Mason Crawford
Desde que era un niño mi pasión se trataba de tan solo un guante y una pelota. Cuando estaba en el campo de beisbol no había nada que se interpusiera en que yo estuviera allí, disfrutando de la brisa y de la forma en que mi brazo se mueve cada vez que voy a pichear.
En la NY Slunggers Academy pasaba casi todo el día entrenado, practicando toda la mañana con un grupo grande de chicos que son entrenados por tres entrenadores de los Yankees. No eran mi equipo favorito, como tampoco jugaban mal, sino que todo el mundo los veía como el mejor equipo de las grandes ligas por pertenecer a una de las ciudades más famosas de Estados Unidos. Y eso no me gustaba. Claro que no me quejaba, la academia no es solo para buscar por esfuerzo entrar a un solo equipo, podías tener la oportunidad de integrarte a otro equipo y por eso me habían traslado.
— El besibol no es solo un deporte, el beisbol es desempeño, esfuerzo y...
— ... Y dedicación al cien por ciento — culmino por Bruno con una sonrisa divertida, cada mañana me hacia culminar por él la frase que su padre, es decir, mi abuelo le inculcó desde pequeño.
El desayuno comienza con frutas, proteínas y vitaminas, claro, antes de eso una rutina estricta de ejercicios seguido de un trote sin parar por el Central Park, lo bueno de todo eso es que tenemos a una mujer que nos consciente cada mañana y cada noche antes de dormir. Emma de Crawford sirve los platos de comida para el desayuno como cada mañana antes de irse a trabajar, mi madre una mujer de cabello marrón oscuro y facciones tiernas nos dedica una sonrisa con aquel vestido largo que llega a sus rodillas. Hacia tanto tiempo que no disfrutaba de poder estar en familia, a medida que viajaba por diferentes academias alrededor del país solo podía llamar a mi madre cuando se nos permitía coger el teléfono, por eso me agradaba estar en casa.
— He hablado con Mauricio Gomez, el entrenador venezolano que perteneció al equipo de los Dodgers. Me ha comentado que te ha ido muy bien esta semana — asiento llevando un trozo de frutos secos a mi boca — Y me he tomado el atrevimiento de decirle que quiero estar presente en los entrenamientos — dejo el tenedor sobre el plato y limpio mi boca con una servillrta.
Por esto, no quería que me trasladaran a Nueva York.
— Ya sabes lo que opino sobre eso papá, me gusta que me ayudes a entrenar en ocasiones pero me desagrada la idea de que quieras estar en todo, con todo respecto — respondo serio volviendo a retomar mi desayuno.
— Lo entiendo Mason, pero soy tu padre y hace años que no se nada de tu vida fuera de casa — mi madre le da una mala mirada.
— No digas tonterías Bruno, sabes muy bien que siempre estas pendiente de la vida de Mason — mi padre observa a Emma rendido de las palabras de su mujer.
— Tienes razón. Pero es inevitable no sentirme atraído por el futuro de mi hijo, ha seguido mis pasos desde que era solo un niño, me vio jugar en uno de los mejores equipos de las grandes ligas... — lo interrumpo dando un sorbo al jugo de moras que mi preciosa madre preparó para mí.
— Papá, entiéndeme, no quiero que la gente me vea como el hijo de uno de los grandes del beisbol y que por tal razon merezco todo, ni que piensen que mi padre tiene las mayores influencias y que cualquier equipo va a quererme dentro. Vengo de abajo y sin tu ayuda, que siga siendo así por favor — Bruno suspira cuando me levanto de la mesa y la rodeo para palmear su hombro.
— Si así lo quieres, entonces no voy a interferir en tus entrenamientos. Pero, claro está que seguiré entrenándote en mi propia casa y a mi manera — dejo un beso en la coronilla de mi madre quien me sonríe con dulzura.
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El Primer Homerun
RomanceNo creía que el amor fuera tan complicado... Hasta que lo conocí a él y supe que desde ese momento nada de mí iba a volver a ser como antes.