24. EL PANAL

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Román

—En realidad, lo siento —me sorprendo ante las palabras de Bernard. Parte de mí creía que este chico ni siquiera tenía corazón—. Ese día, estaba cegado por la ira. Dije cosas sin sentido. Es que cuando se trata de Baelee, mi mundo parece cegarse —puedo entenderlo. Creo que ambos nos parecemos más de lo que creía.

—Descuida, también fui un idiota en el club de Luttia. He llegado a entender que no debo meter mis narices en los asuntos de nadie. Las reglas aquí son distintas y supongo que algún día debo aceptarlas, o bien, volverlas parte de mí —me encorvo de hombros.

—Me alegra saber que estamos en paz entonces —sonrío y bebo la cerveza en mi mano.

—Lo estamos.

Bernard se aleja finalmente y me deja sólo en la reposara. Se acerca a Malton que no parece querer despegarse de su novio hace más de cinco minutos y se inclina para decirles algo que no llego a escuchar. Mis ojos observan a Baelee, quien se inclina a subir la música al punto de ensordecer a medio vecindario.

Espero que esto no nos genere problemas legales.

François sale del agua y acto seguido comienza a mover su cuerpo junto a Baelee.

Observo a Talissa trepar la piscina y como una ola todo el mundo empieza a bailar.

No puedo evitar detenerme en ella unos segundos.

El verano trajo una ola abrasiva que nos comió a todos, eso es claro como el agua pero sin embargo se ha generado un paréntesis tan grande entre nosotros, que convirtió lo que teníamos en una tundra helada. Todo ha cambiado en unos meses. Ya no dormimos, juntos, algunas veces me siento un extranjero en su casa. Sé que algo se está enfriando entre nosotros, pero no estoy seguro de qué es. Cuando pregunto ella simplemente parece cerrarse en sí misma y se encierra en alguna habitación de la casa.

Desearía poder apartarme y darle el espacio que parece estar necesitando con urgencia, pero en mi posición no tengo a donde ir. Así que simplemente cierro mis labios y continúo en esta extraña normalidad que tenemos.

Hemos discutido, hablamos poco y a pesar de no haberlo puesto en palabras, creo que ella ha congelado lo que teníamos.

Para sumarle un quantum a mis aflicciones no todo es hielo en mi cuerpo. Estoy dividido entre llamas y es tan claro cuando el fuego me arranca de mis pensamientos y por un segundo toda mi realidad se detiene. Quedo adherido a los movimientos de su cuerpo.

Baelee.

Su bikini lavanda, ahora oscurecido por las pocas luces que quedan, se pega a su cuerpo y es tan pequeño que poco deja para la imaginación. De todas formas, soy un jodido fantasioso y dos segundos después de que las manos de François llegan a su cadera, las de Bernard a su rostro, las convierto en las mías. Todo pasa dentro de mi cabeza.

Mis labios la besan y se mueve en un vaivén peligroso, vertiginoso contra mi cuerpo. Estamos solos, nadie puede juzgarnos. Nadie puede juzgar mientras hundo mis dedos en su cadera y acaricio la piel sobre sus costillas. Luego subo a sus pechos y gime en mi oído.

Su espalda se pega a mi cuerpo y estoy bajo éxtasis. Tenerla a mi lado es la agonía más perfecta. Es como tocar el cielo mientras me quemo en su piel.

Despierto de mi fantasía cuando sus ojos se hacen reales en mí. Lo disfruta. Le gusta desafiarme mientras se contornea. Trago saliva y mi respiración comienza a estancarse en mi pecho cuando se despega del chico de ojos azules y comienza a caminar en mi dirección.

— ¿Bailas conmigo? —Se inclina y extiende su mano en mi dirección. Sonrío como un idiota sin poder ocultarme en lo absoluto—. ¿Vienes o tengo que arrastrarte conmigo? —Claro que quiero que me arrastre con ella. Deseo que me empuje a su cuerpo y haga lo que desee conmigo.

SOMOS LA D.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora