—Eso no suena muy bien.
Hizo una mueca en mi dirección y le puse mala cara, pero tenía razón. Acomodé mejor la guitarra y procedí a afinarla para que al tocarla no sonase como un gato siendo aplastado. Luke estaba recostado en mi cama y yo sentada en la silla del escritorio con menos inspiración que el tipo que diseñó la bandera de Japón.
Ya habían pasado nueve meses de su llegada, más o menos. Desde que me contó que tenía cáncer me ofrecí a ir con él a cada cita y revisión médica, lo cual le tranquilizó bastante, ya que Luke se ponía muy nervioso cada vez que le daban una noticia. No sabías si podía ser muy buena o demasiado mala. Este último mes a penas había podido acompañarle, ya que el trabajo consumía la mayoría de mi tiempo, así que Jack iba con él en mi lugar.
—No me vienen ideas, Luke— escondí la cara entra mis manos, exasperada—. Necesito algo pronto o explotaré. Tampoco es que me estén metiendo prisa, pero necesito hacerlo. Tengo la melodía a medias, me falta la letra.
—No te preocupes, preciosa. Seguro que se te acaba ocurriendo algo genial— contestó guiñando un ojo, sacándome una sonrisa—. Sé que yo no soy un experto, pero te podría ayudar a componer.
—¡Claro que sí! Me encantaría— Luke parecía emocionado con la idea de escribir una canción juntos, y la verdad es que amaría compartir algo así de especial con él.
Se quedó un rato con la mirada puesta en mí. Me observaba con su media sonrisa y esos ojos que hacían que me burbujeara el estómago. Si no dejaba de mirarme así mis mejillas acabarían explotando como palomitas de maíz. Luke pareció darse cuenta, ya que se rió en voz baja y apartó la vista. Gracias a dios, ya podía respirar. Me indicó con la mano que me sentase a su lado, y así hice. Solté la guitarra con cuidado y me acomodé junto a él.
—Leigh, ¿podrías... podrías hacerme un favor?— lucía dudoso, como si temiese pedirme lo que fuese que me tenía que decir—. Verás, es algo que siempre he querido hacer y... No sé, pensé que a lo mejor tú...
—Ya, Luke. Suéltalo— le pinché la mejilla con mi dedo y pareció relajarse un poco. Me miró una vez más a los ojos.
—Quiero que me enseñes a tocar la guitarra— abrí los ojos con sorpresa. No pensé que Luke me pediría esto nunca, para ser sinceros—. Te explico. Cuando era pequeño empecé a escribir una lista. Una lista de las cosas que me gustaría hacer antes de llegar a cierta edad o antes de morir, y viendo cómo estoy creo que es mejor si empezamos ahora, antes de que sea tarde, ¿no?
—No digas eso, Luke. Por favor— creía que podía soportar cada vez que él hablaba del tema así, como si no fuese la gran cosa. Pero en realidad no era así—. Vas a curarte. Mi amiga también tenía leucemia, y ahora está bien gracias a los tratamientos. Vas a salir de esta— y los ojos se me empezaron a llenar de lágrimas estúpidas. Lo que me faltaba.
—Eres lo mejor que me ha podido pasar en la vida, ¿lo sabías?— comentó tras estar observándome un rato—. No quiero verte triste, mi amor. Ven aquí— me enfundó en un abrazo y me llenó la cara de pequeños besos por todas partes, haciéndome reír—. Así me gusta. Ahora a componer.
Nos pasamos la tarde probando melodías diferentes e intentando buscar los versos perfectos para formar la letra. Las horas se nos pasaron volando, y el resultado acabó siendo impresionante. El mensaje de la canción trataba sobre una persona que está muy lejos de la otra. Pero a pesar de la distancia le quiere hacer saber que siempre está pensando en ella, que le quiere y que siempre va a estar ahí; que jamás estará sola. Algo así como Think of You de Mayday Parade.
Ya de noche decidimos pedir comida china y quedarnos en el cuarto de Luke a ver películas. No había mejor plan para un sábado por la noche. Él ya estaba muy cansado, y se le notaba demasiado. Pero algo que también noté cuando se remangó la camiseta fue una gran mancha violácea que se extendía por su antebrazo.
—Luke, ¿cómo te has hecho eso?— apunté con mi palillo de madera—. ¿Te has caído o...?
—No, no es eso— suspiró sin dejarme terminar—. Últimamente me están saliendo moretones y manchas por casi todas partes... Los médicos dicen que es algo normal cuando tienes leucemia— se encogió de hombros—. No te preocupes por eso.
—No puedes pedirme eso, Luke. Me preocupo y lo sabes— le acaricié la mejilla haciéndole sonreír—. ¿Te duelen mucho?
—Nah, no demasiado— respondió despreocupado y decidió cambiar de tema—. Por cierto, eres la mejor componiendo. Tu canción al final ha quedado genial.
—Nuestra canción— corregí—. No me habría salido si no hubiese sido por tu ayuda. El mérito es más tuyo que mío.
—Me siento muy halagado— se llevó una mano al pecho e hizo un intento de reverencia, lo cual me causó una carcajada—. No te rías de tu pobre novio. Probablemente será la canción con más éxito de tu repertorio, ya lo verás— presumió con falsa arrogancia y negué con la cabeza.
—Lo dudo bastante— puso cara de ofendido y enseguida aclaré—. No pienso hacerla pública.
—¿Por qué? Es muy buena, en mi opinión. La gente la adoraría.
—No quiero darla a conocer; quiero conservarla para mí. Es algo solamente nuestro. Para mí es como muy personal, íntimo... No sé, quiero que se quede así. Algo especial entre tú y yo.
Luke sonrió con ese brillo que tenían sus ojos cada vez que me miraba, y seguido me dio un tierno beso, dándome a entender que la idea le agradaba. Al cabo de unas horas, ya casi a medianoche, el rubio a mi lado se quedó dormido. Me puse en pie sin hacer ruido para salir de allí y dejarle descansar, y una vez fuera cerré la puerta.
Decidí bajar a por un vaso de agua, ya que tenía la garganta seca. Ya abajo me encontré con una figura sentada en la barra de la cocina con la cabeza entre las manos. Un nudo se formó en mi estómago.
Estaba llorando.
—Jack, ¿estás bien?— pregunté abrazándolo—. ¿Ha pasado algo? Me estás asustando.
—Es Luke...— murmuró y el corazón se me aceleró—. Hace varias semanas fuimos al hospital a hacerle unas pruebas y...— cerró los ojos con fuerza y se pasó una mano por el pelo—. Pensábamos contártelo antes, pero... El tratamiento no está haciendo efecto, Leigh. Se lo retiraron la semana pasada. Le quedan un par de meses, tal vez tres. Lo siento mucho.
En ese instante me vine abajo. Mis piernas se debilitaron y tuve que aferrarme a la barra. La vista se me nubló y la realidad me azotó en la cara como un balde de agua helada.
Luke se estaba muriendo.
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Nuestra Última Canción
Krótkie OpowiadaniaNo podía odiarle. Y mucho menos dejar de amarle. Él era como una canción que se reproducía a todas horas en mi mente. Sin detenerse; sin terminar... Y podría poner en repetición esa melodía toda la vida.