XVI

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Alexander despertó con un sopor exquisito brindado por el sexo durante la noche.

Se estiró un poco y varias punzadas de dolor le recordaron las actividades previas, el cómo Magnus lo había manejado a su antojo sin dejar de ser una masita con él.

El placer que había experimentado no se comparaba a ver pornografía, era mucho mejor y estaba tan feliz de haber esperado tanto tiempo por tener una experiencia así de buena y con alguien que lo amaba con locura.

Buscó a sus dos personas en la habitación pero no estaba ninguno.

Escuchó algunos trastes sonar en la cocina y tomó del suelo su pantalón de pijama que había arrojado anteriormente.

La casa tenía clima, afuera ya el invierno estaba golpeando con todo pero dentro, podía andar en playera sin sentir las inclemencias del tiempo.

Tomó la polera de Magnus y se la puso, caminó sintiendo algunos piquetes en la cadera y como sus partes íntimas rosaban libres al no llevar ropa interior.

Al entrar a la cocina la pequeña Izzy estaba en su silla alta, con sus respectivos cinturones de seguridad para evitar accidentes y murmuraba cosas ininteligibles al moreno que removía algo en un sartén, gloriosamente desnudo de cintura para arriba.

Magnus le respondía como si entendiera lo que la niña decía, era una conversación muy interesante para el espectador.

O lo fué hasta que esa pequeña bola de ternura  volteó en su dirección y dijo su primera palabra.

– Ma

O al menos lo intentó.

Ambos hombres se congelaron

Magnus volteó y encontró a un petrificado Alexander recién levantado y vistiendo ropa suya.

– ¿Quién es, mi amor? ¿A quien tenemos ahí?

Preguntó Magnus señalando a su chico para que la niña entendiera a quién se refería.

– Ma-ma

Indicó Magnus a Izzy.

– Ma-ma

Repitió la pequeña sonriendo y enseñando unos dientes diminutos.

Un par de lágrimas brotaron de un abrumado Alexander que aún no se movía de la entrada.

Magnus desató a la bebé, la cargó y fué a encontrar a su chico.

– Ma-ma

Volvió a decir la niña de ojos café claro mientras extendía sus bracitos en dirección a la persona que la había estado cuidando y conviviendo con ella todas las horas posibles desde que había llegado con ellos.

Alec lloró otro poco mientras recibía el precioso paquete y lo abrazaba.

Magnus pasó una mano por su cintura y envolvió a sus dos amores.

– Felicidades, eres la madre de Izzy

Alexander aún sollozando no pudo evitar soltar una pequeña risa de alegría. Ese hombre le había dado tantas cosas.

– En ese caso tú debes ser su papá

Dijo sobando la espalda de su niña mientras Magnus le limpiaba con los pulgares las mejillas.

– Bapa

Soltó la bebé y ambos rieron.

– Mi tesoro es muy inteligente

Las estaciones del Estocolmo #malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora