Capitulo 3

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Alya Bletchley

Cuando el profesor Snape salió por la puerta guardando su varita, una especie de panel translúcido de color dorado tapó la puerta, supuse que era el resultado del hechizo que lanzó hace un momento.

Siendo fiel a mi misma y a la conversación que había tenido con Pansy me propuse estar calmada e ignorar el hecho de que estábamos encerradas en una clase junto con Matheo Riddle, quien, sin siquiera mirarnos, se acercó y tomó uno de los libros para echarle un vistazo y después lo volvió a dejar en la mesa con desinterés. Aparté la mirada de él en cuanto vi como se daba la vuelta para dirigirse a uno de los pupitres y sentarse, colocando los pies encima.

Agradecí de inmediato su poco interés en nosotras y comencé a pensar en lo que haría durante la hora de castigo, descartando por completo la idea de adelantar tarea para la siguiente clase en el momento en el que Matheo se acomodó en el pupitre que estaba justo delante de la mesa donde Snape había dejado los libros. Entonces me giré para ver qué hacía Pansy, quien estaba investigando el hechizo de la puerta posando una de sus manos en el extraño "panel".

-¿Qué narices? -musitó con cara de extrañeza- Alya, toca esto.

Me acerqué entonces a ella y a la puerta y estiré mi mano para tocarlo, me sorprendió el tacto de la cosa dorada que taponaba la salida, era como una gelatina dura pero sin viscosidad y tampoco era pegajosa. Aun así se veía bastante inquebrantable y más viniendo de un hechizo del profesor Snape, no había posibilidad de escape, al menos hasta que se cumpliera nuestra hora de castigo.

-Qué curioso -comenté mientras miraba mi mano comprobando que no hubiera dejado manchas, vi como Pansy giraba la cabeza entonces para fijar su vista en Matheo, quien nos daba la espalda, y luego me volvió a mirar a mí- ¿Y ahora qué? -susurró.

-Ahora pasamos del tema -osea de él- hasta que se cumpla el tiempo.

Tras decir eso me senté en el pupitre más próximo a la puerta que, a su vez, era el más alejado de Riddle. Tampoco quise hablar más del tema con Pansy ni mencionarle directamente pues realmente no sabía si él podía escucharnos o no, así que por muy bajo que habláramos preferí no arriesgarme.

Pansy se sentó a mi lado y apoyó su cabeza en la mesa denotando un claro aburrimiento y no pude evitar pensar en lo larga se me iba a hacer esta hora de castigo. Yo por mi parte apoyé la cabeza sobre mis manos, y los codos sobre la mesa, mirando al frente y topándome con la nuca de Matheo. Él debió de notar mi mirada pues se giró hacia mí y yo rápidamente bajé la cabeza para esquivar su mirada muy en contra de mis principios de revolucionaria y justo como mi hermano me había dicho que hiciera. Me arrepentí prácticamente al instante ¿dónde quedó mi "no pienso doblegarme ante él" de hacía apenas una hora?

Debió de pasar por lo menos media hora y Pansy ya estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y la cabeza entre sus brazos cruzados, claramente dormida. Le tendría que agradecer más tarde por su increíble apoyo moral. Hasta Matheo se había aburrido de estar sentado y ahora daba vueltas de un lado a otro por la zona delantera del aula. Yo por mi parte me había cambiado de pupitre -al del lado derecho- y estaba sentada sobre él, perdida en mis pensamientos.

Cuando me quise dar cuenta Matheo estaba frente a mí, mirándome fijamente y me tensé al instante. Por lo menos nos separaba un metro y medio de distancia -la suficiente como para alertarme- pero aún así me obligue a calmarme.

-¿Te conozco? -Mi mente decidió soltar la mayor estupidez del mundo y me di una palmada en la frente mentalmente.

-Todo el mundo lo hace -fue tajante con su respuesta.

Lost controlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora