XV

229 33 7
                                    


Otro mes, querido lector. Y nos volvemos a encontrar tú y yo, para hablar de los nuevos padres primerizos.

Pero sorprendentemente nuestros chicos lo hicieron funcionar bien.

La pequeña Izzy comía siempre a sus horas, el pelinegro la hacía repetir sobre su hombro, limpiando la leche y cambiaba el pañal.

Magnus jugaba con ella cuando terminaba con las tareas del hogar y charlaba con Alexander mientras llegaba el tiempo de hacer cualquier otra cosa más.

Y el enfermero estaba por las nubes

Con un guapo y enorme ejemplar ayudándole activamente en la crianza de una pequeña, adorable y hermosa bebé.
Sin las mierdas de tener que trabajar, de tener que salir a hacer las compras, de socializar e inclusive de ver a otras personas porque... Para Alexander todo eso era tan pero tan perfecto.

Ser un asocial con depresión en un hogar como ese era un regalo divino. Uno destinado a volver dependiente a nuestro chico, quizá un poco aferrado y psicópata... Lo normal en estos casos.

Pero las sonrisas de esos dos soles al verlo eran tan luminosas que podía mandar al infierno todo lo que no fueran Magnus e Izzy.

Los sentimientos que Alec no se permitió tener por nadie al estar sobre sus hombros demasiadas responsabilidades estaban surgiendo de forma incontrolable y cada día eran más fuertes.

Y había una cosa en especial que Alec quería

Una cosa de 1.85 con músculos de acero y ojos de media luna.

Pero toda su actitud del pasado le había jugado en contra, ahora el moreno no hacía nada que le fuese a provocar pánico.

Magnus vivía en un eterno cuento de hadas y por supuesto que se daba cuenta de las miradas que Alexander le dedicaba y el deseo en sus ojos, pero iba a dejarlo dar el primer paso.

Y el momento llegó

Al terminar el día y recostar a la pequeña bebé en su cuna, (cuna que había armado el moreno mientras Alexander jugaba en la alfombra con la niña), ellos estaban hombro con hombro contemplando al enorme regalo envuelto en mantas con dibujos de patitos.

Alec tomó valor, se recargó en el moreno y posó su mano en el vientre de éste.

Magnus rodeó de forma inmediata la cintura de su chico, lo acercó más a él y pegó su mejilla al cabello de su amor.

– Maggs

Suspiró Alexander

– Mmm?

Preguntó el mencionado.

– Bésame por favor

Pidió dejando de estar recargado en el moreno y mirándolo fijamente.

Las mejillas del enorme hombre se colorearon y su sonrisa apareció tan enorme que Alexander se deleitó con la vista.

Magnus observó a su sexi enfermero como un astrónomo al firmamento, el chico estaba perfecto con esos labios rojos y sus ojos reflejando las luces cálidas de la habitación.

Se inclinó sin romper contacto visual y hasta que sus labios se tocaron sus ojos se cerraron con deleite.

Las manos de Alec viajaron a los pectorales del mayor y las de Magnus a la cintura del menor.

Un millar de estrellas parecieron estallar tras los párpados de ambos y el bajo vientre se apretó con un cosquilleo.

Perdieron la noción del tiempo y respiraban entre besos y más besos, subiendo y bajando de intensidad, pasando de un beso francés a simples roces.

Las estaciones del Estocolmo #malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora