Magia y tecnología

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El duro invierno del norte puso una tregua temporal a la guerra civil, pues las tropas del caudillo no podían atravesar la ventisca. Su creciente número les ralentizó al no contar con una buena ruta de suministros y las debidas preparaciones para el asedio. Se estimó que ese retraso impediría continuar la guerra durante el invierno.


Las tropas sobrevivientes del norte se reunieron en la capital y juraron lealtad al nuevo rey, quien les prometió salvarlos del enemigo.


Sin perder tiempo, el nuevo rey movió la capital a una ciudad cercana al paso de los Galios.


Reunió a todas las valquirias que aun eran leales a la corona, visitó las casas de los nobles que permanecieron neutrales y los convenció de unirse a su causa. Al mismo tiempo ordenó a su ejército montar defensas en puntos estratégicos.


Se bloquearon casi todos los caminos que iban hacia la nueva capital, se montaron trampas, se reconstruyeron antiguos muros y fortalezas, pero se dejó una vía que iba directamente a la capital pasando por el desfiladero.


La nueva corona no iba a entregar el dominio de su reino sin pelear.



De lacios cabellos rubios que le llegaban hasta la cintura. Rasgos finos. Ojos celestes. Su cuerpo delgado estaba cubierto por una túnica azul con un cinturón de tela amarilla desgastada. En el cuello llevaba enrollado una larga bufanda blanca.


Bajo su brazo colgaba una cesta de madera cuyo contenido brillaba por sí mismo con una luz pálida.


La persona parada en frente de Manis a primera vista parecía ser una mujer, pero su cuerpo no correspondía con ese género y su voz tampoco.


—Bueno, bueno ¿Cómo has llegado hasta aquí?— Preguntó despreocupadamente.


—...—


Manis retrocedió un paso. Analizó a la persona que tenía en frente. Su ropa colorida y ornamentada no era adecuada para la vida de montaña y su físico tampoco coincidía, pero ahí estaba, a unos metros de él en la cumbre de una montaña nevada.


—Espera, no te asustes. No soy nadie peligroso—


—¿Quién eres?—


—Soy el hermano Valahir—


—¿Hermano?—


—Ah, esto... como decírtelo. Soy un fraile de la orden central—


—Lo sabía— Susurró Manis.


—Perdona ¿Qué has dicho? No te he oído bien—


—Eres miembro de alguna organización religiosa, pero no veo ninguna iglesia por aquí ¿De verdad eres quién dices que eres?—

Isekai genérico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora