21. Voz chillona.

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Este capítulo contiene escenas +18, si no tienes la edad suficiente queda bajo tu responsabilidad leerlo.

Sentí su cálido aliento contra mis labios, tan solo estaba rozando su piel contra la mía, claramente estaba jugando conmigo porque tenía una estúpida sonrisa en su rostro

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Sentí su cálido aliento contra mis labios, tan solo estaba rozando su piel contra la mía, claramente estaba jugando conmigo porque tenía una estúpida sonrisa en su rostro.

—¿Qué ocurre pequeño ratón? —susurró sobre mi boca, incitándome.

Saqué lentamente mi lengua y la deslicé sobre sus labios, lo escuché soltar una risa.

Ladeó el rostro y nos unió a través de un deseoso beso.

Correspondí, acaricié sus labios lentamente, él no parecía tener la misma calma que yo, porque le dio un leve mordisco a mi labio inferior. Por alguna razón eso solo hizo que deseara su tacto en mayor cantidad.

Lo empujé de nuevo y volví a quedar encima de él.

Rió absurdamente y se relamió los labios.

—Si seguimos rodando llegaremos hasta el lago —miró por el rabillo del ojo hacía éste, el cual se encontraba a unos quince metros, y tras un parpadeo lento regresó la vista hacía mí.

Sus ojos brillaban, me observaba con deseo, tal vez algo más que deseo. Me gustaba como me miraba.

Puso sus manos alrededor de mi cintura. La presión de mi cuerpo contra el de él me distrajo enseguida.

Sonrió entreabriendo los labios y con la mirada puesta en los míos.

—Pero prefiero estar arriba —murmuró y enseguida volvió hacernos girar para ponerme abajo de él.

Inclinó el rostro y acarició mi mandíbula con sus labios.

Comenzó dejando besos alrededor de mi barbilla y bajando lentamente hacía mi cuello, alcé el rostro de manera automática dejándole la tarea más fácil, sentí su sonrisa causada por mi acción justo sobre mi piel.

Se separó colocando su rostro a pocos centímetros del mío, con una de sus manos rodeó mi cuello, sentí su pulgar acariciarme en la zona donde había dejado un par de besos.

Me iba a decir algo, pero fue interrumpido por gotas de lluvia que comenzaron a caer.

—Debe ser una broma —se separó de mí y se puso de pie.

Yo me reí mientras me ponía de pie.

Las gotas dejaron de ser soportables y se convirtieron en una tupida lluvia. Ambos metimos todo en la cajuela de su auto, en el proceso terminamos empapados.

Así que ambos estábamos mojando el asiento trasero de su auto.

—Tengo una sudadera para que te la pongas en vez de tu blusa mojada.

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