┊☆┊Auron sufre las consecuencias de causar envidia en la diosa de la belleza, quien busca venganza en su contra. Sin embargo, la deidad destinada a arruinar su vida, acaba enamorándose de él.
☆ Adaptación del mito griego de Eros y Psique.
☆ AuronBot...
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Dejándose guiar por el más puro y exhortante sentimiento de obligación, Auron atravesó el sendero que separaba el Pueblo 1 del Pueblo 2. El rumbo no le era indiferente, aunque nunca pensó que caminaría por él en circunstancias ajenas a una visita exprés, misma que hacía una vez al mes para pasar el rato con un buen amigo suyo. Ojalá hubiese sido una visita social en lugar de un sacrificio.
De tanto andar, las zapatillas blancas de su conjunto estaban sucias, llenas de polvo y tierra convertida en barro a causa de la humedad. La parte inferior de su túnica también se mancharía dentro de poco.
—Hemos llegado —anunció Rubí, mirando hacia el suelo. Le era más digerible contemplar cualquier cosa que no fuese su hermano menor.
—¿Auspicio la ceremonia? —preguntó Juan.
Auron soltó una risa amarga.
—Métete tu ceremonia por el culo. Todos, métanse la ceremonia por el culo —dijo, sin ocultar ni un ápice de veneno en su voz—, ¿se pueden ir ya? Vinieron, entregaron la ofrenda, cumplieron con su deber. Ahora largo.
Algunos del gentío se removieron incómodos antes de irse y otros partieron de inmediato. Fue así que, de entre la multitud fueron quedando unos pocos cercanos a Auron.
Él se dejó abrazar, consolar y cuidar de personas que apreciaba con sinceridad; como Pol, Ibai, Adam y su familia, la bibliotecaria Mayichi y Luzu, quien antes fue un problema como pretendiente pero que luego de renunciar a él, se hizo un buen amigo. Les dio tiempo y los dejó ir, reconfortado por tal empatía.
—Ahora, vas a... —comenzó a decir Nia, luego de un rato de silencio pesado.
—Falta él —interrumpió Auron, señalando a Juan—, que se vaya a la mierda.
—¿Perdona? ¡Yo soy el puente de los dioses y los mortales, tengo que estar! Además, somos familia, cuñado.
—Si no quería a Ibai aquí, que lo adoro, ¿qué te hace pensar que a ti sí, hechicero de pacotilla?
Juan volteó a ver a su marido en busca de una defensa, siendo ignorado por Rubí. Él también quería privacidad, muy a costa de que, al regresar a casa, el hechicero le reclamase la falta de atención a su persona. Quejándose por lo bajo y dando zancos, Juan se alejó, permitiendo que padre e hijos se encontrasen en un abrazo lánguido. La despedida oficial, la que se da con el peso de todo lo que no se dijo, se desarrolló días antes de realizar esa ceremonia extraña. Con la premonición del futuro, soltarse sólo se complicó.
