Miles de gritos se oían ahí afuera entremezclados con el sonido de las guitarras y el ritmo que marcaba la batería.
Podía escuchar cómo gritaban mi nombre, ansiosos porque saliese de una vez al escenario. Había hecho esto tantas veces que había perdido la cuenta, pero cada vez que me tocaba subir ahí arriba los nervios y la adrenalina se apoderaban de mí.
—Todo listo. Sales en dos minutos— informó Nat, mi asistenta—. ¿Estás nerviosa?
—Sabes que sí, como siempre— reí suavemente—. No importa las veces que haya hecho esto; todavía no me he llegado a acostumbrar del todo.
—Tú tranquila. Respira hondo y piensa en todas esas personas que han venido hasta aquí solo para verte. Nunca les has decepcionado, y hoy no será una excepción— dijo amablemente mientras me colocaba bien unos mechones rebeldes del pelo—. Ahora sal ahí a darlo todo, reina.
Y con un último apretón en el hombro, cogí mi guitarra y corrí al escenario, causando que todo el estadio estallase en gritos.
Bien, que empiece el espectáculo.
***
Con una última canción finalizamos el que había sido uno de los mejores conciertos que había dado hasta ahora, en mi ciudad natal. Había gente llorando, otros seguían cantando y la mayoría pedían una canción más.
Todo esto me recuerda que hice bien al arriesgarme y seguir mi sueño, y que todas esas personas de ahí son como una familia para mí. Ellos son los que me apoyaron desde el principio, y los que siempre, pasara lo que pasara, hacían que me sintiese querida.
Me alejé a dejar la guitarra, y con un micrófono en mano volví al frente.
—¿Cómo estamos, Sídney?— grité—. Bueno, espero que hayáis disfrutado tanto como yo esta noche. Siento deciros que este ha sido el último concierto de nuestra gira, pero el año que viene volveremos con más— anuncié con una sonrisa causando todavía más alboroto—. Os quiero dar las gracias por estar siempre ahí. Y deciros que todo esto no sería posible sin vosotros. ¡Os quiero!
Y sin nada más que decir, las luces se apagaron y volví detrás del escenario, donde Nat me esperaba con los brazos abiertos.
—Lo has hecho genial, nena— dijo a la vez que me abrazaba—. Has estado increíble.
—Muchísimas gracias— suspiré llevándome una mano a la frente—. No sabes lo aliviada que me siento después de todo esto.
—Bueno, ahora toca ir a casa a descansar, que ya has tenido bastante por un buen tiempo. Yo que tú no volvía a coger un avión hasta nuevo aviso— dijo burlona, a lo que yo me reí. Tiene razón, tener que ir a tantos países y ciudades en seis meses cansa bastante. Pero jamás podré quejarme de lo que hago y que realmente me gusta. La música es mi vida.
Nat avisó al chófer para que viniese a recogerme casi dos horas después de que el concierto terminase. Estaba impaciente por llegar a casa y tirarme en mi cama de una buena vez. Pero lo que más ansiaba era ver después de tanto tiempo a quien me estaba esperando allí.
Al llegar cogí mis maletas del maletero y me encaminé a la puerta, temblando en parte por el frío de la noche y por la emoción. Fui a llamar al timbre, pero entonces recordé que por alguna razón había cogido mis llaves antes de irme. Rebusqué en mi mochila y cuando di con ellas las metí en la cerradura.
Abrí la puerta y al instante el calor de la chimenea y el olor a café recién hecho me golpeó en la cara. Dejé mis cosas a un lado y me adentré en el salón, el cual estaba conectado con la cocina. Oí pasos provenientes de la planta de arriba, y un revoltijo de emociones se apoderaron de mí en cuanto le vi bajar por las escaleras.
—¡Jack!— exclamé abalanzándome literalmente sobre él, haciendo que perdiésemos el equilibrio. Le había echado demasiado de menos.
—Leigh, no sabes cuánto me alegro de verte por fin— me estrechó entre sus brazos—. Es decir, te veía todos los días en la televisión, pero tú sabes. No es lo mismo— dijo cuando por fin nos separamos—. ¿Cómo ha ido todo?
—La gira ha sido... Ha sido increíble— suspiré recordando los últimos meses—. Mañana te lo contaré todo mejor. Ahora mismo sólo quiero irme a la cama y no levantarme hasta que sea verano.
—Ya. Sobre eso... No creo que debas irte todavía a dormir— dejó de hablar por un momento y se llevó una mano a la nuca—. Tenemos visita. Y no creo que te vaya a hacer mucha gracia saber de quién se trata.
Por el tono en que lo dijo supe perfectamente a quién se refería. Hace ya casi cinco años que no le veo, y la verdad es que por la manera en la que se marchó sin importarle a quiénes dejaba atrás, no me sorprende que no se haya pasado por aquí desde entonces.
Él es el hermano de Jack. Fue mi primer amigo, y la primera persona que me quiso de verdad. O eso pensaba yo.
Puede que suene muy cursi, pero le entregué mi corazón y él se encargó de hacerlo pedazos. Todos los sueños y deseos que compartimos los olvidó, pero yo jamás podré olvidar todo el daño que me hizo.
El sonido de unos pasos se hizo presente en el salón. Me giré y todo se me vino abajo al volver a ver esos ojos azules.
—Hola, Leigh. Cuánto tiempo.
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Nuestra Última Canción
Short StoryNo podía odiarle. Y mucho menos dejar de amarle. Él era como una canción que se reproducía a todas horas en mi mente. Sin detenerse; sin terminar... Y podría poner en repetición esa melodía toda la vida.