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05: Trágame Tierra y escúpeme en Grecia.

G E A ;

¿Alguna vez has sentido esa rabia que recorre de una punta a otra todo tu cuerpo, pero que, lamentablemente, no puedes hacer nada?

Bueno, eso sentía yo cada que giraba la vista a mi hermano o veía a mis amigos por el espejo retrovisor. Solo quería tomarlos por el cuello y estrangularlos de una vez por todas.

Aaron tenía la cabeza pegada a la ventanilla, y no era capaz de dirigirme al menos una mirada. Todavía guardaba un poco de vergüenza el maldito.

Luna no hacía más que soltar suspiros, mover su pie, nerviosa, y destrozar sus uñas con los dientes.

Eros estaba atento a la carretera, aunque de vez en cuando miraba hacia mí y tragaba grueso.

Los tres sabían que estaba enfadada. Muy enfadada.

-¿Ya me pueden explicar qué está pasando? -solté enseriada, una vez mi hermano detuvo el auto cerca de una... ¿una playa?

-Mira, no es lo que parece... -Comenzó Aaron, prestándome atención.

Lo interrumpí -. Directo al grano. Quiero saber por qué estamos huyendo de ocho hombres que son más músculos que personas. Y por qué nos encontramos en medio de una playa. -Miré a cada uno con severidad.

-Verás; todo comenzó en el baño de hombres -alegó el castaño -. Eros y yo salíamos de ahí, y nos encontramos con dos chicas un tanto... raras, pero atractivas.

-El punto es que ambos coqueteamos con ellas. Solo olvidamos un detalle: eran novias de dos de los tipos. Lo peor de todo es que... -continuó Eros. Lo callé con mi incredulidad.

-¡¿Me están diciendo que hemos sido perseguidos por ocho bestias porque su cuerpo no puede estar cinco segundos sin interactuar con la población femenina?!

-¿Sí? -hablaron al unísono, dudosos.

-Llévatelos, Hades. Llévatelos -rechisté, saliendo del auto y dándole un tirón a la puerta.

Con mis tacones rojos en manos, emprendí rumbo por aquella playa. Solo me iluminaba la luz de luna. El silencio besaba mi espalda y la arena húmeda besaba mis pies.

Escuché cómo luego de unos segundos, ellos también bajaban, y sus pasos apresurados hacia mí.

-¡Gea, espera! -Me hice oídos sordos al grito del rubio.

-¡Gea! -Le siguió Aaron.

-Esta vez se pasaron de castaño oscuro. -Los pasos se detuvieron, y el tono de reproche de Luna fue lo único que se escuchó.

Con la misma rabia de antes, me senté en la arena, cerca de la orilla. El agua salada mojaba mis pies, dándome la bienvenida.

-Pero... -intentó refutar mi hermano.

-Pero nada. Somos cuatro, y debemos cuidarnos mutuamente. No ponernos en riesgo por las ganas que ustedes no se pueden aguantar -alzó el tono de voz enfadado.

↭Huésped de Medianoche↭© #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora