VIII

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Alexander despertó de buen humor después de su genial siesta, había soñado algo agradable que ya no podía recordar.

Fue un alivio y una decepción el no encontrar a Magnus viéndolo fijamente como imaginó que pasaría, él creía que podía tener algo de acosador aún estando asegurada su estadía con él.

Pero no, no había rastro de Magnus y eso le permitió estirarse de forma que se consideraría obscena, no sintió culpa alguna por primera vez.

Su mentalidad cambió después de un relajante sueño, ahora creía firmemente en que algún día iba a salir, iba a irse y no volver a tener esas comodidades.

Entonces podía relajarse, se tomaría todo con calma e iba a disfrutar de lo que Magnus le ofrecía porque tarde o temprano tendría que dejar este sueño y volver a su húmeda y tétrica (pero libre) vida.

Con eso en mente salió de la biblioteca, sin zapatos esta vez porque el piso de madera pulida era lo bastante cómodo para andar descalzo.

Aún tallando sus ojos caminó hasta la sala, ahí no estaba Magnus, la vista era increíble desde el ventanal y la apreció por unos instantes antes de dar la vuelta y encaminarse a la cocina.

Ahí todo estaba tranquilo, no había rastros de Magnus, la vajilla estaba en su lugar y los cajones cerrados, en su paso por el comedor tampoco notó a Magnus.

Se retiró a buscarlo a otro lugar, si Alexander hubiera sido un poco más observador y hubiera estado menos concentrado en buscar a Magnus habría notado el cuchillo que descansaba en la barra de la cocina.

Cuando abrió la última puerta y los baños sin que encontrara a Magnus en ningún lado se confundió bastante, ¿Dónde diablos se había metido el hombresote?

No era alguien pequeño como para pasar desapercibido, entonces escuchó la puerta de la entrada y lo vió ahí, con una canasta en el brazo y cerrando con la otra.

- Hola, hermoso

Saludó el moreno que veía a su chico pálido en medio del recibidor, por un momento temió que su chico quisiera atacarlo para poder salir corriendo.

Alexander desechó la idea de atacar a Magnus y salir corriendo porque él jamás podría pasar esa mole que era el moreno y eso podía terminar muy mal.

- ¿Dónde estabas?

Preguntó Alec con curiosidad porque Magnus venía de afuera y con una canasta.

- Fuí por la ropa

Respondió Magnus como algún hombre cualquiera a quien su mujer mandaba a meter las prendas secas.

- Lavaste la ropa

Dijo Alec medio afirmación medio pregunta y medio avergonzado.

- Eso hice, si

Respondió Magnus acercándose a él, sonriendo por la estupefacción de su chico que se veía adorable.

- Déjame doblarla

Pidió Alec extendiendo las manos en su dirección, Magnus no dudó en cederle la canasta.

- Genial, iré a preparar la comida

Y ya que estaban cerca y sus dedos casi podían tocarse, Magnus aprovechó y se arriesgó a dejarle un beso rápido en la sien para irse inmediatamente a la cocina.

Alec se quedó clavado al piso y sin poder creer que su corazón latía un poco demasiado rápido.

La escena se le hizo tan tierna, tan hogareña y tan significativa que tardó en hacer que sus pies se movieran.

Las estaciones del Estocolmo #malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora