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09: Confesiones.

G E A ;

Miércoles, 27 de octubre del 2021, 2:03 pm.
Los Ángeles, California, Estados Unidos.

Tiendas. Disfraces. Amigas.

En eso se había resumido mi tarde y la verdad era que no me podía quejar, la diversión pudo más que el cansancio. No me había dado cuenta de cuánto extrañaba tener una tarde con mis amigas, hasta ese instante en que reí. A veces la Universidad y el trabajo nos absorbía de una forma, que no encontrábamos el tiempo para tener ese tipo de momentos y disfrutar de nuestros lazos.

––¿Qué creen? ¿Me disfrazo de conejita o de demonio? ––inquirió Luna, mientras ojeaba los atuendos de los percheros.

––De demonio, seguro Satán pasa y te lleva ––contestó Amelie, divertida––. Te le escapaste cuando naciste.

––No te lo voy a negar. ––Elevó los hombros con descaro y eso provocó nuestras risas.

––Chicas… ––murmuró Amy desde dentro del probador.

––¿Qué sucede? ––añadí.

––¿Estoy bien? ––Corrió la cortina y quedó frente a nosotras con su disfraz puesto.

Consistía en un sexy conjunto de Alicia en el País de las Maravillas. Era el mismo vestido azul con el delantal blanco, solo que estaba ceñido a su cuerpo y unos centímetros más arriba de su rodilla. En su cabeza descansaba una diadema negra con un lacito sencillo, justo como la de Alicia. Unas medias blancas —casi transparentes— llegaban hasta un poco menos de la mitad de sus rodillas, pero eso no le quitaba ni un poco de atractivo. Por último, tenía unos zapatos negros idénticos a los de la protagonista de Lewis Carroll. El traje se ajustaba a las partes indicadas de su cuerpo. Encajaba con la ternura de Amy, pero a la vez le daba un aire más sugestivo, atrayente. Lo único que le faltaba era el toque macabro.

Y su conejo, obvio. Ja.
––¡Estás preciosa! ––fui la primera en hablar––Solo te falta ser rubia.

––¿No está muy corto?

––¿Me estás jodiendo? ––intervino su hermana––¡Está perfecto! Además, es una fiesta de disfraces, habrá gente mostrando hasta su alma.

––Tienes dieciocho años, chica. Disfruta ahora ––dijo Luna.

––Diecisiete ––corrigió la aludida.

––Bueno, pues lo mismo.

––¿Y tú, Gea? No te he visto escoger ningún disfraz ––indicó la morena.

Resoplé con molestia. Nada de lo que había visto en tiendas anteriores me había gustado y en esa no encontré nada que captara mi atención.

––Ningún disfraz encaja conmigo.

––¿No has pesado en disfrazarte de Diosa Griega? Estás obsesionada con esa mitología, creo que encaja muy bien contigo ––opinó Amy, desde dentro del probador. Al final, decidió quedarse con el atuendo.

Fue como si en ese momento las dos pobres neuronas que me quedaban se unieran en un triste intento de enviarme un mensaje coherente y se prendieran en fuego. Las pequeñas Geas que habitaban en mi cabeza, dejaron de trabajar en sus puestos y se quedaron viendo por la pantalla que mostraba todo el exterior. Me quedé procesando la situación con los labios entreabiertos.

––Hizo cortocircuito. La perdimos ––comentó Luna, mientras salía del probador con su traje puesto.

––¡Es una idea increíble! ––exclamé, como si la idea tan simple de Amy hubiese sido la cura al cáncer ––¡Eres la Einstein del siglo veintiuno, Amy! ––reiteré con el mismo tono, llamando la atención de algunas personas y malas miradas de las trabajadoras.

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⏰ Última actualización: Aug 07, 2022 ⏰

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