Secret Relationship

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La tranquilidad se respiraba en el aire, los rayos del sol iluminaban el paraíso y el agradable aroma a tierra húmeda llenaba todo el ambiente. El rubio llenó sus pulmones y se recargó más contra el árbol donde se había resguardado de la llovizna, sonriendo ante la felicidad que sentía en esos momentos.

— ¡Señor guardián del camino, señor guardián del camino!

Reconoció la nada grata presencia de aquellos seres, haciendo que el de ojos bicolor se incorporara rápido y estirara sus alas para planear hacia el suelo, cubriendo de paso a esos dos esbirros de la mirada de algún curioso y que se arrastraban por la hierba fresca. Eran del tamaño de un niño y sus pieles pálidas enfermizas estaban llenas de hollín y sangre seca, llamando mucho la atención en aquel paisaje limpio y cuidado.

— ¿Qué hacen aquí? No está permitido que los demonios crucen a no ser que sea de suma importancia. — los regañó con voz dura.

Los seres se encogieron más ante la reprimenda, pero tartamudearon hasta hacerse entendibles:

— Es de importancia para nosotros, señor guardián del camino. — respondió uno.

— Se trata de nuestro señor. ¡Se volvió loco! Ha sido particularmente cruel con las almas y ha asesinado a varios esbirros.

— No sabíamos qué hacer.

— Pero su humor mejora después de encontrarse con usted.

— ¡Pero nosotros no sabemos nada de ustedes!

— ¡Sí, ni siquiera los hemos visto pasear por el puente entre el cielo y el infierno!

— ¡Ni sabemos que ustedes se ven ahí en días no oficiales!

El ser celestial se apresuró a llevar su mano derecha a la empuñadura de su flamante espada, en una amenaza silenciosa que calló a los esbirros. Estaban hablando más de la cuenta, y sus encuentros debían permanecer en silencio.

— Les juro que si descubro que han estado revelando lo que han visto, o escuchado, lo que sucede entre su señor y yo, estarán deseando el castigo que él les infrinja. — amenazó. Los esbirros asintieron. — Bien. — entonces tomó una de sus plumas y la llevó a sus labios para susurrar un mensaje, al terminar le ofreció la pluma a los demonios. — Llevensela, él sabrá qué significa.

A los esbirros se les iluminaron los ojos de felicidad. Podrían vivir un poco más si salía bien. Estiraron las manos y dejaron que la pluma cayera sobre ellas, pues no podían tocar a los celestiales directamente, y cuando hubieron asegurado el mensaje salieron corriendo de regreso al infierno.

A pesar de lo decadente del paisaje, los esbirros se sintieron más tranquilos cuando las piedras y guijarros del camino les lastimaron las plantas de sus pies, sus narices ardieron ante el olor de la sangre, y sus oídos se llenaron de gritos y lamentos. Pasaron por los tres infiernos superiores, esos que tenían a los demonios gemelos, al demonio de cinco personalidades, y al demonio intérprete del Biwa como encargados, y llegaron por fin al reino de su señor.

Nada más llegar notaron que su humor había empeorado mientras no estaban.

— ¿Algún otro que quiera CONTRADECIRME?! — exclamó a sus esbirros.

Ellos no respondieron, se mantuvieron con la frente contra el suelo temblando de miedo frente a los cadáveres cercenados de sus compañeros. Usualmente los encargados contaban con un arma que los caracterizaba en sus tormentos, pero ese en especial prefería usar sus puños y su fuerza para hacerlo, haciendo que en el mundo humano fuera confundido con una inenarrable bestia hambrienta.

— Mi señor... — balbuceó uno en el suelo. — No volverá a pasar, se lo prometemos.

— ¿Qué no volverá a pasar? — gruñó.

Renkaza Week 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora