12. LA DELGADA LÍNEA

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Román

—Deberías probar el muffin de pistacho —Malton no puede evitar arrugar su nariz ante las sugerencias de Talissa.

—Prefiero limitarme al chocolate, la última vez que comí un muffin verde tenía lechuga hervida.

Un escalofrío recorre mi columna vertebral de sólo recordar la mala experiencia con los muffins de Brinna. Desde ese entonces le tengo miedo a todo lo que tenga aspecto verde y este hervido.

—Está bien, pero eres un aburrido como Malton —Talissa se mueve en dirección a la barra y pide nuestros cafés—. ¿Seguro no quieres nada, Malton?

—No puedo comer si tengo una cita, los nervios nunca me han jugado una buena pasada cuando se trata de ver a Raúl y dudo que una taza de café o un muffin de pistacho sean muy buenos conmigo.

—No es la primera vez que ves a Raúl ¿por qué los nervios? —Pregunta la chica de ojos verdes.

—Lo sé, pero siempre estar con Raúl se siente como estar en la cornisa, me vuelvo débil.

Sé de lo que habla. Pero gracias a mi maldita suerte, la razón de mi debilidad ya no me habla.

— Oh ¡qué romántico, tío! Siempre vives en una nube, desearía poder sentir eso.

Los ojos de Talissa me atraviesan por un segundo ¿acaso debo decir algo? El asunto de Malton y Raúl, su entrenador personal, es algo de lo que acabo de enterarme y dudo que mi trayectoria amorosa, pueda aportar alguna cosa.

— ¿Y dónde han quedado? —Pregunto simplemente para participar de la conversación.

—No muy lejos de aquí, debo recogerlo en la plaza central y luego, ya saben... disfrutaré de mi propio muffin en su apartamento.

—Puedo entender porque no te gusta el pistacho, tú los prefieres de banana —Malton golpea a Talissa y no puedo evitar ocultar mi risa.

—No seas idiota —Malton toma su teléfono y la chica detrás de la barra llama a Talissa—. Tengo un mensaje de Raúl, creo que debo irme ya.

—Suerte con la cita —digo y tomo la orden por Talissa.

— ¡Disfruta esa banana tonificada!

La voz de Talissa es lo suficientemente alta para que el resto de la cafetería la oiga y el chico de rizos se vuelva un tomate junto a la puerta.

Segundos después de que Malton suba a su deportivo y se aleje del lugar, nos alejamos de la cafetería en busca del auto de Talissa.

Es hora de partir a casa.

Tras haber estado horas enteras recorriendo la ciudad junto a Talissa y Malton quienes se han ofrecido a mostrarme Madrid, el día se ha fugado. El sol comienza a descender y el frío ya a estas horas puede sentirse en los huesos.

Subimos al auto de Talissa y partimos en dirección a mi casa. Espero encontrar un trabajo pronto y conseguir una motocicleta. El hecho de tener que depender que todo el mundo cargue conmigo a todos lados se vuelve una molestia y no quiero serlo.

—Talissa —pronuncio mientras nos detenemos por el tránsito. No ha sido buena idea salir de Madrid en hora pico un miércoles—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Ya lo haces, pero claro que sí.

— ¿Tienes idea de por qué nos expulsaron de la D.S? Es que no entiendo nada, han pasado cinco días de todo eso y aún sigo con las dudas fijas. Baelee llegó el lunes por la tarde hecha un volcán de furia, echándome la culpa por todo, pero sinceramente no sé qué he hecho.

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