Sombras

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Narra Camila

Entré rápidamente y le di la vuelta para que pudiera respirar mejor. Tenía rasguños por toda la cara y las manos colocadas presionando su espalda.

-¿Qué ha pasado? -pregunté atrayéndola hasta mí y colocando su cabeza en mis piernas.

-Un envoltorio de caramelo, eso ha pasado.

-¿De verdad? ¿Te han echo esto sólo por eso? 

-¿Entiendes mejor ahora por qué no me atrevo a enfrentarlos? Sería un suicidio.

La ayudé a levantarse y fuimos hasta el sofá.

-Déjame ver tu espalda.

-No, Camila...

-Oh por las buenas o por las malas. -di indicios de incorporarme. 

-Está bien. -suspiro. -Digamos que mi padre es fan de los cinturones. -comentó mientras terminaba de levantar su camisa.

-Hijo de puta. -rocé suavemente las heridas con las yemas de mis dedos y ella se encogió. -Perdona. Dime dónde tienes botiquín.

-Simple, no tengo.

-¡Por Dios! ¡Dame una escopeta que los espero aquí hasta que vuelvan!

-Cálmate. Siempre me curo con agua y un trapo.

-Eso no es curar, es limpiar, pero si es lo que tenemos...

Fui a la cocina para coger lo necesario, la situación me estaba poniendo muy violenta, ¿ni un puto botiquín? ¿Una paliza por un caramelo? Me di la vuelta pensativa y me asusté al notar dos brazos rodear mi cuerpo. 

-Gracias por venir. -apoyó la cabeza en mi pecho y yo me mecí un poco para relajarla.

-Me alegro mucho de haberme colado aquel día en esta vieja casa. 

-¿Puedo hacer algo que quise hacer desde la primera vez que nos vimos?

-Cla... claro. -me va a besar, me va a besar...

Y cuando tenía mis ojos ya entrecerrados, inocente de mí, estiró su cuello y mordió uno de mis mofletes. Abrí los ojos sorprendida y puse cara de loca desquiciada a la que le acaban de explicar el por qué de la vida.

-Es que parecen tan blanditos. -pero qué... -Sólo bromeaba, tonta. -golpeó mi pecho suavemente con el puño cerrado para entonces besarme. Solté una risilla algo tonta en un primer momento, más bien de haberme quitado un peso de encima. Fue corto.

-Te juro que iba a colapsar jajajajajaja.

-Deberías haber visto tu cara.

-Y después de esto seguirás queriendo que no me meta en tu libertad... si ya antes era en lo único que pensaba...

-No, ahora más que nunca quiero que NO te metas, eres mi no... eres importante para mí y si te pasara algo...

-Ibas a decir novia. -moví las cejas sugestivamente y ella se puso algo colorada. -Me gusta. -la besé de nuevo, esta vez con más duración. Yo misma interrumpí el bonito momento colocando mis manos sobre su espalda.

-¡Ouch! 

-¡Lo siento, lo siento! No lo recordaba.

Durante la cena me contó algo que me hizo estar aún más nerviosa de lo que lo estoy usualmente.

-No sé si me estoy equivocando, Camila, pero juraría que mis padres tienen relación con el cadáver del lago.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Querían que les enseñara las suelas de mis zapatos. Y me advirtieron que si salía habría graves repercusiones.

-Huellas...

-Exacto.

-¡Mierda, debí pensarlo! 

-Nunca los tuve por angelitos, pero matar... eso es ya otro nivel.

-Yo creo que serían capaz de cualquier cosa, quién si no iba a pegarle así a una hija. -apreté los puños.

-Debes tener el doble de cuidado. Ahora buscan a alguien, y ese alguien somos nosotras.

Horas más tarde, después darnos mimos y desahogarnos un poco psicológicamente, me ordenó que me marchara. No podíamos arriesgarnos a que ellos hicieran una segunda visita teniendo en cuenta que ahora estaban más alerta.

A mitad de camino sentí como si me estuvieran observando y cuando me volteé cuidadosamente pude apreciar un coche con los faros apagados que me seguía una velocidad muy lenta. Conque jugando al gato y al ratón... oí una ventana bajarse y no lo pensé ni un segundo, si una pistola se acababa de asomar por ella yo no quería ser un blanco fácil, así que de una zancada me bajé del patinete y corrí, desviándome a la izquierda en un callejón y subiendo por una escalera algo rota y oculta en las sombras sobre un contenedor, que llevaba hasta el baño de un salón de baile de tres plantas. De algo sirve que Dinah sea aficionada a los clubes y que seamos menores. Me quedé agachada bajo la repisa con el cristal un pelín subido, para tratar de escuchar si seguían mis pasos. Efectivamente las voces no tardaron en hacer eco en la estrella calle.

-¡Joder! ¿Ves algo?

-Absolutamente nada... y no sé si eso me alegra o no. Esto de pasar toda la noche persiguiendo a chicas que pasan por la zona e interrogándolas me tiene harto.

-¡Más harto vas a estar si acabamos en la cárcel, inútil! Vámonos, suficiente por hoy, tampoco es que haya demasiado ambiente.

Me asomé para ver las sombras alejarse. Bajé de nuevo con un propósito claro y bastante descabellado: seguirlos.

Ni hablar de seguirlos subida sobre mi amigo porque el sonido de sus ruedas despertaría a un oso hibernando. Al fin, tras una muy larga carrera hasta las afueras tras el automóvil, éste se paró frente a un gran edificio textil de una sola planta abandonado; O al menos, eso aparentaba, ya que había varios coches más aparcados fuera. La pareja se bajó y los seguí agachada entre cajas que para mi suerte se encontraban en el lugar.

-¿Café? -preguntó el supuesto vago al entrar. Las puertas parecían haber sido colocadas después del abandono de la fábrica.

-Claro, va a ser una larga noche informando. Iré a mear y nos vemos en la oficina.

Genial, ¿cuánto se tarda en preparar un café, 99,9% de posibilidades de máquina? ¿Y cuánto tarda un hombre en mear? Pues ese tiempo era el que tenía para investigar esa oficina.

Me declaro inocente (Camren) - PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora