Halloween anticipado

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Pasé los siguientes dos días tratando de aprender cómo abrir cerraduras con pinzas y cosas puntiagudas en general. Que la ventana estuviera abierta el lunes claramente era un milagro, tenía un gran candado.

El miércoles regresé del instituto decidida a visitar a Lauren de nuevo. No sin antes dejar mi hogar prácticamente sin dulces, cogí todos y cada unos de los que encontré en la cocina. Casi había alcanzado mi objetivo cuando...

-Camila. -escuché una dulce voz tras mi espalda.

-Ho... hola, Sofi. -sonreí forzosamente. Era mi hermana pequeña, Sofía.

-¿Dónde vas? -me miraba interrogante, con una muñeca en cada mano. -Dijiste que jugarías conmigo después del almuerzo... -hizo un puchero. Mierda.

-Tengo que ir a ayudar a una amiga con los deberes, lo siento.

-¿Qué amiga?

-Lau... ra. Laura.

-No me suena, ¿es nueva?

-¡Exacto! Por eso necesita mi ayuda, está algo perdida con cómo son los profesores y tal. ¿Me perdonas entonces?

-Sí. -vino con los brazos en alto hacia mí y me agaché para abrazarla.

-Gracias, mariposita.

Mis padres dormían como osos hibernando. Trabajaban de madrugada hasta pasado el mediodía poniendo en orden la mercancía de un gran centro comercial situado en el centro de la ciudad desde antes de que abriese.

Eran sólo las tres. No avisé a Dinah porque a esta hora seguramente estaría jugando Rugby con los pequeños de su familia. Era como una tradición para ellos, muy valiente por su parte yo no me arriesgaría a que ella me arrancase un brazo. Y para qué engañarnos, quería estar a solas con Lauren. Era un secreto a voces que me encantaba, incluso Dinah ya nos había bautizado como Nimea y Enlagrieta. Según ella porque cuando estaba cerca de la chica se me olvidaban hasta mis necesidades fisiológicas, porque ella estaba encerrada, y porque nuestro amor era imposible. Esto último era para añadir algo de tragedia, creo.

Por suerte tenía mi skate para desplazarme, el sol parecía estar contento hoy, gotas de sudor resbalaban por mi frente pasados sólo un par de minutos.

Me paré frente a la casa, si podía llamarse casa a ese montón de escombros que al menos mejoraba interiormente. Vi moverse la cortina de la pequeña ventana, ella estaba allí.

Miré a mi alrededor buscando el coche del que huí un par de días antes, no había rastro de él. Toqué la puerta y unos pasos resonaron hasta colocarse tras ella.

-Sé que estás ahí, Lauren, soy yo. -silencio. -¿Puedo entrar? ¿Estás sola? -silencio otra vez. -Muy bien, no tengo prisa. -me senté en el suelo apoyando mi espalda en la estructura. -Estaré aquí todo el día si es necesario.

-Idiota. -empecé a tararear "Treasure" de Bruno Mars mientras golpeaba con mi cabeza la puerta siguiendo el ritmo. -Para. -más fuerte. -¡PARAAA!

-Déjame entrar.

-Me gusta esa película.

-Tal vez podríamos verla juntas un día si me hicieras caso.

-¿Me ves pinta de tener aquí un DVD?

-Tengo un móvil... ¡y con Internet! -suspiró.

-¿Has aprendido a abrir cerrojos entonces?

-Dos días de clase intensiva con Dinah han sido suficientes.

-Que torpe jajajaja. -soltó una risita que hizo saltar mi corazón.

-¿Perrrdona?

-¿Has tardado dos días y dices que es suficiente? A mí me bastaría con una hora.

-Oh, que hábil la señorita. Entonces voy a entrar y te enseñaré a ver si es cierto de lo que tanto chuleas.

-No. -no entendía por qué no quería aprender, menos aún, por qué no me pedía que abriese la puerta y escapar corriendo de aquel lugar.

-Por favor. -me di la vuelta, apoyando ahora mi frente contra la puerta. Parecía un perrito pidiendo paso.

-Aléjate o te harán daño, Camila, y no quiero que eso pase. -entendí entonces que tenía miedo, terror.

-Tengo edad para cuidar de mí misma. Sólo quiero pasar un rato contigo, por favor.

-... Una hora, ni un segundo más.

Me levanté rápidamente y puse en práctica mis dotes de espía. Demostrando que había prestado atención a las lecciones; Menos de un minuto. Ella estaba de pie mirándome fijamente.

-Hola. -sonreí con ganas. Bajó la cabeza algo tímida y respondió agitando su mano en el aire. Cerré. -Te traje algo. -le ofrecí la bolsa que traía conmigo.

-¿Qué es?

-Si te lo digo no sería sorpresa del todo.

Sus ojos se agrandaron ampliamente cuando vio el contenido de la bolsa.

-¿Qué te parec...? -no pude terminar de hablar ya que mi corazón se rompió cuando empezó a llorar desconsoladamente tapando su rostro y dejando caer el regalo. Me acerqué despacio, sujetando sus codos y apartando sus manos. -Se suponía que esto te haría sonreír. -cogí un caramelo que se había caído al suelo, quité su envoltorio y lo acerqué a ella. Paró un instante y me miró a los ojos, después mi mano y abrió la boca recibiendo el dulce. Sequé sus lagrimas y me agaché a recoger la bolsa que accidentalmente tiró. Al levantar la vista de nuevo ella parecía disfrutar el caramelo. -Y ese es de los peores... -sonreímos.

Me declaro inocente (Camren) - PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora