𝐎𝐍𝐄

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Los integrantes de la casa Madrigal despertaron a las seis de la mañana en punto. Los tres adolescentes de catorce años tenían muchas actividades que hacer y al ser los únicos con dones tenían mucho por hacer. Pepa tenía que encargarse de que el clima estuviera perfecto para la boda de uno de los pueblerinos, Julieta tenía que empezar a preparar la comida para las personas que se sintieran mal o se lastimaran por lo que iba del día y Bruno...bueno, no siempre se podía utilizar su don, no todos quieren saber su futuro.

Él solo acompañaba a su madre a sus recados, no es que se molestara por eso, sino que se aburría. Le gustaría utilizar su don de vez en cuando, pero a todos les daba miedo el futuro y lo que les espera, los valientes que se atrevían terminaban tristes o enojados por lo que él les predecía. Eso entristecía a Bruno, ya que en ocasiones le echaba la culpa a él. Su madre lo defendía, pero de todas formas el sentimiento se quedaba con él, no era culpa su el futuro que veía en la gente.

Volvió a la realidad cuando escuchó la voz de su madre gritándole desde la puerta, llamándole para que empezaran su camino hacía el pueblo para las actividades del día. El de rulos soltó un suspiro y camino hacía su madre, quien lo esperaba con una sonrisa en su rostro. Cuando vio a su hijo soltó una pequeña risa al ver como seguía con cara de sueño y tomo sus mejillas.

—Prometo que no tardaremos tanto. Solo iremos a la casa de los García y volveremos para que duermas un rato, ¿está bien?

Bruno asintió y su mamá le dio un beso en la frente. Los dos salieron de Casita y se encaminaron a la casa de los García, lo cual emocionaba a Bruno ya que desde que iban a esa casa, siempre escuchaba el sonido melodioso de un piano, canción tras canción, jamás paraba hasta que él se iba y ya no volvía a escuchar. Admitía que le daba curiosidad saber quién estaba detrás del piano.

La razón por la cual siempre iban a la casa de los García era porque su madre ayudaba en el negocio de la señora. Los García eran personas que acababan de llegar al pueblo y no tenían mucho dinero, solo habían alcanzado a comprar ciertas cosas, por lo que su madre se compadeció y empezó a asistir unas horas en la mañana a ayudar con lo que necesitaran, pero Bruno tuvo que empezar a acompañar a su madre gracias a que nadie del pueblo lo solicitaba.

Cuando llegaron a la casa de los García, Bruno pudo escuchar como de uno de los cuartos del piso de arriba salía la música, sonriendo automáticamente. No conocía quien era la persona que tocaba aquel instrumento pero internamente se lo agradecía, ya que hacía que su estadía en el lugar fuera más tranquila. Su madre tocó la puerta mientras él seguía embobado con la música, hasta que la adulta García les abrió la puerta con una sonrisa y con un mandil puesto.

—¡Alma, comadre, buenos días! —saludó la señora García mirando a la adulta Madrigal y luego miró al de rulos—. ¡Buenas Bruno! ¿Amaneciste bien corazón?

—Buenos días Anna. —La saludo Alma, sonriente. Se llevaba bien con la García.

—Sí, amanecí bien señora Anna, gracias. —respondió Bruno con una leve sonrisa.

Anna era una mujer alta y morena, su cabello al contrario, era rubio. Su cabellera se encontraban atada en una cola alta y alguno de sus cabellos caían por su frente. Sus ojos eran de un color marrón muy bonitos, se podría decir que eran lindos de mirar. Invitó a los dos Madrigal a entrar a su hogar, siendo este también una panadería que últimamente estaba siendo más reconocido gracias a la ayuda de Alma, quien siempre recomendaba sus postres.

Bruno estaba a punto de ir por la escoba, ya que él se encargaba de que el lugar se mantuviera limpió, pero una mano se posiciono en su hombro haciendo que se sobresaltara. No mucha gente además de su familia hacía eso.

—Alma, ¿te molestaría si esta vez Bruno no trabaja?

—¿Por qué preguntas eso comadre? —preguntó la madre del moreno algo extrañada.

—Es que, como sabes, yo vivo aquí con mi marido y mi hijo, pero él siempre se la pasa encerrado y es algo que me preocupa, casi no socializa. Así que, estaba pensando en que Bruno podría hacerse su amigo ¡además los dos tienen la misma edad!

Bruno miró con nerviosismo a su madre. No quería tener que ir a socializar solo con alguien de su edad, no estaba acostumbrado a esas cosas y debía de admitir que le daba mucho pánico. Muchas de esas veces no tenía temas de conversación y no sabía sacar platica, quedaría en ridículo y eso era lo que menos quería.

—Bueno...creo que estaría bien, con tal de ayudarte a ti y a tu hijo. —accedió la de coletas con una sonrisa, después de todo ¿no era el trabajo de un Madrigal ayudar a los demás?

Pero Bruno sintió un revoltijo en el estómago. No sabía que iba a hacer ahí, tenía muchos nervios ¿y si no le caía bien al hijo de Anna? ¿y si lo empezaba a considerar un rarito? Lo que menos quería era decepcionar a su madre. Anna con alegría soltó el hombro de Bruno y le agradeció a Alma, feliz de que alguien pudiera hacerse amigo de su hijo. Mientras tanto, Bruno tuvo que resignarse a quejarse sino quería que su madre lo regañara, por lo que solo trato de sonreír como si se viera que le gustaba la idea.

—Mira Brunito, —dijo Anna mirando al moreno—. Pablo está en el piso de arriba, en el último cuarto. Solo sigue el sonido del piano, le encanta tocarlo por estas horas.

Y su mente dio un boom ¿el hijo de Anna era el responsable de esa hermosa música? De repente la idea de tener que ir a socializar ya no le disgustaba tanto, de hecho, hasta lo había puesto feliz.

La primera vez que escucho aquel piano, le dio pena tener que preguntar quién era la persona que tocaba, ya que no conocía muy bien a la señora Anna y no había mucha confianza. Pero después de un tiempo, cada vez que tomaba valor de preguntar, su madre lo evitaba dándole más trabajo, por lo que simplemente decidió rendirse y disfrutar de la música. Pero ahora que la oportunidad estaba abierta, no lo dejaría pasar, esta vez lo aprovecharía.

Bruno asintió y empezó a caminar hacía las escaleras, sintiendo como el corazón le latía rápidamente. Estaba nervioso ¡claro que lo estaba! Podría conocer a la persona que tocaba aquellas hermosas melodías. Jugaba con sus manos y el latido de su corazón fue más rápido, pensó que incluso se le saldría del pecho, aunque claramente eso no pasaría.

A paso lento, siguió la música, está siendo cada vez más fuerte mientras más avanzaba, hasta que llegó al frente de aquella puerta, donde el tal Pablo se encontraba. Bruno trago saliva y con nervios, toco, arrepintiéndose en el proceso. Ya le había dado pena, se iba a acobardar y bajaría al primer piso corriendo, pero no lo hizo cuando la puerta se empezó a abrir.

Bruno apreció al chico que estaba frente a él, era de una tez más morena que su madre, por lo que Bruno pensó que tal vez su padre tenía el mismo tono de piel, pero lo que más le sorprendió fue que los ojos del tal Pablo eran igualitos a los de Anna, eran hermosos. Su cabello era igual al de su madre solo que un poco más oscuro y este estaba levemente largo llegándole a la nuca.

Él era la persona a la que había estado escuchando todos estos meses ¿qué se supone que tenía que decir?

Él era la persona a la que había estado escuchando todos estos meses ¿qué se supone que tenía que decir?

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No me esperaba que a mucha gente le interesara este fanfiction JAJAJAJ

Flash 2022:
Editado.

𝐋𝐎𝐎𝐊𝐈𝐍𝐆 𝐅𝐎𝐑 𝐘𝐎𝐔 | 𝐛𝐫𝐮𝐧𝐨 𝐦𝐚𝐝𝐫𝐢𝐠𝐚𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora