XI

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Magnus entró a la casa escurriendo sangre en abundancia, goteaba al escaparse de sus manos que "sostenían" el lugar dañado.

Dejó que los sentimientos de impotencia que en su tiempo lo habían llevado al casi suicidio se hicieran presentes y lo inundaran.

Las lágrimas competían con la sangre para ver qué raudal era más intenso y aunque dolía hacerlo, Magnus también tosía un poco, el líquido espeso estaba tomando otros rumbos.

Fue hasta la sala de estar y se dejó caer al suelo sentado junto al ventanal.

No se hicieron esperar unos pasos suaves pero apresurados.

Un toque en su mano fue la indicación para que él se retirara del contacto con miedo.

Alexander sintió en el alma esa reacción.

¿Cuándo se había convertido en un monstruo que daba miedo a Magnus?

– Maggs...

Su voz estaba un poco quebrada
Y aunque era enfermero, ver tanta sangre lo asustó, él había causado eso.

El moreno abrió los ojos y pudo distinguir a su chico, aún borroso por las lágrimas, esos colores eran únicos.

– Duele

Fue lo que dijo entre hipidos

Un par de lágrimas se le escaparon a Alexander

– Déjame ayudarte

Le pidió con calma el chico

Magnus dudó por unos segundos, después asintió despacio.

Alexander se levantó y fue por el botiquín de primeros auxilios, no tardó en regresar y arrodillarse frente al moreno.

– Aparta tu mano

Magnus lo hizo, Alec vió que el hueso no estaba donde debería.

– Dolerá un poco más

Y lo acomodó

Magnus gritó y sostuvo su nariz.

– Espera, casi termino

Alec se apresuró a meter un isopo por la nariz y levantar la parte sumida.

Otro grito de dolor y después solo toques suaves al limpiar la sangre y poner una bandita.

Magnus no lo miraba, tenía la vista en el suelo.

– Lo siento

La disculpa de Alexander fue pasada por alto como si nunca hubiera sido dicha.

Magnus no reaccionó.

– Lamento haber hecho eso

En esta ocasión, tampoco mostró reacción alguna

– No importa

Fue lo único que dijo el moreno

Eso fue más doloroso para Alexander que una réplica mordaz.

– Te lastimé

Al chico le molestaba que Magnus hiciera menos el incidente.

– Estás en tu derecho

Dicho con tanta desgana, los hombros caídos y la mirada perdida... Fue difícil de contemplar.

Parecía que el hombre grande, alegre y sexy se hubiera apagado y en su lugar quedara un cascarón vacío.

– No, yo no soy así

Magnus sabía que no, Alexander no era así, pero ese incidente había sido necesario.

Las estaciones del Estocolmo #malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora