𝐂𝐫𝐮𝐬𝐡 𝐀𝐥𝐚𝐫𝐦 [𝟏]

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Las flores que ella se encargaba de cultivar y cuidar florecían lo más bellas que se podía, aunque claro, era una perdida de tiempo venderlas ahí, siendo que Isabela Madrigal se encargaba de que todo tipo de plantas y más variadas ahora que se había aventurado a probar nuevas cosas con su don, estudiarlo más a fondo.

Por lo que, siempre, sin falta a las 5 de la mañana se hallaba yendo hacia otro pueblo cercano a pie o pidiéndole a don Osvaldo que le hiciera el volado de irla a dejar en su carreta.

12 minutos en carreta, 17 minutos a pie.

Hacía lo que estaba a su alcance para sobrevivir y si tener que caminar desde muy temprano hacia otro pueblo para vender flores para tener algo que comer en la mesa, pues... que así sea

No es como si tuviera otra opción, sus padres y el resto de su familia... bueno, no tuvieron un buen final...

Su único sustento era ella misma, aunque más de una vez le aconsejaron el casarse, que se mantuviera lo más bella posible y así conseguir un buen esposo que le de todo lo que le faltaba y si se podía hasta más.

Aunque la idea era propuesta con buena intención, no le llamaba tanto la atención, apenas tenía 15 años, el matrimonio le parecía costoso, no por el dinero, si no porque...

No conocía a nadie de quien estuviese interesada... mucho menos creía que algún muchacho le prestase atención alguna.

Además ni siquiera contaba con una madre o pariente mujer que se tomara las molestias de presentarle a un muchacho y organizar una cena de compromiso.

Soltó un suspiro una vez terminó de regar las plantas que se venderían para la próxima semana, el sol estaba hasta en su punto más alto, secando el sudor de su frente procedió a tomar un poco de su taza de café para mantenerse despierta, esto de irse levantando temprano para regresar hasta las 3 de la tarde le estaba pasando factura.

—Muy bien, quiero que crezcan lindas y fuertes, lo más que puedan, aunque estoy segura que estarán listas para entonces, la boda de la señorita Daela será muy pronto y ustedes van a hacerla brillar— se agachó mientras les hablaba con dulzura

Sin más entró de nuevo a la casa, mientras preparaba su bolso para ir a jugar un rato con los niños de la zona, a veces con algo de suerte las mamás a veces le pagaban uno que otro poco por vigilar a sus niños.

Al llegar al centro de la ciudad algunos niños que jugaban por la zona la notaron y rápidamente formaron sonrisas más grandes en sus rostros y corrieron a saludarla

—¡_____ al fin llegas!— habló entusiasta una niña de sombrero

—¿Trajiste el jabón y el agua? ¿puedes hacer ese truco otra vez?— habló otro niño de flequillo

—¡Si! Por fiiiiii

—Ándale, hazlo

—Si, por favooooor

—Queremos volver a verlo

—¿Luego me dejas peinar tu cabello?

—¿Podemos decorarlo?

—Juguemos a la gallinita ciega

—Ay yo quiero ver el truco de magia que haces con el papel

Más y más peticiones se hicieron notar mientras rodeaban a la chica en un circulo muy estrecho mientras saltaban

La chica solo pudo sonreír al ver su entusiasmo y miradas iluminadas con la idea de querer hacer todo lo posible en aquella tarde.

𝐁𝐚𝐣𝐨 𝐭𝐮𝐬 𝐞𝐧𝐜𝐚𝐧𝐭𝐨𝐬 ||𝐂𝐚𝐦𝐢𝐥𝐨 𝐌𝐚𝐝𝐫𝐢𝐠𝐚𝐥||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora