Me han humillado de las formas más denigrantes a lo largo de mi vida. Supe cómo afrontarlo, va, lo guarde, me dispuse a seguir en modo piloto automático, sin importar que pasara, lo que doliera, yo tenía que seguir siempre y siempre me sentí de ese modo. La vida siempre encontraba la forma de mostrarme que siempre podía sentirme peor, menos, insignificante e insuficiente. Le cuestioné a dios, al universo o a lo que sea que existiese; dije que todo el dolor que la vida me llevo a atravesar no valían la pena. Que donde estaba hoy y el dolor que había conllevado no valían la pena, pero eso fue egoísta conmigo misma por todo lo que había luchado para llegar hasta donde me encontraba, me lo había ganado, lo merecía. Había aprendido a consolarme a mí misma y en ocasiones ver que todo era valeroso de vivir más allá del caos, más allá de lo que mi cabeza y cuerpo sabían, y sufrieron conmigo. He sido humillada miles de veces, injustamente. Siempre me sentí nada y durante muchos años nunca me defendí porque tenía miedo. Todas esas humillaciones me hicieron sentir diminuta, que cualquier persona podía venir y herirme como sea, yo no iba a poder defenderme. Sentí tanta presión sobre mí que creí haberme consumido por completo, esa clase de dolor que se vuelve agónico, que nos atraviesa la garganta y no nos deja respirar.
Soy esto, que soy aquello. Pensé 10 mil veces que me había ganado la libertad de una conciencia tranquila, porque todas esas veces que caí hasta tocar fondo no se iban, ni me dejan. Y después, me paro frente del espejo pero no puedo mirarme a los ojos, porque me doy vergüenza y porque me siento sucia, y débil, porque no se si la libertad de cómo elegirme sentir me saca una parte del dolor de las 10 mil veces que me la arrebataron. No entiendo, esto no me ayuda, todavía me duele, las cosas que mi cuerpo ha pasado para sobrevivir. Y estoy en una búsqueda que me cansa, porque no se para donde correr, en algún momento todo ello, siempre me alcanza y entonces cuando vuelvo a mirarme al espejo no puedo emitir palabras y lloro, lloro a veces de injusticia otras de orgullo, pero este orgullo no tendría que doler tanto. Se supone que al fin soy libre, pero... ¿de qué? Todavía no estoy a salvo, todavía tengo miedo, todavía tengo este nudo en la garganta porque todo es incertidumbre. Y escribo porque mi corazón no encuentra palabras para vaciar el dolor y llueven, llueven constantemente para que de alguna manera pueda decir cómo verdaderamente me siento; y al menos de alguna manera pueda hacerme entender que aún voy a chocar contra 100 paredes más, y de alguna manera ir supurando el dolor antes que me reviente. Soy fuerte (mentira, ya no sé cómo aguantar, simplemente finjo y todos lo creen) creo que la resignación y la neutralidad son mis peores enemigas, me siento inerte y vacía, y sigo buscando encontrarme. Peleando contra todo eso que me robo de mil maneras permanecer cerca de mí y no encontrarme a kilómetro de lo que anhelaba ser. Humillación, no es solo una palabra, son golpes, abusos, denigraciones de las peores categorías. Nunca se si estoy mejorando o si cada vez me estoy hundiendo más. Y yo estoy harta hasta incluso de mí. Me han marcado cada error, como si no me torturara a mí misma cada dia con dichos errores. Sigo sintiéndome insignificante como todas las veces que me lo traen a colación en la cabeza, y me la taladran como si supieran al menos. Nadie sabe sobre los esfuerzos diarios a pesar de, y sigo peleando contra mí misma, creyendo que allá afuera hay cosas buenas, como por las cuales lucho y por las que he luchado a lo largo de mi vida sin importar las adversidades. Caminando aunque la noche es fría, y solo quiero respirar pero la mente me invade constantemente y me hace cuestionarme quien soy, que estoy haciendo, y que estoy haciendo con todo lo que no sé cómo aguantar; porque estoy dejando que constantemente todo me gane, y comienzo a correr porque quiero escaparme, pero no puedo de mí. "porque así es la vida" y no importa cuantas veces yo le cuestione los por qué y no haya respuesta, no importa cuánto me enoje, ni cuantas veces me reproche de que la vida no es justa, de que nadie es justo. Estoy sangrando, pero allá afuera hay más como yo, y entonces por momentos algunas cosas cobran sentido y por más que me duelan las agradezco. Porque me fui haciendo más sabia, más humana, con todo lo que la vida en sus formas más trágicas me enseño, y entonces en los momentos de lucidez dejo de correr y me sonrió, porque no hay nada que espere más que abrazarme y decirme que gane y que estoy orgullosa de mi porque sin importar cuánto sangre siempre pude, puedo y vamos a poder.