero sintió como su estómago dió un gran vuelco, su mente se puso en blanco y el sudor frío aumentó, escurriéndose por su frente, nuca y espalda. Sus pulmones se querían expandir para respirar correctamente pero su pecho cerrado ante la desesperación, pánico y desconcierto lo impedía. No importa cuánto intentase apartar la mirada, sus orbes verdes seguían posados en aquella criatura de contextura increíblemente delgada, tanta que daba impresión el como sus piernas y brazos parecían estirados de lo flacos y largos que eran, al igual que sus manos. Esta criatura no paraba de soltar sollozos y quejidos que lograban perturbar al joven rubio, pero nada se comparó al horror que sintió cuando vió cómo aquella cosa notó su presencia.

Eso hizo que los quejidos aumentasen, que empiece a realizar movimientos bruscos de desesperación, como si la mirada del rubio pajizo lo alterara mucho más de lo que ya estaba. Entre más tiempo el chico mantenía su mirada horrorizada en aquella cosa, los quejidos pasaban a gritos ahogados. El terror recorrió cada nervio de su cuerpo, estaba por tener un colapso entre los orbes disipados por toda la habitación observándolo, las voces y una criatura de la cual por estar paralizado no podía dejar de mirar.
Finalmente, un sonido lo hizo reaccionar y voltear hacia la fuente de este mismo: la puerta. Su cerradura se movía, como si la intentaran abrir pero fallasen en el intento. Cada vez forzándola más e intentando que ceda a abrirse con enojo, haciendo que todo músculo del chico de cejas pobladas se tense.
Tenía miedo, estaba aterrado y aún así eso es poco para describir el cómo quería gritar pero no podía, no podía realizar ninguna acción ante el pánico. Sólo quería desgarrar cada cuerda vocal en el intento de pedir ayuda. Lástima que su alta presión por el mal rato que estaba pasando le jugó en contra, haciéndole ver borroso y de la nada... Negro.

Nuevamente sus ojos verdes cual pastizal se abrieron desconcertados para analizar con terror su alrededor, paranoico al pensar con qué se podría encontrar esta vez. Al contrario de todo lo que ha experimentado, las paredes tenían algunos colores pasteles que le daban un toque de calidez al lugar. Aparte de esto, sus ojos se abrieron con sorpresa al escuchar una voz gruesa pero gentil.

Ah, señor Kirkland, por fin despertó.— Miró el perteneciente de esta voz y se encontró con un hombre alto, tal vez de su misma altura, que emanaba elegancia y tranquilidad, con cabello levemente ondulado de un rubio claro que le llegaba a los hombros y una leve barba que adornaba su cara, junto unos ojos azules cual zafiro que transmitían gentileza. Este vestía con una bata blanca y sostenía unos papeles, se le veía atento a la reacción de Kirkland, pero no tuvo devolución alguna. —Quédese tranquilo, es hora de tomar sus pastillas. Tuvo un ataque de psicosis y colapsó ante la alta presión.—

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⏰ Última actualización: Dec 02, 2021 ⏰

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