La noche donde todos los pecadores imploran por perdón.
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El cielo se iluminó a causa de un rayo acompañar a la torrencial lluvia de aquella madrugada. Los árboles cercanos se mecen violentos por las potentes ráfagas de viento.
Techos de láminas se alzan por la fuerte tempestad que los habitantes del pueblo ni siquiera notan a causa del profundo sueño en el que se encuentran. No notaron que, sobre los altos cielo y el firme suelo la tierra se abrió para salir entre de ella cuatro caballos y sus jinetes que la biblia define como "terrores ancestrales"
Su orden es clara, llevarse a los pecadores y con ello aligerar la ira de su amo.
El relinchar del primer caballo y su trotar sobre la calle en piedra fue el primer paso para cobrar las almas de aquellos que han ofendido a su príncipe. El alma de esas personas sería cobrada, ¿Por qué tener consideración cuando negaron los tres llamados de la madre de su hijo? Y fue así, como la puerta de la primera casa se abrió estrepitosamente para dejar pasar al imponente animal rodeado con las llamas del infierno. El primer Jinete sacudió sus cuerpos y capturó sus almas entre cadenas oxidadas.
– No recibiste al hijo del rey, tu alma está condenada a permanecer en el infierno donde revivirás una y otra vez la condena que él tiene para ti. – sacando una guillotina atravesó el alma que iría al infierno.
El cuerpo seguía intacto, pero algo más dimensional estaba apenas comenzando.
La noche sería larga.
Los jinetes cabalgaron por toda la ciudad en busca de las presas, pasando casa por casa por aquellos pecadores que han ofendido a su pequeño príncipe, hijo de Lucifer.
Hasta que llegaron a una pequeña morada donde las entradas están cubiertas en sal impidiéndoles el paso. Allí, entre la pobreza el hijo legitimo y mortal del señor del infierno vive, la imponencia del pequeño individuo era indetectable para ojos humanos, pero para seres dimensionales el pequeño ya vislumbraba destellos de poder pues su aura oscura está comenzando a crecer.
El hijo del ángel caído sería poderoso.
Dándose la vuelta y dejando tranquilo el pequeño hogar, el amanecer consumió a las bestias del infierno quienes retornaron al infierno.
– ¡Ayuda!. –
– ¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude, ¡mi esposa! . – los gritos y pasos del exterior la hicieron despertar mientras Jennie se incorporó somnolienta de la cama.
Viendo el rostro de su hijo aun dormido decidió asomarse por la pequeña ventana de la habitación, asustándose un poco de algunas personas correr desesperadas de un extremo a otro en busca de atención médica.
Sin embargo, también sobre el cruce de la avenida frente a su pequeña casa las carretillas de madera y lamentos de personas caminando atrás de ellas denotando evidentes muertes.
– ¿Que ha pasado? – susurró para sí misma mientras el ajetreo y una fría corriente le atravesó la espalda obligándola a retroceder.
– Esto es obra del diablo, ¡El juicio final! – gritó un hombre quien parece preso del pánico pues al igual que otras familias los jinetes del apocalipsis han enjuiciado sus acciones llevándose las almas de sus seres queridos
– Es el diablo, alguien trabaja para él, alguien es su servidor. – señaló a algunas personas que pasaban frente a la vereda donde se escondía su pequeña casa.
– Satanás a enjuiciado al pueblo, él viene por más de nosotros ¡sé que viene! – personas que le escuchan empiezan a amontonarse a su alrededor.
– Tenemos que eliminar aquello que lo encadene a este mundo. –
Jennie negó mientras volvió a la cama donde su bebé parecía apenas despertar.
– ¿Que está pasando mami? ¿Por qué estás tan pálida? . – frotando sus ojitos el pequeño se dio cuenta de la condición asustadiza de su madre.
– ¡Atrapen a los pecadores! – ambos escucharon el alboroto del exterior.
– ¿Que son pecadores, mami? ¿Son como las personas que los sirvientes de papi se llevaron con ellos?. –
Jennie miró a su hijo retirando rápidamente la visión de la ventana, horrorizada por lo que ha dicho.
– ¿Que?. – el niño miró a su progenitora.
– No digas eso. – el corazón de la pelinegra se agitó rápidamente. – ¡No digas eso nunca más, ¿me oíste?!. – el pánico la invadió, si alguien escucha hablar a su hijo de esa manera pensarían que ellos fueron los culpables y ahora cuando la tensión del pueblo está por los aires cualquier provocación podrían ponerlos en peligro.
– Tienes que prometer que no dirás este tipo de cosas a nadie Taennie. – el pequeño asintió sin comprender la exaltación en el bonito rostro de su progenitora.
– Está bien. –
Durante el resto del día Jennie y Taennie salieron del hogar. La pelinegra tenía que tomar el turno de la tarde en esa cantina en la que trabaja y ambos regresar a su hogar.
Como la pelinegra no tenía a nadie ajeno con quien dejar a su pequeño hijo , él menor solía acompañarla en esas siete largas horas de jornada oculto entre la barra sin decir alguna palabra que pudiera incomodar a algún cliente.
Taennie estaba acostumbrado el ver a su madre ateniendo las mesas, sirviendo comida o algunas bebidas. Era su pequeña rutina ese día especifico.
Fue así como las horas pasaron y los comensales solían ir o venir.
– Vamos preciosa, dime ¿Cuánto por poseer ese lindo cuerpo tuyo?. – Jennie apretó el trapo con el que limpiaba las mesas cercanas a ese hombre quien le ve indecorosamente.
No era la primera vez que ese viejo asqueroso la acosaba, igual a otras ocasiones Jennie le ignoró y salió prácticamente corriendo hacia la barra.
– Vámonos bebé. – era casi la medianoche cuando el turno terminó. Taennie se había quedado dormido entre los costales de papas y como es costumbre ella solía cargarlo en brazos para irse a su hogar.
La noche es fresca y siente el viento renovar sus energías. La noche le permite pensar con claridad pues encontraba en ella una calma y seguridad que estaba muy escasa en los recientes días.
– Nos volvemos a ver preciosa, ¿por qué tan sola?. – Jennie se detuvo al reconocer la silueta del hombre salir entre la serie de antorchas que ilumina su camino.
El viejo de la cantina esta nuevamente molestandola mientras se menea de lo tan borracho que se encuentra.
– Llevo un año visitando esa mugrosa cantina. – sus palabras se rozan entre ellas. – Esperando por tu maldito nombre, y nunca me los has dicho zorra. – caminó hacía ella.
– Pero no más, hoy tomaré lo que yo quiero de ti maldita mujerzuela –
La única distancia que separa a Jennie del borracho es un callejón oscuro, mientras el hombre da un paso ella retrocede otro. Presa del pánico, él borracho atravesó el callejón con una mano estirada para sujetarla.
Jennie trata de localizar a alguien quien estuviese cerca y quisiese ayudarla, pero lo que encontró la dejó aun petrificada. Su memoria la golpeó con fuerza al reconocer esa misma tonalidad de ojos.
Esa mirada que oculta en la oscuridad no deja de observarla y enfundarla de terror, solo puede ver la intensidad de sus ojos y como, al contrario de la ultima vez pasos se escuchan acercarse mientras una fuerte ventisca apaga la serie de antorchas dejando que la luna sea la única que les permita tenuemente identificar al alto hombre que parece salir de las sombras.
Jennie no lo logra identificar con claridad, pues solo siente como el pecho sube y baja de terror.
– No deberías tocar lo que no te pertenece, humano inservible. –
La amenaza se percibe porque finalmente esa mirada poseía voz, y no era nada agradable.
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INIURIAM | TAENNIE
FanfictionQuizás el sexto sentido era quien le advertía su pequeño hijo no ser del todo normal, quizás solo eran pensamientos del pueblo lanzados hacia ella que terminaron por convencerla; su precioso hijo de ojos azules no pertenecía a este mundo.