Un lugar en mis sueños

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Con la caída de Portobriga, tras un largo y extenuante asedio, los invasores norteños consiguieron un sólido puerto como base para iniciar su invasión. Sin embargo dicha invasión fue ralentizada por la destrucción y sabotaje del puerto por parte de los propios ciudadanos.

El reino del sur consiguió un breve tiempo de paz.

Había llegado a una orilla siguiendo el río en dirección al oeste. A su alrededor la hierba alta campaba hasta donde alcanzaba la vista. Recogió un par de matojos y cortó con su pala un par de ramas gruesas de un árbol muerto. Clavando tres estacas de manera lateral, consiguió un soporte estable. Entrelazó ramas entre los postes para crear un techo y colocó trozos de musgo encima reforzando el tejado. Debajo del refugio esparció los matojos y sobre los mismos, la piel de un animal que a menudo usaba como colchón.

Su refugio estaba casi terminado. Sacó de su carro un horno que antiguamente era la jarra abollada que albergaba metal líquido. Ahora convertida en un horno rectangular al añadirle cuatro patas en un lateral. En su interior guardaba unos tubos de latón desmontables, los cuales se conectaban en la tapa trasera de la caja creando una improvisada chimenea. El interior se rellenaba con leña que se prendía con la barra de ferrocerio. A pesar de que había conseguido una extraña piedra que emanaba fuego, todavía no sabía como usarla. No había tenido tiempo de experimentar con el botín que consiguió saqueando los cadáveres y su campamento.

Mientras el horno se calentaba, Manis cortó una cebolla que encontró en su viaje, en cachitos con su cuchillo bayoneta Bowie, hizo lo mismo con la carne de un anima que cazó el día anterior.

Utilizando la parte superior del horno a modo de plancha, colocó la carne, a la derecha y la cebolla justo a su lado. Movió y removió la comida sin muchas ganas hasta que quedó completamente hecha. Lamentaba no disponer de especia alguna que ayudase a potenciar el sabor, mientras movía su almuerzo a la tabla para desde ahí empezar a comer usando un tenedor de madera.

Comía lentamente, masticando mientras vigilaba sus alrededores constantemente.

Desde aquella emboscada que terminó en una batalla campal contra todo ser vivo de ese mundo que por algún motivo que desconocía, ese día todos decidieron matarle. Aquello reforzó ese sentimiento de no pertenencia y le dio fuerzas en su búsqueda del doctor Anneryth, quien posiblemente le ayudaría a regresar a la civilización real. Pero al mismo tiempo le hizo ser más precavido en su viaje, casi al punto de la paranoia. Reduciendo sus horas de sueño, estando alerta todo el tiempo por si algo así ocurría de nuevo. Sentía estar muriéndose. El cansancio cada vez era mayor, sus reacciones cada vez más tardías y lo que más temía era caer dormido y despertarse atado y saqueado.

—Esto no es vivir— Se decía a sí mismo cada vez que terminaba de comer.

Miró de nuevo la tienda que había construido. La rabia se apoderó de él y de una patada la destrozó.

—¡Ya estoy harto!— Exclamó con todas sus fuerzas. Sus cables se agitaron con fuerza a su alrededor. Desenfundó su pistola y apuntó al cielo —Los que me estáis siguiendo salid de una vez y enfrentadme. Soy Manis, cuarto esminets, asesino sistemáticamente a todo lo que veo—

Se produjo un silencio. Aquello terminó por quebrar completamente al chico, quien desplegó sus cables en un tornado arrasando casi un kilómetro vegetación. Cayó de rodillas mientras recobraba el aliento.

—En qué momento pensé que esto sería fácil. Siquiera sé donde estoy, o qué tan grande es este mundo. Esto perfectamente podría ser una maldita isla y todo este tiempo podría haber estado dando vueltas en círculos— Se tumbó sobre la hierba —Como encontraré al capullo del doctor en este lugar, es como buscar una aguja en un pajar. Y si lo encuentro ¿Cómo regresaré a casa? ¿Cómo llegué a este mundo en primer lugar? Aquí no hay nada de tecnología moderna— Miró la carretilla que se había volcado —Pensé que sería fácil vivir de esta manera hasta encontrar al doctor. Pero este camping infinito me está matando ¿Qué hago? Tampoco quiero asentarme porque entonces me será difícil irme—

Isekai genérico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora