Chapter 35

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Se hizo tarde, entre cavilaciones y dilemas, el silencio pintó su ocaso; supe que era mejor irme ya. Y aunque había pasado el tiempo, no quería pensar en que Geonhak, quizá esta vez hubiese dejado de perseguirme, ¿y si lo hizo? Ya no podía con tantas dudas, mañana regresaba a mi casa.

Tomé otro taxi para que me llevara al hotel, siendo ya las ocho y treinta de la noche.

Rogaba al cielo por una señal, lo que fuera, algo que me indicara que correr el riesgo valía la pena. Algo que me dijera que Hwanwoong estaría bien fuera cual fuera mi decisión. En ese momento pensé en algo que no me había pasado por la cabeza: Youngjo. Pero al instante de cavilar su nombre en mi mente, preguntas aparecieron como reacción secundaria. ¿Geonhak estaría enterado ya de que su hermano estaba enamorado de Hwanwoong? ¿Youngjo seguirá enamorado de Hwanwoong? ¿Qué hizo después de que fue tras él la vez que...? ¿Qué habrá pasado con ellos ahora? Lo último que supe fue lo que Kanghyun me había contado, pero eso no respondía mucho. Nada en realidad.

─ Aquí es. ─ Le señalé al taxista al ver el hotel. Pagué y luego me bajé del auto.

Había dejado transcurrir varias horas. No sabía qué había sucedido con mi exposición, con Geonhak, no sabía nada. Me reí de pensar que las dos veces que he presentado la exposición había huido sin llegar a estar en el final. Pobre Keonhee, tenía que recompensarlo de alguna manera.

Subí hasta mi habitación, con el plan de llamarlo. Él era mi único informante de todo. Pasé la tarjeta para abrir la puerta y la calidez de la habitación me invadió al instante. Sobre la elegante alfombra azul marino que tapizaba el suelo, había un sobre ancho y rectangular blanco con un "Son Dongju" en la cara superior. Cerré la puerta y me agaché para levantarlo, curioso. Era delgado y liviano, lo que sea que trajera dentro era sólo cartón o algún papel duro. Lo abrí, más curioso que antes y cuando saqué su contenido, pude por fin ver qué era. Había un par de fotografías, sólo dos.

El corazón me palpitó con esos latidos tan conocidos y enamorados. En la primera fotografía había una palabra que fue retratada en algún negocio, como los carteles o letreros que se pegan a las vitrinas o cuelgan de la parte superior de la entrada. La segunda fue tomada en algo de algún adorno romántico para San Valentín y allí estaba mi señal. Juntas decían "Te amo". Estaba casi seguro de quién las había enviado, porque conocía la letra que dibujaba mi nombre en la portada. Di la vuelta a una fotografía y en la esquina inferior derecha decía "Geonhak". Las lágrimas desbordaron por mis ojos. Geonhak no iba a parar nunca, ¿verdad? ¿Qué más podía pedirle al cielo? No necesitaba otra señal, me estaba demostrando que me amaba tanto como yo lo amaba a él. Quería mi final feliz, ¡lo anhelaba! ¿Pero dónde estaba Geonhak? Giré por costumbre mi cabeza en todas direcciones, pero era un cuarto de hotel, allí no había nadie excepto yo. Mañana me iba, ¿dónde diablos estaba Geonhak ahora?

Corrí rápidamente hacía el teléfono y marqué a Keonhee. Las lágrimas desesperadas me inundaron más los ojos porque no me contestaba.

─ No, Lee no. No me hagas esto ahora... ─ Susurré al dejar pasar cuatro tonos sin que me contestara. Otros dos más y me mandó al buzón. ─ Maldición. ─ Colgué el teléfono y me dejé caer sobre mis brazos, llorando.

¿Por qué había sido tan estúpido? Ya hasta dudaba que ese nivel de idiotez que yo había alcanzado fuera común. ¿Tiempo para pensarlo? ¡Pero qué estúpido, si eso era lo que yo deseaba desde el principio! Derramé mi pesar en las pesadas lágrimas que caían de mis ojos. Mañana me iba, ¿dónde iba a encontrar a Geonhak?

Mientras seguía llorando como tonto, lamentándome, unos golpes tenues llamaron a mi puerta; ¿quién molestaba ahora? no tenía ganas de ver a nadie, a menos de que fuera... ¡Keonhee! Pasé los puños de mis manos por mi cara para tratar de limpiarme las lágrimas y corrí hasta la puerta.

Al abrirla me llevé una mano al corazón porque al reconocer a la persona parada tras el umbral, pensé que iba a salírseme del pecho.

─ ¡Geonhak! ─ Abrí los ojos con sorpresa.

─ No renuncies a mí. ─ Musitó, fuerte y claro, y con rostro serio. ─ Por favor.

Lo miré incapaz de hablar, aún bajo la tenue luz del pasillo del hotel, era hermoso.

─ Sé que me pediste tiempo. ─ Dio un paso y luego otro, hasta que estuvo adentro de la habitación. Estaba tan cerca que podía oler ese exquisito perfume que lo caracterizaba. - Pero yo ya no puedo esperar más. Dongju, yo sé que me amas. ─ Estaba perdiendo mi equilibrio. ─ Pero dime qué más puedo hacer para demostrártelo. ─ Su voz se quebró y los ojos se le pusieron vidriosos. ─ Dongju, háblame. Dime algo. Lo que sea, por favor...

Lo contemplé tranquilamente y luego le sonreí entre lágrimas. Acuné su rostro entre mis manos.

─ Ya no voy a escapar, Geonhak. ─ Susurré. ─ Sé lo que quiero.

─ ¿Y qué es? ─ En su pregunta, el temor fue visible.

─ A ti. ─ Musité y me acerqué hasta sus labios.

Los unimos de nuevo, primero suavemente, pero luego el beso fue tomando profundidad. Enredé mis manos en su cuello y él en mi cintura, mientras me aferraba a su cuerpo. Se abrió paso con la lengua y jugueteó con la mía para luego volver a un beso tranquilo, pero igual de apasionado y lleno de amor. En mi estómago las mariposas se desataron enloqueciendo y la piel se me erizó bajo las manos de Geonhak que la acariciaban. Llevé mis manos a su rostro y lo separé del mío; los labios me punzaban y aún en contra de su propia voluntad se despegaron de los de Geonhak, aunque él quiso buscarlos de nuevo.

─ Hak, espera. ─ Jadeé.

─ Lo bueno del tiempo es que cura las heridas, lo malo de los besos es que crean adicción, Dong. ─ Musitó e intentó acariciarlos otra vez con los suyos.

─ Geonhak. ─ Pero yo me hice para atrás unos pocos centímetros, ya que él me tenía entre sus brazos.

─ ¿Qué?

─ ¿De verdad me amas? ─ Pregunté, como un tonto. Él rio y el soplo de su risa fue embriagador.

─ ¿Qué clase de pregunta es esa Son? ¿Tú crees que, si no te amara, habría ido a buscarte a Canadá, luego venir a Seúl, para al último perseguirte hasta aquí y ponerme a cantar en medio de todos para que me escucharas y luego estar dispuesto a ir contigo hasta el fin del mundo si eso es lo que quieres? Dong... ─ Retiró sus manos de mi cintura y las llevó hasta mis mejillas. Me miró a los ojos y habló lo más claro posible. ─ Juro que te amo como nadie, como un demente y desquiciado que no soporta vivir sin ti. Juro que como te amo jamás he amado a nadie y que quiero pasar el resto de mi vida contigo. ¿Eso te contesta tu pregunta?

Una lágrima corrió por mi mejilla, pero no terminó su camino ya que Geonhak la interceptó con un beso.

Ti amo, il mio bello fotografo. ─ Susurró a mi oído, besó mis labios y luego me dejé envolver en su amor.

Había tomado una decisión de la que no me iba a arrepentir, ahora podía estar seguro, entre sus brazos y con mis labios unidos a los suyos.

Pude ver la escena de nosotros dos besándonos como en las películas, cuando en el centro de la pantalla permanece la pareja y cómo se va alejando desde arriba. Era increíble que en mi cabeza no existiera otra cosa que Geonhak en ese momento, increíble que, a pesar de tantos errores y desengaños, estuviéramos allí y él conmigo.

Pero más increíble fue que, mi fruto prohibido a fin de cuentas fue el indicado.




Fin

Manual de lo prohibido [LeeOn]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora