6. Los amantes

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Me encontraba haciéndole un caliente café al rubio que se encontraba tras de mí admirando las tierras que acababa de comprar con una gran cantidad de dinero. Aún me costaba contener mis lágrimas, por lo que tenía durante todo el tiempo un pañuelo en mano para no seguir humedeciendo mis mejillas. Aún estaba en shock, con sentimientos encontrados, aún no entendía por qué hizo aquello pero sí tenía claro que jamás podría agradecerle aquello de una forma suficiente.

Aún estaba en conflicto con mis hermanos. Si ellos querían dinero únicamente me lo hubieran pedido, el puesto número tres también era muy buen puesto y te mantenía bastante bien. Pero eran unos simples egocéntricos que solo piensan en el dinero y los bienestares o lujos a los recuerdos y todo lo que fue nuestra vida. Ni si quiera veía una pizca de arrepentimiento en sus ojos.
Y aunque estaba enojada, sabía que aquello no duraría mucho.

Dejé caer dos cubitos de azúcar en el café tal y como le gustaba a mi amigo y al fin pude sentarme en la mesa frente al rubio. Tomé mi cabeza entre mis manos. Tantas emociones en un segundo y el sollozo me provocaron dolor de cabeza extremo. Realmente me parecía todo tan surrealista que no lo creía todo.
Sentía los bonitos y azules ojos de yagi sobre mí mientras tomaba un sorbo de su café. El aire entraba y salía de mis pulmones como dagas en ese momento, aún procesaba, estaba realmente muy confundida.

—Yagi... gracias.

—Deja de repetirlo. Es como la octava vez. —comentó con diversión en su voz. Yo solo reí, puede que la primera risa en todo ese día tan extraño.

Me decidí por mirarlo apoyando mi mejilla en mi mano, intentando encontrarme cómoda en esa posición, cosa que conseguí. Noté cada una de las expresiones que hacía el símbolo de la paz. Cerraba sus ojos cada vez que bebía de su café a no ser que yo estuviera hablando, para prestarme toda su atención, sus mechones rubios aún caían frente a su rostro y su pálida piel se estremecía por el caliente vapor del marrón líquido. Sus manos a decir verdad eran muy atractivas y bonitas, a pesar de tener algunas imperfecciones como callos o algunas cicatrices, pero aquello era normal si tu estilo de lucha era mayoritariamente con puños.

A pesar de verse en un "mal estado" podía ver aún mejor al yagi joven que conocí, tan hermoso y bello, tan simple, era yagi, no All Might, aquel musculoso hombre que sólo mostraba una gran sonrisa a los demás calmando corazones. Que nada le preocupa o eso aparenta. Ese era All Might. Este era Yagi, aquel con preocupaciones, miedos, temores, imperfecciones... y era quizás aquello lo que me hizo sentir cosas anteriormente cuando jóvenes.

—Es que... te gastaste tanto dinero que yo... solo es una granja yagi, tú...

—¿Segura que solo es una granja? —me callé al escuchar aquello. Mi corazón casi se salía de mi pecho.— Sé lo que significa para ti, no permitiría tal crueldad por parte de tus hermanos. —una de sus manos, la cuál estaba algo húmeda y caliente por el calor que emitía la taza de porcelana se posó sobre las mías, acariciando estas con tanta ternura y delicadeza que genuinamente me hizo sentir como en casa.— si es tu felicidad yo la mantendré.

Solo eso bastó para que las lágrimas volvieran a brotar de mis ojos y que mi cabeza inconscientemente se volcara hacia abajo, cerrando mis ojos con fuerza. De nuevo sentí sus grandes manos pero esta vez en mi rostro. Sentía magia en ese momento, una magia inexplicable que me devolvía la felicidad por momentos. Una corta sonrisa asomó entre mis lágrimas al sentir sus suaves caricias en mis mejillas decoradas con un color carmín, solo reaccioné tal como un cachorro, acercándome más a su mano y sintiendo cada segundo y cada roce de aquel momento.

Posé mis delicada mano sobre la suya aún estando en mi mejilla y alcé mi mirada para fijarla en sus azules orbes.

No sé en qué momento pasó pero ya nos encontrábamos a pocos centímetros el uno del otro, mezclando nuestras respiraciones y disfrutando de la cercanía del otro. Me recordaba todo a aquella época donde solo éramos jóvenes experimentando, pero entendía por qué antes era todo tan extraño, quizás ahora el universo nos estaba dando una oportunidad de ser felices.

𝚕 𝚒 𝚏 𝚎 -- Yagi ToshinoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora