TERMINADA |✓| [+18]
Primer libro de la Serie Crueles decisiones
La forma en la que nuestros caminos se cruzaron no fue la mejor, ideal o sana, pero pasó.
Al verlo sabía que me dañaría, sabía muy bien que acabaría destruyendo cada parte de mi, pero...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Dame el arma, valent.
Solté una sonora carcajada.
—¿Por qué lo haría? ¿Acaso tuviste piedad de mí en algún momento?
—Sí, no te he matado, he permitido que vivas rodeada de lujos y tengas lo que desees. Creo que eso es suficiente piedad de mi parte, demasiada diría yo —asintió con descaro.
—¿Y? Yo no quiero todo esto y lo sabes bien, no estoy aquí porque así lo predispuse.
—Si tanto detestas esto, ¿por qué seguiste adelante haciéndome creer que si lo querías?
—¿Acaso no conoces ese viejo truco del engaño, cariño? Estuve jugando contigo todo este tiempo.
—Mentira, nadie puede fingir tan bien. Así que baja el arma —Intentó aproximarse para quitármela, pero me alejé, quitándole el seguro.
—¡No! estoy harta, ¿crees que no se de tus sucios negocios, y que eres quien causó uno de mis peores traumas? —al escucharme decir eso él palideció— Sí, cariño, sé que tú junto a otros dos bastardos son jefes de la red de secuestros, de tráfico y de prostitución más grande de Geromias, misma que me mantuvo secuestrada y mató a Grecia.
—Para.
—No lo haré, por meses me mantuve al margen, por meses estuve aguantando las ganas de tomar una almohada y asfixiarte mientras dormías —confesé con la cólera en su máximo nivel.
—Cariño, tengo motivos de sobra y déjame decirte que hace menos de veinte minutos recibí una refrescada de memoria y ya no quiero aguantar más, tengo lo que necesito para ser libre.
—Los papeles, quieres entregarme, ¿no?
—Pobre e inocente Kirk Hoch, quien diría que tremendo acosador, jefe de red de trata, sería tan estúpido. Realmente eres único —reí.
—¿Entonces? ¿Qué quieres? —se veía calmado, pero sabía que no lo estaba.
—Venganza —hablé y luego di el primer disparo en su hombro izquierdo.
—¡Maldita sea! —dijo tapándose la herida con la mano— ¡Guardias!
—Grita lo que quieras, no hay nadie, como tampoco hubo nadie cuando me llevaron a mí y a miles de mujeres más a ese maldito lugar.
—No creo que seas lo suficientemente valiente como para matarme —se burló.
Sonreí cínica y le disparé en la rodilla derecha, provocando que cayera al suelo.
—Cariño, ¿cómo no ser valiente si resistí estar con tremendo hijo de puta?
Él no dijo nada, solo comenzó a reír como un loco.