Desde hace semanas he tenido la idea de escribir a Qin orejas y cola de conejito, así que al final terminé escribiendo esto (es que tenía que sacarme esa espina xd) no estaba segura de publicarlo en Wattpad, pero finalmente aquí esta
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La primera vez que Beelzebub vio a aquel conejito fue bajo las cortinas verdes de un sauce. Donde la luz se colaba por los pequeños orificios entre sus hojas y daba lugar a un escondido manantial de aguas impregnadas con el suave olor de flores y rocío.
Él siempre había sido un lobo extremadamente solitario y que vagaba en dirección a la brisa del viento, repudiando cualquier tipo de compañía. Era alguien nómada que sólo se quedaba por un tiempo limitado en algunas aldeas que se cruzaran en su camino, hacía un poco de desastre por simple curiosidad y luego se iba para jamás regresar. Era como un torbellino que traía una momentánea plaga de caos, tanto en pueblos pequeños, como en enormes ciudades.
Jamás se preocupó por sentar cabeza o encontrar algún compañero para aparearse y formar una familia. Nunca se sintió atraído por alguien en todos sus años de vida, fue divertido pasar noches con amantes ocasionales que encontraba en algún burdel barato en los rincones más lúgubres, pero con el tiempo, también perdió el interés en ellos. Apagando así la última chispa para relacionarse, aunque sea sexualmente, con alguien.
En las faldas de algunas colinas tapizadas de hermosa hierba verde, que adquirían un tono dorado debido a la luz del sol, encontró una tranquila pradera llena de miles de flores de diversos tamaños y colores, salpicadas sobre la vasta superficie verde como si fueran manchas de pintura de un lienzo desordenado. Estaba en las afueras de la última ciudad que había visitado; un gran imperio que parecía estar hecho de oro labrado por una mano gentil y metódica, en donde las joyas parecían convertirse en el pan de cada día y los habitantes eran cómo hermosos muñecos vestidos de seda.
Era sin duda un lugar próspero y bastante agitado, le daba la impresión de ser una ciudad llena de vitalidad. Como sea, Beelzebub se había cansado de molestar a algunos comerciantes o hacer unos pequeños destrozos. Además de que los guardias del lugar eran ciertamente molestos y mucho más difíciles de evitar. Al menos les daba crédito por ser bastante disciplinados en su labor de mantener el orden.
Vagó taciturno entre ese mar de flores, acariciándolas con la punta de sus dedos y el olor de cada una se pegaba a él como si fuera miel. Estaba buscando un poco de agua para calmar su sed y enjuagarse un poco la cara. Fue en ese momento que una fuerte brisa acompañada de pequeñas hojas secas, pareció indicarle algo bajo un viejo sauce de largas hojas cayendo como si fueran una cascada. Pudo vislumbrar fácilmente la orilla de un manantial, rodeado con algunas rocas de diferentes formas.
