Manual de lo prohibido [LeeOn]

Chapter 18

─ Bueno, ¿y qué quieres que haga? Youngjo se ha vuelto un amigo excelente y Yonghoon es una persona grandiosa. A Kang lo conozco porque trabaja en el laboratorio de fotografía y es un chico sensacional. Así estoy bien, no ocupo tener tantas personas en una vida que pronto dejaré. No voy a quedarme a vivir en Venecia por siempre. ─ Dije.

─ Ya lo sé, Dong. Lo que trato de decir es que disfruta el tiempo que estés aquí.

─ Eso lo hago, créeme.

─ Pero...

─ ¡Tu pizza está lista! ─ Canté al oír el sonido del microondas. ─ Me voy a dormir, te quiero, buenas noches. — Me fui a paso apresurado a mi habitación.

Me sentía culpable, porque la verdad era que no me entusiasmaba tanto la idea de pasar el día con Hwanwoong, al menos no si es que lo veía de la perspectiva de que no vería a Geonhak, o, mejor dicho, de que no estaría yo solo con él.

[...]

Me revolqué entre las sábanas de mi cama hasta que la apenas cálida luz del sol me llegó a los ojos.

─ ¡Dongju! ─ Los golpes en la puerta no fueron tan intensos, pero sí molestos.

─ ¡Ya estoy despierto! ─ Dije.

Salí de mi habitación y miré a Hwanwoong sonreírme. Me sentí mal de nuevo.

─ ¿Cuáles son los planes de hoy? ─ Pregunté, totalmente desganado.

─ Conseguir un atuendo elegante.

─ ¿Elegante? ¿Qué celebramos? ─ Inquirí, confundido.

─ El próximo domingo es el cumpleaños del señor Vittore y, ya sabes cómo son todas esas personas. ─ Puso los ojos en blanco. ─ Gastan hasta el último centavo para darle lujo al ambiente.

─ ¿El señor Vittore? ─ Traté de pronunciar el apellido con el acento que Hwanwoong había utilizado.

─ Sí, el dueño del hospital.

─ Oh... ¿y...?

─ Estamos invitados. ─ Sonrió ampliamente.

─ ¿Invitados? ─ Quería saber a quiénes se refería.

─ Sí, tú, Geonhak y yo. Quien por cierto ya debería estar aquí. ─ Divagó, mirando el reloj de su muñeca.

─ ¿Geonhak? ¿Nos acompañará? ─ Hice un mohín.

─ Claro, ¿y luego quién me dirá que me veo lindo? ─ Bromeó.

─ Pero Geonhak... sabes que no le gusta eso. ─ Intenté encontrar una excusa creíble para que Geonhak no fuera, yo no debía siquiera estar cerca de él.

─ Pero es mi Geonhak. ─ Dijo y me dolió. ─ Él está dispuesto a acompañarnos.

Entonces el timbre sonó. El corazón me latió ansioso, presuroso y angustiado. Hwanwoong corrió emocionado hasta la puerta, mientras que yo me quedé parado allí, con ganas de correr en dirección opuesta.

Después de la pequeña discusión que tuvimos ayer no sabía qué sentir. Pero entonces Hwanwoong abrió la puerta y la luz apareció en mis ojos, allí estaba él, tan deslumbrante como siempre, usando una camisa en color azul, desabotonada, y un jeans de color negro, ajustado a sus despampanantes piernas. Hizo que el mundo se me volteara en un segundo cuando me miró.

─ ¡Amor! ─ Dijo Hwanwoong, sin duda feliz. Pero esta vez en darle un beso en los labios, se lo dio en la mejilla. Agradecí aquello, aunque la fierecilla igual se sintió celosa.