Capítulo 5: Saimo.

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Ela:

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Ela:

Estaba muy impaciente por abrir la caja, sé que me dijo lo de considerar donde estaba, pero supongo que mi conciencia ya era consciente de ello.
No sabía a dónde ir, en fin, podría ir a mi lugar especial pero ya les había dicho a Conrad y Afra su localización. Me puse a pensar y se me ocurrió que podría ir a donde vive Leaf, ella era una Hayat Iksiri con la que me llevaba bien, era fría pero leal, su vida era interesante.

¿Podría contarle a ella lo de la caja y que me guardara el secreto? En fin, a Conrad y a Afra no podría, son despistados y seguro que terminarían contándolo como siempre, en cambio Leaf era fiel, solitaria y callada. Por si acaso era mejor que no, sería mala idea contárselo, pero ir al bosque verde no, era un buen sitio.


Narradora

Ya habían pasado dos horas desde que Ela seguía caminando sin rumbo, su padre siempre le repetía que eso no hubiera pasado si hubiera elegido buenos animales en vez de los más necesitados, pero a Ela eso nunca le importó, siempre ayudaba al resto. En el fondo era una terapia para ella, siempre le hubiera gustado que alguien hiciese lo mismo con ella.

Después de unos minutos, Ela llegó al bosque verde, era precioso todo estaba cubierto de verde y flores, también había unas especies alucinantes. Pero no podía pararse, ya que sabía que lo que había dentro de esa caja sería algo importante… Así que por fin encontró un sitio sin gente junto a un lago.

Colocó la caja en el suelo y la observó. Aunque parecía muy fácil de abrir era bastante dura, era de metal y estaba cubierta por ramas, como si la Tierra la hubiera protegido de todo, parecía importante. Cada vez qué intentaba abrirla las ramas se lo impedían, harta Ela, usó sus poderes de fuego y calentó tanto la caja que la fulminó, dejando caer al suelo un círculo de metal. Lo sujetó extrañada, pudo apreciar un tallado, decía “Presione el botón y diga las palabras adecuadas”. Ela no entendía nada, ¿cómo se supone que ella sabía las palabras? Jadeaba por haber usado sus poderes, estaba a punto de irse y llevársela de vuelta a su abuela, pero lo reconsideró.

—Vale, no será tan difícil, vamos allá… —presionó el botón cerrando sus ojos asustada. Una voz femenina proveniente del botón comenzó a hablar.

— ¡Hola! ¡Veo que aún conserva su compañero de vida, diga su nombre para que salga su robot inteligente!

—Soy… ¿Ela? —Dijo apartándose, sin ninguna explicación salió un robot de aquel círculo. Estaba en forma de bola para caber, medía apenas dos palmos, era metálico con tonos azulados, tenía dos especies de antenas tornadas hacia abajo, y en el centro de su cara una pantalla que hacía cambiar sus expresiones, tenía tres pegatinas de estrellas cerca de su cara.

—Gracias, te lo debo todo, me has salvado Pamela. Comencé a perder la esperanza en volver a ver a mi amada, pensé que moriría solo y sin haber cumplido mi promesa ¿Cómo me vas a llamar pelirroja? —Ela no podía creer lo que veía, se alarmó y sacando a la vista sus poderes de magia roja, haciendo que sus ojos se tornaron rojos y de sus manos salieran una especie de humo rojo—. Eres rarita, sé qué soy guapo, pero no te sonrojes tan rápido, estoy prometido. Por cierto, ¿usas trucos de magia?, eres muy buena, aunque no lo suficiente, he visto muchos golpes y ese color de ojos son lentillas, si no, la zona de alrededor estaría hinchada. 

Ela:

—Soy de Waterfall —desvanecí mis poderes—, no pareces ofensivo.

—No me subestimes, soy muy peligroso —se molestó, antes de que le diera una especie de descarga—. Sara no te entristezcas, nos volveremos a ver, lo prometo, hacemos esto por él, tenemos que sacarlo de aquí, somos su única familia —pareció volver a su estado habitual de nuevo—. Lo siento, pasa a veces, estar solo en esa caja me ha afectado, no sé por qué me pasa eso, pero es inofensivo, suelen ser recuerdos, o fallos.

Me sentí mal, por lo que había dicho parecía ser bueno, parecía venir en busca de ayuda, en busca de cumplir su palabra, aquella que por ahora yo no sabía cuál era.

—No te preocupes, te voy a cuidar bien. Soy Ela y te ayudaré a encontrar a esa supuesta Sara —éste me abrazó emocionado, rápidamente se separó—. Veo que no tienes nombre, ¿te puedo llamar Saimo?

—Oh, genial, me llamo Saimo —ironizó molesto. Otra vez volvió a fallar—. Sara te quiero tanto, ¡aunque ahora estés más alta, humanizada y loca!

—No soy Sara —reclamé. Por alguna razón comenzaba a hartarme. Nuevamente pareció darle otro cortocircuito.

—Que sí Pamela, eres un poco insistente eh.

—Mi nombre es Ela —le corregí—, ¿de dónde procedes? —aquel robot pareció entristecerse.

—De la Tierra…Tenía un dueño que me reconstruyó, y consiguió mandarme en una cápsula hacia aquí con el fin de huir de la gente de su mundo —asentí, me sentí bien al saber que no era la única con ese sentimiento—. Me dijo que me quería con todo su corazón y que, si quería contactar con él, que le llamara cuándo me abrieran, dijo que no pasaría mucho. Estaban eliminando a todos los robots, pero a mí... suerte que una mujer me guardó, los días se han hecho eternos, nunca me abrió.

—Así que, mi abuela vio la caja y la guardó para mí, ella sabía que me pasaría esto, ¡Saimo tengo una idea!

— ¿Eres la nieta de la yaya de los alces? Vaya dupla, ¿cuál es tu idea Pamela? —preguntó no muy convencido.

—Es Ela —corregí—. Contactamos con tu dueño, tú vuelves a hablar con Sara, yo conozco al humano, descubro que es malo, me quito la idea de la cabeza, me disculpo con mis padres y te envío a la Tierra de vuelta, todos ganamos.

—Comenzabas a caerme bien, pero no me niego al plan por eso, sino porque él no me dejó decir nada de esto a alguien que no conociera. El sólo quería que abrieran la caja para que yo contactara con él y él se informara del mundo, con la esperanza de divagarse —asentí pensativa. Estaba mal lo que haría, pero ese robot ya había contado todo sin darse cuenta, podría confundirlo—. Ela, tengo inteligencia artificial y me han programado para ser yo mismo siempre que no incumpla las reglas, créeme que no me gusta, Sara es mi mundo, y no puedo verla.

—Pero si tu dueño te dijo que conmigo sí te dejaba —le mentí. Él me miró con el ceño fruncido, parecía ser orgulloso y lo demostró.

—Ya lo sabía, contactaré con él —Me miró orgulloso de sí mismo—. Para tu información, él puede comunicarse con nosotros mediante Sara, mi amada robot.

—Comienzo a entenderte —le sonreí posando un dedo en su hombro, como modo de consolación.

—No me toques, estás llena de puntos —se quejó apartándolo.

—Saimo son pecas —rodé los ojos.

—Pues a partir de ahora para mí te llamas Pecas, no serás la única que elige malos nombres —suspiré reclamando mi paciencia—. ¡Vamos a por Jake Wood!

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