5. COMO MOSCAS A LA MIEL

12.8K 1K 215
                                    

— ¿Estás nervioso? —Detengo la camioneta en el estacionamiento de la universidad.

—Algo —Román se encorva de hombros y sonrío.

—Tranquilo, no tienes presión. El decano aceptó que fueras sólo un oyente en las clases, tu objetivo es adelantar exámenes y con la cuota que está depositando David, seguramente no serán tan pesados contigo.

—Todo es muy exuberante aquí.

—Y sólo estamos en el subsuelo, espera a ver lo que es el edificio. Puedo asegurarte que lograrás enamorarte de este lugar.

—Una parte de mí puede respirar tranquilo, pero todos estos autos sólo expresan que el dinero sobra aquí, y en mi caso ni siquiera tengo una motocicleta. Puede que no me sienta muy cómodo.

—No quiero creer que consideras renunciar sin siquiera haber luchado, Román.

—No se trata de renunciar, sino que —el chico a mi lado parece detener sus palabras mientras salimos del vehículo—, yo no pertenezco a todo este mundo —niego mientras nos encaminamos hacia el ascensor.

—Debes tener algo claro, y es que si perteneces a mi familia todo este mundo te pertenece. Puede que no hayas dormido en hilos de oro en tu infancia como todo el mundo aquí, pero pagas una cuota sustanciosa, ese es el pase libre a todo esto.

El gran instituto se mantiene bien activo a unos minutos de marcar las ocho de la mañana. Todo el mundo es relativamente normal, estoy segura de que Román puede camuflarse entre la masa, porque a pesar de algún moretón o cicatriz en su rostro, su atuendo no destaca en lo absoluto. Mi madre se encargó de forzosamente renovar su guardarropa y con la excusa de que necesitaba uno que otro traje, eso se convirtió en trajes de baño, medias, camisas, ropa de marca. Algo digno después de todo.

Ahora mientras Román se mueve hipnotizado por el amplio lugar iluminado, lo observo en silencio. Sólo me limito a contestar alguna cosa, y en los minutos que nos quedan, recorremos el instituto hasta quedarnos al pie del gran salón con forma de anfiteatro donde tengo clases de Economía.

—Creí que aquí sólo impartían finanzas —dice mientras observa el gran campo de golf a través del ventanal.

—Finanzas y economía sólo es una parte pequeña de toda la oferta educativa de la Universidad de Merintia. Aquí tenemos arte, deportes, letras, ciencia, ingeniería, y la lista no termina. En la Universidad existe todo lo que un buen status social en Madrid y dinero puede pagar.

— ¿Y cómo se supone que estudias aquí? Me refiero a que tú has nacido en esta ciudad, pero parte de nuestra infancia transcurrió en ese pueblo, o bueno, esos dos años. Seguramente si todos aquí supieran de dónde venimos, ni siquiera aceptarían respirar nuestro mismo aire, o por lo menos el mío. Tú pareces hecha para esto.

—Sobre eso, sé que en el almuerzo conocerás a mis amigos. Sé que ha sido una estupidez de mi parte, pero ¿podrías simplemente mentir por mí? Pocos saben de la forma desagradable en que mi padre abandonó a mi madre hace unos años y cómo tuvo que rebuscárselas para dar a conocer su apellido, y no quiero divulgar datos de mi vida personal.

—Baelee —la mano de Román cae en mi brazo y enmudezco por su repentino acercamiento—. Entiendo. Sé que no me molesta, ni reniego de mis orígenes, pero mi plan está llevar la fiesta en paz. De mi boca no saldrá que nací en ese pueblo, no diré mucho más que soy tu hermanastro y cuando intenten indagar sólo seguiré tu juego. Mi plan aquí no está en conseguir amigos o buscar aceptación social, sólo quiero tener un título en mi mano para poder defenderme algún día y no depender del dinero de mi padre.

—Sí que has cambiado, Román.

—Tú no —intenta fastidiar y bato mis ojos al cielo.

Ambos nos internamos en el salón a la espera de que el profesor de Economía aparezca. Tan sólo restan dos clases y Román conocerá a mis amigos. Estoy nerviosa, muy nerviosa. Espero que no decida hablar de su brillante aspiración a ser mecánico, porque no dudaría abofetear su rostro como cuando tenía nueve.

SOMOS LA D.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora