Capitulo 18: Sangre roja.

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Jake:

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Jake:

Sin saber muy bien el rumbo de mis actos, posé una de mis manos en su rostro y antes de preguntar si podía, sus labios ya se habían unido con los míos...

Esta vez fue diferente, no fue un beso por deseo o anhelo, fue un beso sincero, aquel que acompaña a las palabras, aquel alterna el tiempo congelándolo por segundos.

Nos separamos por la falta de aire, esta vez no hui, porque tenía claro que no importaban las reglas, porque quería estar el resto de mi vida con ella, bueno, y con el arándano que me roba dinero, y esos dos robots que se quieren, pero son totalmente diferentes. Ella se acercó de nuevo esta vez dando un beso más corto para luego señalar su cadena, aquella que le había regalado. Como un idiota me quedé embobado en aquellos ojos verdes que adoraba, eso antes de que mi móvil comenzara a vibrar, sin duda mataría al responsable.

—Jake Wood —miré a Ela, esta sonreía nerviosa. Parecía volverle loca mi nombre completo—, ¿quién es?

—Ah, hola —escuché la voz agitada de Oliver—, es que se me había caído el móvil en la cabeza de Saimo y me estaba tirando del pelo.

Ela me besó la mandíbula, me mataría cualquier día.

—Oliver, me muero por colgarte ahora mismo —dije molesto, me detuve por la mirada de Ela—. Querido Oliver, ¿por qué llamas?

—Así me gusta más, estoy en el supermercado, y tengo a Anne en una especie de mochila delantera para los bebés, estoy buscando los pañales, no los encuentro por ningún lado y llevo mucho tiempo ¡Ostras están aquí! —Exclamó, Ela miró el móvil molesta, sonreí por ello.

—Solo llevamos aquí 5 minutos y los estaba buscando en la sección de pollos —escuché como Saimo se quejaba. Seguidamente se escucharon sonidos como si se estuviesen peleando—. ¡Suéltame monstruo de las galletas!

—Oliver voy a entrar en la casa de mi hermana, ahora, necesito que sea rápido —le apresuré—. Deja de buscar en secciones que no aparezcan bebés sonriendo por sus mega pañales.

—Vale ¡Adiós súper papis! Saludos de parte de los tres, aunque Saimo no pueda hablar porque le esté tapando la boca, y Anne sea tímida para decir más cosas aparte de sonidos extraños. Por cierto, Sara esta casa, decía que si tenía que elegir entre cuatro cerdos se quedaba con el animal. Pero no os preocupéis, además, ¡por la noche tengo una invitada especial.

— ¿Tu comida china o Anne? —Ironicé—. Por cierto, Ela dice que no te lleves más a Saimo a los sitios, por lo menos si no quieres que piensen que hablas solo —mentí, ella no lo negó, pero me miró confusa.

—Eso nunca pasará, somos un dúo galáctico.

—De eso nada —escuché como Saimo se quejaba. La llamada se cortó con un último quejido—. Oliver, no quiero que me metas en tu bolsillo, ¡está oscuro! Adiós papi y mami, disfrutad estando solitos, ya sabéis.

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