Capitulo 10: Pequeño accidente.

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Las clases empezaban en 15 minutos

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Las clases empezaban en 15 minutos. Eran las seis de la mañana, y esta vez Jake y Oliver entraban a la misma hora. Los dos se habían quedado dormidos, así que se prepararon lo justo y necesario.
Por otra parte, Ela se despertó por Saimo, algo raro de creer.

Ela:


—Saimo, por el amor de Sagerbaf, ¿por qué me despiertas a esta hora? —Dije frotándome los ojos—. No me gusta levantarme de mal humor.

—Ahora no pongas pegas —se burló de mí—. Ayer incordiaste mi armonioso sueño para hablar de tu tonto plan. Sin embargo, piensas quedarte dormida hasta que el sol desaparezca, y no tienes nada planeado para tu escapada.

—Es verdad, se me había olvidado —me levanté de la cama, frotándome los ojos.

—Cambia tu rostro con tus poderes, y péinate —asentí obediente. Reí al verlo de arriba abajo, se había puesto un mini smoking, no sé de dónde. Me observó molesto mientras se recolocaba su pajarita.

— ¿Vas a hacer un número de magia? —Me reí—. Te quejas de mí porque no tengo nada planeado, pero ¿cuál es tu plan? ¿Ponerte una pajarita y convertirte en el sombrerero loco?

—En la Tierra lo llaman "ir bien vestido" —se burló de mí—. Puedo ser cascarrabias, pero también un caballero.

— ¿A qué te refieres con caballero supuestamente? —Pregunté confusa—. No tienes pinta de ser muy cortés o sensual.

—Sara no dice lo mismo.

—Que escalofríos, te veo como un niño de 5 años, pero en realidad tienes mente de 42 años por lo menos, es perverso. Voy a cambiarme —Volví arreglada mostrándole mi vestido—. ¿Qué te parece esto para ir allí?

—Técnicamente soy menor que tú, pero estoy mucho más avanzado -me miró juzgante—. Y sobre tu vestimenta, estás realmente bella, pero si te ven por ahí pensarán que eres una hippie o que acabas de salir de la edad media. Los humanos se dejan guiar mucho por los estereotipos —Metió la tela dentro de su posible barriga, para luego sacar una prenda completamente diferente—. Ponte esto, es más casual entre los humanos. Y coge este óvalo llamado "gomilla", tengo entendido que es para el pelo, aun así lo colocan en las muñecas de sus víctimas para marcar territorio, algunas hasta las perfuman para manipular su mente.

— ¿Vale? —Entré a mi probador confusa.

Me puse lo que Saimo me había dado, aunque le había hecho algunos arreglos. Saimo terminó de perfeccionar los escáneres para que fueran lo más reales posibles, cosa que logró. Así que nos teletransportamos a la casa de Jake.
Aparecimos en una habitación con dos camas. Pensé que sería la de Jésica, hecho que me extrañó, ya que ella no vivía con él. La habitación era bonita pero el suelo crujía cada vez que lo pisabas. Había un cartón de pizza tirado en una cama blanca con colchas blancas.

Al no ver a Jake, abrimos la puerta de aquella especie de piso, adentrándonos en el exterior. Había un gran pasillo con muchas puertas marcadas con letras y números, en la habitación de la que habíamos salido ponía K-12, pero no le di mucha importancia.

Saimo permanecía escondido en mi bolso. Bajé unas grandes escaleras encontrándome con otro tipo de sección. Parecía una pequeña casa, se dividía en dos puertas, con signo diferente. La de la izquierda estaba tintada de azul y ponía "WC", y la de la derecha era igual pero esta vez rosada.
No supe muy bien que significaban, pero como mi jersey era de color cian, pensé que debería entrar en la puerta de la izquierda, la azul. Cuando entré había una especie de pequeñas bañeras en las paredes, y al lado, habitaciones pequeñas.
Escuché pasos así que me escondí en una de ellas, en ese momento, Saimo salió de su escondite aliviado.


—Sabía que Jake tenía recursos, pero no que tenía una casa tan grande —Balbuceó agotado—. Estoy muerto de sed, necesito beber.

— ¿No se supone que los robots no bebéis?

—Eso es ofensivo. Estereotipos que nunca entenderé, mi sistema no se daña, solo lo digiere y lo transforma en energía. Mi cara es una pantalla, pero tengo un compartimento para la digestión —explicó molesto—. En fin, a lo que iba, menos mal que aquí hay un bebedero, la forma es fuera de lo común, pero no te preocupes, yo sé del tema.

Me detuve escuchando una especie de cascada, no parecía muy grande y sonaba increíblemente cerca, acto seguido, sonó un estruendo.
Ahora entendía a Jake, los ruidos y olores de su casa eran bastante molestos.

—Saimo, algo me dice que eso no sirve para aquello, además hay un botón plateado arriba —lo señalé dudosa—. Y aparte, tú eres el que ha estado escondido en mi bolso sin mover ni un tornillo. En cambio, he estado caminando mucho tiempo, ¡Me merezco beber primero! —reclamé. Este me miró con desprecio.

—Para empezar, soy el experto aquí, esto es claramente para beber y ese botón plateado es sólo una decoración futurista. Además, sin mí no puedes estar aquí, así que bebo yo —instó empujándome con sus diminutas manos—. ¡Venga! Cógeme para poder llegar al agua —rodé los ojos y le ayudé.

—Cuidado, no te vayas a caer gnomo de jardín —aguanté sus piernas introduciéndolo en el agujero, este comenzó a beber descontroladamente.

Mi expresión cambió cuando al mirar entre la rendija de la puerta, vi la figura de un hombre que parecía "atender a la llamada de la naturaleza" justo en una de las bañeras blancas de la pared...

—Saimo deja de beber eso. No tienes razón.

—Ya llegará tu turno pequeña envidiosa. En la Tierra el agua tiende a ser más amarillenta y agria, pero hidrata igual —lo saqué sin prestar atención. Se secó la boca y se giró hacia mi—. Creo que ya he bebido bastante, no es de mis favoritas sín duda, pero hay que ser fuertes, Ela.

—Saimo, estoy segura de que estamos en el sitio donde los humanos, concretamente hombres, hacen sus "necesidades". Eso quiere decir que estás bebiendo agua de donde.... —Saimo me interrumpió escupiendo, por suerte lo esquivé—. Ten por seguro que no es envidia, me niego a beber eso.

—Me quiero morir... mis entrañas... ¡AAH!, que asco —gritó angustiado, antes de señalarme enfadado—. Como se lo cuentes a alguien te mato. Ya sé porque los habitantes de Waterfall odian a los de la Tierra.

Me reí abriendo la puerta, y encontrándome con un chico justo enfrente. Este tenía una especie de tiza en la mano, ojos rojizos y la boca abierta casi babeando. Miró su "tiza" y luego a Saimo, que aún se escondía en el bolso, alucinado.

—Joder, sí que es fuerte esta mierda —dijo extraviado yéndose.

Me tranquilicé, y guardé bien a Saimo. Después, me dirigí a la salida intentando no ser vista por nadie, pero torpemente al salir choqué con un chico, un chico muy conocido.

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