Capitulo 4

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Alya Bletchley

Esa mañana me desperté sudando, había dormido poco pues volví bastante tarde a mi habitación, pero lo poco que dormí bastó para hacerme recordar a modo de pesadilla la peor etapa de mi vida: Volví a ver a los mortifagos romper la puerta de mi casa a base de hechizos para después separarnos a Miles y a mí a la fuerza de mi padre mientras llorábamos aterrados, vi a mi padre inmovilizado con un hechizo que entonces desconocía flotando frente a nosotros en la mansión Riddle, vi a un Matheo de 13 años sonriendo mientras su padre le arrebataba la vida al mío.

Sin poder evitarlo un par de lágrimas recorrieron mi rostro, pero las limpié rápidamente, no podía permitirme el lujo de volver a caer en aquello, no lloraría más, no ahora.

De forma casi inevitable por mi mente pasaron recuerdos de un pequeño Tom decidido a romper los grilletes que ataban mis manos y las de mi hermano, un Tom que no miró hacia atrás cuando nos ayudó a escabullirnos de su casa sin que nadie nos viera y que no dudó en huir con nosotros cuando se lo propusimos. Él no era como su familia, por mucho carácter que pudiera tener la maldad no corría por sus venas, y ese motivo fue el que le empujó a escaparse de casa y venir con nosotros aquel año.

Tuvimos que esconderlo en casa durante meses, mi madre no se opuso al saber que había sido él el que nos había ayudado a escapar con vida de aquella locura, aunque el miedo de que el Señor tenebroso descubriera que dabamos cobijo a su hijo fugado siempre estaba presente.

Cuando finalizó la guerra Tom tenía la edad suficiente como para rehacer su vida solo y, además, con el anuncio de la muerte de su padre podía hacerlo de forma segura. Así qué no tardó mucho en marcharse de nuestra casa, no sin antes agradecerle a mi madre todo lo que había hecho por él.

Lo cierto era que mi madre hubiera hecho mil cosas más por Tom, para ella no había nada que pudiera igualar el hecho de que Tom salvara la vida a sus dos hijos, lo único que le quedaba tras la muerte de su marido, osea de mi padre.

Su marcha fue para mí un golpe bastante duro, durante aquel año había sido mi mejor amigo y mi mayor apoyo frente a todo lo que habíamos vivido, pero el saber que estudiaría con nosotros en Hogwarts me consoló más de lo que nadie podía llegar a imaginar.

Desde entonces habíamos crecido y madurado bastante y nuestra relación también lo hizo, estrechándose más hasta el punto en el que estábamos hoy.

⚯͛ ⚯͛ ⚯͛

El horario de la mañana durante esa primera semana de clases lo tuve bastante completo, había tenido nuevas asignaturas lo que significaba nuevas charlas largas y aburridas presentando las materias, explicando el temario y hablando sobre los materiales que usaríamos a lo largo del curso, es decir, todo igual de aburrido que el primer día.

Por suerte no había tenido clase con Snape -por lo visto la asignatura de Pociones duraba tan solo dos horas semanales y, en lugar de tenerlas repartidas a lo largo de la semana, tenía las dos horas seguidas en el mismo día- lo que significaba que nadie me había regañado ni castigado ni me había hecho perder puntos para la competición de las casas. Todo un éxito de mañana si no fuera por lo eterna que se me hizo.

La tarde la había pasado viendo los primeros entrenamientos de la temporada de Quidditch junto a Draco y Pansy, quienes parecían haber pasado una buena tarde hablando y tonteando. Había sido un alivio ver que Draco estaba de buen humor hoy ya que cuando no lo estaba Pansy tampoco y dos malhumorados un mismo grupo hacía que decayera bastante la energía y el ambiente.

Aun así, era evidente que la única interesada en el Quidditch aquella tarde era yo; animando a mi hermano, disfrutando de las jugadas y sobre todo ignorando a Pucey quien, de vez en cuando, me lanzaba alguna mirada que yo fingía no notar.

Lost controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora