Capítulo 3

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POV Lyssandra
Mi puño dio de lleno con la mandíbula de Phil, haciéndolo perder el equilibrio y trastabillar. Sus secuaces perdieron la atención en la rehén para atacarme también en vista de haber herido a su jefe. Evidentemente estos bastardos nunca han conocido lo que es juego justo.

Doy un rápido vistazo al rededor; son tres contando al chulo. Lanzo los lentes al suelo para tener mejor visión en aquella habitación casi oscura y retrocedo por reflejo para esquivar uno de los matones que se lanzaba hacia mí.

Necesito salir, y no con las manos vacías. En el momento que el tipo pierde el equilibrio por no haber podido atraparme como pensaba, le hundo el codo en la espalda y lo inmovilizo con una llave desde atrás.

—Estás asustada, ¿verdad? No tienes tú arma—Se burló Phil reincorporándose—Ya te di la ventaja, no puedes decir que no soy caballero. Ahora me toca a mí.

Gruño con frustración y noqueo al primero con un manotazo en la sien para deshacerme de él y bloquear el ataque de Phil, quién se acerca lanzando una patada como látigo hacia mi pecho. Por suerte pude detenerla con mis brazos, pero estos quedan entumecidos y pierdo fuerza al lanzar el siguiente ataque contra él.

Mark está completamente ajeno a la situación y mi único as bajo la manga es aguantar mientras llegan los refuerzos a barrer todo el lugar. Chequeo de reojo a Layla; la pobre está intentando levantar la cabeza para enterarse de que está pasando.

—¡Mira Layla! Mira quién vino en tu rescate—Grito Phil observándola también, sin perder tiempo en lanzar un ataque doble con su compañero matón.

Bloqueo una vez más el golpe de Phil, pero su secuaz lanza un tablón que se destroza sobre mi hombro.

A pesar del insoportable dolor muscular, aprovecho que se acerca para sujetarme y tomo del suelo una de las piezas rotas de madera para clavársela en el muslo. Al momento que grita de dolor ablanda su agarre, y es mi oportunidad de darle un golpe definitivo en la cara que lo deja soñando.

Inhalo y exhalo fuerte, bien por el cansancio o la adrenalina. Ahora solo somos uno contra uno. Le hago una seña en tono burlón al chulo para que se acerque; cosa que lo enfurece más y se viene hacia mí como un toro descontrolado.

—¡No lo hagas! —Mi peor error fue mirar a Layla apenas oírla gritar, porque eso le permitió a Phil derribarme y propinarme un par de golpes en la cara—¡Phil basta! Soy tuya, déjala y vámonos. No vale la pena—Ella lo intenta convencer en vano.

—Maldito seas...—estiro las manos hasta su cuello, y él hace lo mismo. Ambos nos ahorcamos sin ganas de soltar al otro hasta el último momento, pero él tiene la ventaja al estar sobre mí y poder afincarse para ejercer más presión.

Con dificultad subo las manos de su cuello hasta su cara y lo rasguño con ferocidad, el grita, pero no me suelta hasta que no soporta mis uñas clavadas cerca de sus ojos y lo logro.

No pierdo tiempo en recobrar la respiración para lanzarme sobre él y devolverle todos los golpes, que sienta dolor y todo lo que habían sufrido esas mujeres hasta este momento donde lo tengo bajo de mí y su vida pendiente de un hilo.

Mis golpes no cesan, e impulsado por el ardor de mis músculos y agitada respiración mi control comienza a desvanecerse y solo queda en mi mente que ese hombre debe sufrir.

—¡No! ¡Ten cuidado! —Oigo la voz de Layla lejana, pero no desperdicio tiempo para mirarla. Eso me haría dejar de golpear a Phil; hasta que en cuestión de segundos algo más fuerte resuena en la habitación y roza mi oreja en un fuerte silbido que me aturde.

Ha sido un disparo.

Mis ojos barren la habitación rápidamente en busca del portador del arma y es uno de los secuaces que recobró la conciencia y apunta directo hacia mí, preparado para el siguiente proyectil.

Pecado del Deber [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora