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#Lauren

Me senté en la cafetería del pueblo a leer un nuevo libro que me habían regalado mis padres y por casualidad llegaron Tanner, Dann y sus amigos, mis ojos, inevitablemente notaron a Dann que se veía relajado y casual como siempre, sin embargo, los obligué a voltear hacia Tanner, allí estaba mi luna: ojeras pronunciadas, cuerpo marcado y seguramente aliento a alcohol. Pero, algo era diferente hoy, tanto Tanner como Dann se lanzaban miradas de complicacidad con bastante frecuencia y, pasadas unas tres horas ellos se retiraron en silencio despidiéndose de todos.

- ¿A dónde van ustedes? - susurré sintiendo un escalofrío recorrerme el cuerpo entero.

Presentía que algo malo iba a pasar.

Corrieron por el bosque hasta la casa de Tanner con la luna llena brillando bajo la travesura que planeaban. Una vez que entraron a casa de Tanner, no pude hacer más, solo observar por la ventana como él y Dann ingresaban a la guarida vacía del viejo mago ausente -el "padre" de Tanner- e iniciaron a buscar entre todas sus cosas. Dann nervioso seguía órdenes de Tanner, buscando algo que parecía perdido en la habitación. Lo encontraron, un libro, Tanner tomó de la mano a Dann y empezó a leer en voz alta.

Mi corazón se aceleró, me sentía ausente, mareada, en un último intento me agarré de un árbol cercano, pero era tarde, todo a mi alrededor se nublaba...

- ¡No!¡No!¡Dann!

- Tranquila niña, todo estará bien - susurró una voz en la oscuridad.

Salté de la cama exaltada, entre la oscuridad pude ver dos melenas rubias ¿Era Ginebra? ¿Cómo demonios había entrado a mi casa?¿A quién pertenecía la segunda melena rubia?

- ¿Quiénes son? ¿Qué quieren? - pregunté con sigilo - ¿Eres tú Ginebra?

- No... - susurró una de las dos mujeres rubias en tono macabro -. Vinimos por tí.

Enmudecí no había vivido prácticamente nada en este nuevo mundo y ya estaba por ser asesinada a manos de dos extrañas quiénes poco a poco iban acercándose a mí con el rostro cubierto por pasamontañas. Mire a ambos lados, no había nada con lo que defenderme excepto el portador de incienso... No era una mala idea, pero no te estaba segura de si estaba ante una amenaza real o una broma.

- Ginebra, si eres tú, esto no me hace gracia... - afirmé armandome de valentía para tomar el objeto con apariencia de faro y tirarlo hacía quiénes quiera que fueran aquellas desconocidas.

Entonces la luz de la habitación se prendió y estridentes risas femeninas retumbaron por toda la habitación, no me había equivocado, eran Ginebra y una chica más joven que parecía una copia más joven que la mujer rubia.

- ¡Soy yo niña! ¿Quién más podría ser? - exclamó Ginebra señalando a su copia -. Ella es mi hija, Kendra.

- Dios mío - río la chica rubia -. Deberías haber visto la expresión en tu rostro, lo sé, mamá y yo nos parecemos demasiado.

- ¡Me asustaron! - exclamé sin ocultar lo enojada que estaba con el hecho -. Nunca más vuelvan a hacer algo similar.

Entonces Ginebra mostró unas bolsas que había estado escondiendo tras la espalda, las bolsas se encontraban repletas de artículos de higiene personal y víveres básicos, aún así, no pensaba perdonarás tan rápidamente.

- No pienses que por darme esto obtendrás mi perdón.

- ¿Son así los londinenses? - preguntó Kendra con las manos acomodadas a su cintura -. Muy descorteses, inaceptable, aquí aprenderás a comportarte como es debido.

Juntos | BL [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora