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04: ¿Me estás acosando, Fresita?

G E A ;

En este punto de mi vida tenía claro tres cosas:

1. Cuando a Luna se le metía una idea en la cabeza, era mejor sacarle la cabeza.

2. No dejar que Luna escogiera mi ropa.

3. Jamás dejar que Luna me volviera a convencer.

Y con los años de amistad que tenemos, no he sido capaz de cumplir alguna.

—Luna... esto no me gusta —repetí con pesadez, frunciendo mi ceño y mirándome por quinta vez en el espejo de mi cuarto.

Soltó un suspiro y tomó el puente de su nariz, buscando paciencia. Yo me quedé mirándola con un mohín de disgusto.

—Dame un solo motivo de por qué no te quieres poner el vestido, y juro, por todos los Dioses, dejo que vayas con tu pésima combinación —expresó, dejando de lado el pintalabios para mirarme fijamente.

—¡Oye! Mi combinación no es pésima —defendí, muy digna, arrugando más mi entrecejo.

No lo era. ¿Qué tenía de malo unos pantalones azules con círculos y una blusa amarilla de rayas verdes, para una fiesta?

—Gea, siglo XXI, no estamos en los 80's o 90's. A estas alturas deberías saber que círculos no mezcla con rayas —entornó los ojos.

—Pero a mí me gusta. Además, este vestido no me gusta cómo me queda. —Volví mi vista al espejo y definitivamente no. No me gustaba.

Cuando mi amiga vio el ouffit que había elegido para ir a la fiesta, casi le da un infarto. Luego de una gran discusión, logró convencerme para elegir ella la ropa que llevaría, y casi me da un infarto a mí. Ahora me estoy arrepintiendo de dejar hurtar mi armario y buscar prendas que ni siquiera yo sabía que tenía.

Realmente el vestido no estaba mal, era bastante bonito y atractivo, a decir verdad, pero yo no me sentía cómoda en él.

Era de un color hermoso, casi se podría comparar con el cielo estrellado de Los Ángeles porque tenía brillos dispersos. Llegaba un poco más sobre la rodilla, y estaba abierto desde el cuello hasta un poco por debajo de los senos, pero no abierto de mostrar mi alma al mundo. En realidad, lo impedían unas tiras —del mismo color del vestido —, entrelazadas en forma de zigzag.

Además, Luna quería que llevara unos tacones de punta fina rojos que según ella sí hacían una buena combinación —recalcar las últimas palabras —con el atuendo.

—Gea, en serio el vestido te queda muy bien —aclaró seria, dejando su estrés de lado —. Esos pantalones ocultan tus curvas.

—¿Y para qué querría yo mostrarlas?

—¿Y para qué querrías tú ocultarlas? —contratacó, de la misma forma —Eres joven, mereces disfrutar, divertirte. No tienes cuarenta años, tres hijos, un esposo gruñón que no te deja salir, y tampoco un cuerpo que no admite vestidos sensuales —sonrió con dulzura, haciéndome soltar leves carcajadas —. Además, el vestido no muestra de más. Muestra lo necesario para que luzcas guapísima.

Yo no era de las chicas inconformes en cuanto a su físico; sabía que tenía una bonita figura, y agradezco haber estado en gimnasia siete años. Sí, sí tengo mis inseguridades, y luchaba cada día por deshacerme de ellas. Nunca he considerado que la apariencia sea lo más importante, sino lo que se lleva dentro. Tampoco descuido la mía, pero simplemente, para mí, no es de las cosas más esenciales.

↭Huésped de Medianoche↭© #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora