La perla está en la concha

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Por tercera vez consecutiva en lo que iba de camino, Dinah hacía la croqueta y se arrodillaba torpemente fingiendo tener una pistola y mirando a todos lados.

-Dinah, me estás haciendo pasar vergüenza... -notaba las miradas de desconocidos sobre nosotras.

-Shh, ellos son simples transeúntes y no entienden nada. Tú déjame a mí.

-¿Entiendes que para llegar a la casa quedan aún casi diez minutos, cierto?

En fin, lo mejor fue dejarla seguir con su juego de policías. Lo único que pude hacer caminar deprisa para llegar lo antes posible. 

Las luces de la casa estaban apagadas, como era de esperar, el sol seguía brillando intensamente en el cielo. Bueno, lo que podía apreciarse de él, ya que estaba bastante nublado.

-Recuerda, simplemente llamamos fingiendo habernos perdido, preguntamos dónde está McDonald, y nos marchamos.

-Pero venimos de clase con uniforme y mochila... supondrá que vivimos aquí, no suele mudarse mucha gente y menos en estas fechas.

-Aún no sabemos si es un adivino, o adivina, y nos está viendo a través de la bola de cristal, creo que podemos arriesgarnos.

Tosí un par de veces para aclarar mi garganta y golpeé la puerta soltando todo el aire de mis pulmones. Era estúpido estar nerviosa, quizás nos abriría la puerta un simpático señor con un cachorro en brazos, o una mujer terminando su peinado con la cabeza llena de rulos.

Pero la respuesta fue: nadie. Ni un sonido proveniente del interior que demostrase que allí hubiese vida, al menos no en estos momentos.

-Bueno, Cheechee, parece ser que tendremos que volver en otra ocas... DINAH, QUÉ HACES.

La falsa castaña se introducía por la ventana delantera, atrapé sus piernas en un intento de evitar lo inevitable y finalmente escuché un golpe sordo. Señal de que mi amiga había encontrado el suelo a saber con qué parte del cuerpo.    

-La perla está en la concha.

-¿Qué...?

-Ya sabes, lenguaje espía, la perla está en la concha, el pájaro está en el nido, la pizza está en el horno. ¡Vamos, Karla, tu turno! -desde el exterior simplemente se apreciaba un mueble de cinco cajones y una pequeña mesa redonda.

-¡No pienso entrar ahí y tú deberías salir ya! ¿Cómo demonios la has abierto? 

-Tirando hacía arriba, como suele ser en muchas ocasiones. -respondió irónicamente.

-Nos van a pillar, sal, por favor.  

-¡No, voy a llegar tarde al almuerzo y es todo por ti así que ahora mismo introduce aquí tu repugnante trasero o seré yo misma la encargada de hacerlo!  

Su voz me asustó un poco y finalmente cedí. Había estado en derrumbamientos con mejor resultado que las estructuras que sostenían aquel lugar. Aunque a decir verdad su exterior era peor. Por suerte nuestra investigación no tardaría demasiado ya que era de una sola planta, y por lo que parece de espacio más bien reducido.

Parte del salón era lo que pude ver desde fuera, el mueble y la mesa, situados detrás de un sofá frente a una muy pequeña tele, de esas cúbicas que ya casi nadie usaba. A continuación un estrecho pasillo contenía dos puertas, una a cada lado, la izquierda daba al cuarto de baño, en el cual había un váter y una pequeña bañera. La puerta derecha dejaba ver una cama deshecha y un armario. Fin.                     

-Creéme que aquí no vive nadie de la alta sociedad. 

-¡Dinah, me has asustado! -me llevé la mano al corazón.

-Esta casa tiene menos cosas que la casa Barbie de mi hermana. Y eso que los objetos están hechos con papel.

Mi pulso se aceleró como una colmena de abejas cuando oímos como alguien introducía una llave en la cerradura de la puerta principal. Dinah me señaló la cama y rápidamente nos introdujimos bajo ella.

-¿Has cerrado la ventana? -me susurró. Me llevé la manos a la boca en señal de sorpresa. Dinah cerró los ojos apretándolos. -Vamos a morir. -le di un codazo en el costado y ella me lo devolvió. No era momento de pelearse. 

Una conversación proveniente del pasillo llegó hasta nosotras, se estaban acercando, más de una persona.

-Y recuerda que esa comida debe durarte hasta el lunes que viene. -era una voz grave, autoritaria.

-Quizás podría tener un microond... -la siguiente voz era más dulce, algo rasposa, diría que de una chica de aproximádamente nuestra edad. Fue interrumpida por una... ¿bofetada? Dinah y yo nos miramos con el ceño fruncido.

-No vuelvas a sugerir nada más, ¿entiendes?

-Después de lo que hiciste... -una última y tercera voz se unió. Una mujer madura.

Acabada esa escena vimos retirarse dos pares de piernas a través de la puerta y otro se quedó frente a nosotras, al parecer de alguien sentado en la cama. La puerta principal se cerró de un portazo y la musicalidad de varios cerrojos cerrándose a la vez hizo notar que no volvería a abrirse pronto.

Las piernas se estiraron abandonaron la habitación para a continuación regresar. Ahora las puntas de las botas negras desgastadas miraban en nuestra dirección. 

-Bien, seas quién seas, te recomiendo que salgas de debajo de mi cama lentamente y con las manos en alto. -dijo firmemente la extraña.

Me declaro inocente (Camren) - PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora