Capítulo 12

2.7K 335 137
                                    

No existía una mirada o roce que amara y elevara más que los producidos por aquel luniano. Ese ser que apareció en su camino del vacío y se había convertido en su esposo. Más allá del cielo había mucho más de lo que estudió o llegó a imaginarse, encontró a otra persona con la que se unió para ser uno.

Todavía le costaba procesar la mayoría de los sucesos ocurridos desde el momento en el cual salió del planeta Tierra o Tellus, como solía llamarlo su ahora esposo. Todo fue extraño porque no enloqueció, aceptó y se adaptó a todo como si hubiese nacido para vivir en esa luna escondida. Llegó para encontrarse con un completo desconocido que halagaba ser su alma gemela y algo de cierto tuvo que ver en sus palabras porque desde el encuentro de su mirar, Jimin quedó prendido en un hechizo en apariencia inmortal o mínimo tan longevo como podrían llegar a ser los lunianos.

En el tiempo que compartía con Yoongi solamente existían ellos dos en una cápsula potenciada e inquebrantable. Olvidaba esos pleitos que tenía su esposo con los hedios, aunque no sonara tan bonito, también borraba a su familia de la mente. Sus suegros, esas dos personas inconformes con su relación y que aunque no quisieran tuvieron que aceptarlo por ser nada más y nada menos que el Gariani del regente de Luna Dorada. Un día abría los ojos en un hermoso cuerpo celeste que hasta el momento desconoció, al otro estaba hablando y haciendo ciertas muecas frente a ese hombre que ahora lo besaba. Luego, sin que cualquier aviso bastase llegó el momento en el cual se casaron frente a todo un maldito mundo.

Le recordaba un poco a la Boda Real en el Reino Unido en la Tierra. No era ni remotamente similar, pero en su planeta natal incluso en Corea del Sur transmitían el evento. En Luna dorada, absolutamente todos sus habitantes sin importar su ubicación u horario salieron para crear un nuevo cielo con todos sus poderes reunidos para bendecirlos. Según Augustus, esa ceremonia y el tiempo esperado era aquello que lo ayudaba tanto como preparaba para ese momento en el que por primera vez ellos practicarían el tan nombrado arte de la cama. Por primera vez desde que estudió su teoría y escuchaba a Yoongi hablar de ello, podía sentir a un nivel inimaginable lo que esas palabras significaban. Su mente fue la primera en sucumbir, la vista le siguió y moría por incluir el sentido del tacto también.

Y así, llegaron a ese punto en el cual ambos se miraban después de haberse provocado tanto. Jimin había estado yendo hacia su Minrey, así que esta vez, fue el rey quien caminó hasta su Atemin con los pasos más lento que jamás dio. Ahora que Jimin deseaba que Yoongi levitara, este andaba como un humano cualquiera. El terrestre no tenía mucho que eliminar, pero el contrario aún llevaba un impoluto y prodigioso traje único para la ocasión. No existía otro en todas las galaxias que siquiera se le asemejara.

Se hizo el silencio, uno tan alto como calmo en el que sus respiraciones era todo lo que podían escuchar debido al hermetismo de la habitación. Ondas de calor que chocaban contra su cuerpo expulsadas por el lunasio. Fueron sus manos aquello que Min utilizó para guiar a Jimin, mostrándole todos los secretos y formas en que debía deshacerse de toda la seguridad de su traje. En el momento en que Yoongi llevó la palma de la mano contraria a sus labios para recorrerla con la lengua, Jimin dejó escapar toda la respiración contenida sintiéndose casi temblar. Esta misma acción la repitió con la boca del menor, indicándole que él también debía lamerla y así, con la saliva entremezclada de ambos, la posó en su pecho, justo en el medio para hacer desaparecer todo rastro cobertor.

Por primera vez, Jimin lo veía en su totalidad y plena gloria. Allá no creían en seres todopoderosos, pero a su mente solo vino la frase, "como Dios lo trajo al mundo". No sabía si alguna divinidad se ofendería por sus pensamientos, pero para él en ese momento, Augustus Min Yoongi era su mismísimo Dios.

— No necesito de cuidados o un romanticismo excesivo, Minrey. Eso lo podemos tener en cualquier momento y en este preciso instante únicamente quiero sentirte. — Murmuró Jimin delineando sus hombros.

Luna DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora