Inhumana

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El verla a ella me causaba emoción, me encantaba estar a su lado, a pesar, de todo.

Era una mañana tan fresca, en punto de las 5:00 am comenzó a sonar la alarma, me levantó mi padre, en un muy trnaquilo viernes.

-Ven, tenemos que alistarnos...

Hizo una pausa muy sospechosa para mí.

-...verás a alguien.

Una emoción me vino de repente, no sabía porqué. Me vestí y alisté, nos fuimos en camino en el carro, un Crown Victoria color celeste (lo menciono por vago recuerdo). En unos 30 min llegamos a la casa de mis abuelos, no quería ir allí pero de todos modos no decía nada al respecto, simplemente me desahogaba en mis noches de lágrimas y tristezas al recordarlo, volviendo a lo anterior, mi padre me acostó en una de las varias habitaciones de la casa y me quedé nuevamente dormida.

En un par de horas me desperté y de repente escuché la pueta principal abrirse y una voz muy familiar se escuchó.

-Si, mi nieta está aquí...

Fueron las palabras que escuché provenientes de mi abuela.

Me hice la dormida, se escucharon unos pasos y, empecé a sentir una mano que pasaba por mi cabello, me asusté porque creí que era mi tío, pero... esta mano era diferenté.

-¡Hey, despiértate!

De un salto me "desperté" y fué cuando nuestras miradas se cruzaron fijamente, no tenía ni la menor idea de quién era: su aspecto era de una señora algo joven, cabello largo color castaño, (como mi tono) tenía unas suaves ojeras (como yo), entonces fué cuando el silencio se rompió debido a mi abuela.

-Ella es tu mamá... Adriana.

Me quedé sorprendida, entonces una alegría me invadió, (no sabía que ella me había dejado en estos años), inocentemente la abracé y ella me correspondió al gesto pero al parecer no tan bien ¿qué estaba haciendo mal?

-Andando, tenemos que irnos.

-Sí mami.

Yo en cambio, estaba más que feliz de al fin poder verla, estaba dispuesta a hacer lo que sea con tal de que no me la apartaran de mí.

Nos subimos en su carro color blanco y nos pusimos en marcha.

-¿A dónde vamos?

Me limité a preguntar mientras miraba a la ventana sin dejar de estar feliz.

-A la casa ¿no quieres ir?

-Sí mami.

En unos 15 min llegamos a una casa, estaba algo descuidada y al parecer le faltaba algo de pintura porque la que tenía se estaba callendo de la antigüedad que llevaba.

-Listo.

Dijo mientras aparcaba el carro.

-Bájate.

-Sí mamá.

Me bajé y ambas llegamos a la entrada de la casa, abriéndola me encontraba mirándola, años en que la quería ver y por fin pude conocerla, nunca le preguntaba a mi padre pero siempre tenía curiosidad de saber cómo era.

-"Por fin los ángelitos del cielo me escucharon"

Fué lo que pensé.

Nunca me imaginé lo que viviría con ella.

El "horario" era así:

De lunes a viernes iría a la casa de mis abuelos, tiempo en que desgraciadamente seguía jugando con mi tío, por las tardes y los fines de semana me los pasaría con ella.

Era fin de semana y estábamos en la casa de ella, hasta que de un tiempo a otro ella ya es diferente, no me atendía como debía de ser, refiriéndome a que siempre pasaba hambre con ella.

-Mami, tengo hambre ¿Qué hay de comer?

No me respondió y siguió mirando la televisión, ya eran más de las 4:00 pm y yo ni siquiera había desayunado.

-¡Mamá!

Le dije ya desesperada.

-¡Busca tú de comer!

Apagó el televisor y se acostó en la cama, quedando absolutamente dormida como la mayoría de las veces, esto me desesperaba y ponía muy triste ¿Qué le había hecho? No es la primera vez que esto pasaba.

-"Soy mala hija"

Era lo que me decía, con mi estómago pidiéndome a gritos algo para alimentarme, me dirigí a la cocina que se encontraba vacía, sin nada por comer. Mis lágrimas comenzaron a brotar nuevamente, miré el refrigerador.

-"Debe de haber algo"

Muy apenas lo pude abrir para encontrarme con algo que más me desesperó, el verlo sin nada de comida. Entonces tomé una cubeta y la puse cerca del refrigerador para alcanzar la nevera pensando que algo iba a encontrar, y así fué, encontré unos "Gansitos" y con una gran desesperación bajé todos y comencé a devorarlos como si mi vida dependiera de ello y efectivamente dependía.

-"Mucho mejor"

Fué lo que pensé mientras terminaba de comerme el quinto, guardé los demás que eran pocos y me senté en el suelo, pensando en todo.

-"Pero es mejor que estar jugando con mi tío"

Fué lo que me dije, aunque no podía evitar las lágrimas que caían una y otra vez, miraba a mis alrededores y sentía un gran miedo al encontrarme esas horribles estatuas de la Santa Muerte (nunca las olvido, con esos cuencos vacíos, su sonrisa macabra, aquella túnica oscura y con esa oz), junto con aquellas rojas y grandes veladoras, era algo tan indeseable sentía como si me miraran, por alguna razón me quería ir.

Sin cielo alguno [Stephen] (1) 《Editando》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora